La parábola Gorda

Cuantas veces se habrá dicho, todos sabemos que es bostero camuflado (y no hacemos nada), que comenzó desde abajo, de a poquito cumpliendo todos los requisitos que su superior Mauricio Macri le pidió para así de a poco ir destrozando al mejor club de la historia del fútbol argentino. Mauricio es hábil, hay que admitirlo, sabía que no bastaba con Bianchi para poner a su mugrosa institución en lo más alto, tenía que bloquear al rival que le impediría sus objetivos. Claro, solo bastó con poner a un gordo disfrazado de Papa Noel al mejor estilo yankee en centros comerciales que diera caramelos y chupetines a un grupo de incredulos socios que le eligieron, primero por incrudelidad y despues por ignorancia o lavado de cabeza.

Una vez sonrientes las caras de quienes lo votarían, empezaron las acciones, las cuales comenzaron con un golpe de efecto: sacarse del camino a quien si no conocía, descubriría sus intenciones. No es casualidad que la última vez que fuimos felices (no confundir con campeones) fue en aquel 2001, cuando vaselina Rojas mediante humillamos a nuestros primos menores y nos consagramos como siempre supimos. No, no es casualidad que Mr. Gordo no haya podido evitarlo.

Y comenzó, como toda parábola, subiendo Sí, entro en su corta recta previa empezando con un tipo en quien confiaríamos. Claro, sacar campeón del torneo a San Lorenzo no es cosa de todos los siglos, y hacerlo ganar una copa internacional ya le hacía dar apariencia de Dios mítico. Sí, que un campeonato, que una final sudamericana, que mal que jugabamos. No somos tontos, si somos los mejores hinchas de fútbol del mundo, no es solo porque lo somos del mejor del mundo. Una gran película no es nada si un buen crítico que la aprecie. Un tipo que nos lleva a una final sudamericana y nos saca campeones locales en su corto tiempo de estancia solo puede ser despreciado de tal forma por nosotros, quienes sabemos y conocemos la verdadera escencia del fútbol. Lo echamos nosotros. Pero Gordo ya tenía previsto su proximo movimiento: aniquilar un ídolo.

Un tipo que conoce a River, casi toda su vida en el club, que conoce a rajatabla el paladar del hincha, que vivió los mejores momentos de la última década, que jugó con Francescoli, Ortega, Gallardo, Aimar, Salas, Dalessandro, sí, ese mismo, el número cinco, acompañado por el habilidoso numero 4. Al menos, perdíamos con dignidad… (Atención, el virus ataca… COMO EXTRAÑO PERDER 4 A 0 CON BANFIELD!!!). Ídolo aniquilado, aprovecharse del ídolo necesitado.

Pobre mostaza, una clara muestra de que todos pueden ser hinchas de River, aceptamos todo tipo de mentes defensivas. Y pensar que me cansé de leer insults a Gallardo, el único que tuvo los huevos de decirle que estaba, sin quererlo, insultando el estilo histórico.

Y Macri terminó de entrar en River, incluso eligió el entrenador, aquel que no llevó a su club hace un par de años le dio el gustito de, al menos, darle el otro tipo de alegrías bosteras, aunque tenga que sacrificar los superclásicos, era el inicio de la parte pronunciada de la parábola. A no, si durante todo el relato pensaron que lo hondo de la línea era el fin del club, se equivocaron, estamos a punto de terminar de caer en el profundo, la parabola que no termina en la tierra. Que qué es lo profundo? Todavía no te diste cuenta? TODAVÍA NO?? TECNICO BOSTERO, PRESDENTE BOSTERO… INCLUSO HASTA HINCHAS QUE SE ESTAN TRANSFORMANDO EN BOSTEROS AL FEFENDERLOS… BAJAMOS DERECHO AL POZO CIEGO, PROFUNDA INFINIDAD DE TRANSFORMANDONOS BOCA!!!

Claro que tenemos solucion. La solucion somos nosotros. Una parábola puede evitarse. Imaginemonos una parábola con una pelota, un tiro libre. Abramos los ojos, dejemos de mirar la pelota en lo más alto a punto de caer. bajemos medio segundo la cabeza. El arco en el que esta por entrar la pelota es el nuestro. Saltemos todos juntos, demosle un voleo a la PELOTA y caigamos encima del que pateó el tiro libre.

Cuantas veces se habrá dicho, todos sabemos que es bostero camuflado (y no hacemos nada), que comenzó desde abajo, de a poquito cumpliendo todos los requisitos que su superior Mauricio Macri le pidió para así de a poco ir destrozando al mejor club de la historia del fútbol argentino. Mauricio es hábil, hay que admitirlo, sabía que no bastaba con Bianchi para poner a su mugrosa institución en lo más alto, tenía que bloquear al rival que le impediría sus objetivos. Claro, solo bastó con poner a un gordo disfrazado de Papa Noel al mejor estilo yankee en centros comerciales que diera caramelos y chupetines a un grupo de incredulos socios que le eligieron, primero por incrudelidad y despues por ignorancia o lavado de cabeza.

Una vez sonrientes las caras de quienes lo votarían, empezaron las acciones, las cuales comenzaron con un golpe de efecto: sacarse del camino a quien si no conocía, descubriría sus intenciones. No es casualidad que la última vez que fuimos felices (no confundir con campeones) fue en aquel 2001, cuando vaselina Rojas mediante humillamos a nuestros primos menores y nos consagramos como siempre supimos. No, no es casualidad que Mr. Gordo no haya podido evitarlo.

Y comenzó, como toda parábola, subiendo Sí, entro en su corta recta previa empezando con un tipo en quien confiaríamos. Claro, sacar campeón del torneo a San Lorenzo no es cosa de todos los siglos, y hacerlo ganar una copa internacional ya le hacía dar apariencia de Dios mítico. Sí, que un campeonato, que una final sudamericana, que mal que jugabamos. No somos tontos, si somos los mejores hinchas de fútbol del mundo, no es solo porque lo somos del mejor del mundo. Una gran película no es nada si un buen crítico que la aprecie. Un tipo que nos lleva a una final sudamericana y nos saca campeones locales en su corto tiempo de estancia solo puede ser despreciado de tal forma por nosotros, quienes sabemos y conocemos la verdadera escencia del fútbol. Lo echamos nosotros. Pero Gordo ya tenía previsto su proximo movimiento: aniquilar un ídolo.

Un tipo que conoce a River, casi toda su vida en el club, que conoce a rajatabla el paladar del hincha, que vivió los mejores momentos de la última década, que jugó con Francescoli, Ortega, Gallardo, Aimar, Salas, Dalessandro, sí, ese mismo, el número cinco, acompañado por el habilidoso numero 4. Al menos, perdíamos con dignidad… (Atención, el virus ataca… COMO EXTRAÑO PERDER 4 A 0 CON BANFIELD!!!). Ídolo aniquilado, aprovecharse del ídolo necesitado.

Pobre mostaza, una clara muestra de que todos pueden ser hinchas de River, aceptamos todo tipo de mentes defensivas. Y pensar que me cansé de leer insults a Gallardo, el único que tuvo los huevos de decirle que estaba, sin quererlo, insultando el estilo histórico.

Y Macri terminó de entrar en River, incluso eligió el entrenador, aquel que no llevó a su club hace un par de años le dio el gustito de, al menos, darle el otro tipo de alegrías bosteras, aunque tenga que sacrificar los superclásicos, era el inicio de la parte pronunciada de la parábola. A no, si durante todo el relato pensaron que lo hondo de la línea era el fin del club, se equivocaron, estamos a punto de terminar de caer en el profundo, la parabola que no termina en la tierra. Que qué es lo profundo? Todavía no te diste cuenta? TODAVÍA NO?? TECNICO BOSTERO, PRESDENTE BOSTERO… INCLUSO HASTA HINCHAS QUE SE ESTAN TRANSFORMANDO EN BOSTEROS AL FEFENDERLOS… BAJAMOS DERECHO AL POZO CIEGO, PROFUNDA INFINIDAD DE TRANSFORMANDONOS BOCA!!!

Claro que tenemos solucion. La solucion somos nosotros. Una parábola puede evitarse. Imaginemonos una parábola con una pelota, un tiro libre. Abramos los ojos, dejemos de mirar la pelota en lo más alto a punto de caer. bajemos medio segundo la cabeza. El arco en el que esta por entrar la pelota es el nuestro. Saltemos todos juntos, demosle un voleo a la PELOTA y caigamos encima del que pateó el tiro libre.

deja de ver los simuladores, capo!! :?

:?