La jugosa historia del primer presidente de River Plate

Se trata de Leopoldo Bard. En resumidas cuentas, fue uno de los fundadores del Club Atlético River Plate (siendo él quien propuso este nombre para el club). Médico devenido en futbolista de River, devenido en el primer presidente de dicha institución, luego devenido en diputado nacional (militante de la UCR). Presentó un proyecto de reforma a la Constitución y fue torturado por la dictadura militar de 1930.

Su vida y su historia no tienen desperdicio.


El mejor médico es aquel que se curó a sí mismo luego de caminar por las tinieblas: así resume Leopoldo Bard, rememorando a Nietzche, el relato de su vida, luego de haberlas atravesado y de sentir en su cuerpo sus marcas indelebles, inolvidables, como aguijones punzantes. Se cumple este 17 de mayo de 2007 el cincuentenario de la aparición del libro autobiográfico del Dr. Leopoldo Bard, hombre olvidado de la política argentina, probablemente más reconocido como fundador y primer capitán y presidente del Club Atlético River Plate que como prestigioso médico, gran orador de barricada, padrino político de José María Borrero (autor del libro La Patagonia Trágica) , acompañante incondicional de Hipólito Yrigoyen desde la primera hora, diputado nacional y luego presidente del bloque de diputados nacionales del radicalismo desde 1922 a 1930, donde tuvo una prolífica y progresista actuación como legislador, labor y militancia que lo llevarían a ser detenido injustamente y vejado y torturado, luego del golpe militar de 1930. Un hombre que en las primeras páginas de su libro, cita a Anatole France, a Call, a Yung, a Nietzche, a Krishnamurti, entre otros, pues se ha formado e instruido en la idea de que la inteligencia es pensamiento y emoción en armonía, que cree que al comportamiento de una vida es la dimensión afectiva mucho más eficaz que la inteligencia, luz hermosa y fría de los hombres; más no por ello deja de ser Bard una mentalidad lúcida, clara y prolífica de su época, envuelta en fuerte espíritu patriótico aunque moderno y pluralista.

Según cuenta, su vida como hijo de inmigrantes judíos a principios del siglo XX estuvo marcada por las necesidades y las carencias, vacío que se propuso llenar a sí mismo en la búsqueda de un destino personal basado en el esfuerzo y la dedicación, tanto en el logro de sus objetivos personales como en la concreción, temprana, de sus primeras acciones políticas enrolado en la entonces joven y revolucionaria Unión Cívica Radical.Según cuenta, su vida como hijo de inmigrantes judíos a principios del siglo XX estuvo marcada por las necesidades y las carencias, vacío que se propuso llenar a sí mismo en la búsqueda de un destino personal basado en el esfuerzo y la dedicación, tanto en el logro de sus objetivos personales como en la concreción, temprana, de sus primeras acciones políticas enrolado en la entonces joven y revolucionaria Unión Cívica Radical.

En 1905 y a los 15 años inicia la carrera de medicina e ingresa como interno al Hospital Muñiz, donde es recibido por el Dr. Penna y comienza una carrera profesional que lo llevará a especializarse en higiene médica y medicina laboral Ese mismo hospital Muñiz tan vinculado a River Plate, pues de él salieron los tablones necesarios para la casilla y los bancos de la cancha de Dársena Sud, hospital y club atravesados por el espíritu emprendedor del primer presidente de River Plate.

Bard se formó con los padres de la medicina argentina y se distinguió como profesional, rindiendo su último examen ante José María Ramos Mejía y José Borda; llegó a publicar más de 450 artículos en diversos medios y revistas especializadas, dictó innumerable cantidad de cursos y conferencias de extensión universitaria en diferentes ámbitos de todo el país, principalmente sobre cuestiones médicas vinculadas a la higiene y la profilaxis, fue pionero en el dictado de cursos y conferencias radiofónicas, condujo un programa radial e integró el staff de las radios Rivadavia, Excelsior y Splendid.

Su carrera profesional estuvo plagada de distintos cargos como docente de distintas cátedras de la Facultad de Medicina, presidió la Asociación Argentina de Higiene Social e integró distintas asociaciones profesionales. En 1947, fue nombrado Director General de Higiene y Seguridad del Trabajo por el gobierno de Juan Perón; una pequeña reivindicación para un hombre que desde 1930 en adelante había pagado cara su lealtad para con Hipólito Yrigoyen, a cuyas ideas fue consecuente toda su vida.

[SIZE=2][SIZE=1]Fue un eximio orador de barricada en todo el país, desde que en el año 1907 compartió tribuna con destacados dirigentes de la época frente a la Plaza Flores en la circunscripción 5º, pues en ese barrio estaba como interno del Hospital Teodoro Alvarez, pero terminó atacado junto a otros por la policía, que cargó sable en mano contra la “chusma radical”; ya en la fracasada revolución del 4 de febrero de 1905 y con escasos quince años, debió ocultarse durante ocho días en la sociedad “Los Nativos de la Frontera” por su incipiente militancia política. Bard ha sido un hombre que, al mismo tiempo que atiende a los heridos de la Semana Trágica, cita largamente a Marco Aurelio rescatándolo como hombre pacifista y benéfico, defiende al “mensú” que trabaja en la selva misionera, pide clemencia a los Estados Unidos de América para Sacco y Vanzetti y recorre por las noches la ciudad en búsqueda de desamparados para ayudarles. Como legislador entre 1922 y 1930, presidió el bloque de diputados nacionales radicales y fue hombre de consulta diaria de Yrigoyen, destacándose su defensa de la emancipación civil de la mujer y de su derecho al voto, su propuesta de instaurar el divorcio y su defensa irrestricta de la división tajante entre la iglesia y el Estado, la nacionalización de las fuentes de petróleo y su reivindicación de Enrique Mosconi, la defensa irrestricta a la neutralidad argentina en la primera guerra mundial en nombre de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, y una larga cantidad de proyectos vinculados a la medicina y a diferentes cuestiones sociales que se concretaron en realidades efectivas.[/SIZE]

Luego del golpe militar de 1930, Leopoldo Bard es encarcelado desde el 9 de septiembre hasta el 13 de octubre de 1930 y desde el 10 de diciembre de ese mismo año hasta el 22 de febrero de 1932. Estuvo detenido en Necochea, en La Plata, en el Departamento de Policía de la ciudad de Buenos Aires (sección Orden Político), en la Penitenciaría Nacional y finalmente, desde el 22 de enero de 1931 y hasta febrero de 1932, en la Cárcel de Encausados. Luego del golpe militar y pese a que su domicilio había sido robado e incendiado, entre ellos su biblioteca y cuadros de Ripamonte, Quirós y Fader, Bard se niega a esconderse pues considera que no había delito alguno que hubiera cometido. Jamás podría suponer que sería acusado de integrar un grupo político que pretende “alterar el orden público”, de origen extremista, autodenominado el “Klan Radical”, del cual sólo se conocía su existencia por carteles pegados en la vía pública; Bard sería parte de los presos y torturados por el primer golpe militar de la historia argentina. Durante su segunda detención, Bard es maltratado permanentemente, torturado de diversas maneras y finalmente enviado, enfermo y deprimido, al Hospital Ramos Mejía, el mismo donde había sido practicante y médico de las salas de cirugía de destacados profesionales, jefe, docente y examinador de Clínica Quirúrgica. Dice Bard: "…a ese mismo hospital llegaba una noche, enfermo, en un camión celular, acompañado por los agentes de policía, con el uniforme de presidiario, en cabeza, completamente rapado y con orden de que me internaran… El médico interno que me dio entrada al hospital y el jefe de la sala en la que fui alojado fueron mis alumnos en los cursos que dicté en la Asistencia Pública"1. Bard había sido detenido por un informe del entonces comisario Alzogaray, quien lo incriminaba, posteriormente al golpe de 1930 y casi un año después de los episodios, de cometer junto a un grupo radical desmanes en la Plaza Once de Septiembre, durante una asamblea de los Centros Culturales Lautaro.

[SIZE=1]El proceso concluiría en 1932 con la absolución de culpa y cargo de Leopoldo Bard, verdadero caballero de la política, del delito de homicidio y lesiones que se le imputara, y el posterior procesamiento por torturas contra su persona por parte de un comisario de la policía. Pero los episodios vividos, sumado al olvido de buena parte de sus correligionarios debido a su lealtad inconmensurable a Hipólito Irigoyen, lo llevarían a estar luego más alejado de la vida pública y partidaria, pese a que nunca dejó de ser reivindicado por hombres importantes de la política radical ni abandonó su perfeccionamiento profesional, dedicándose muy especialmente a la seguridad industrial y la medicina laboral y predicando por la defensa de las condiciones sanitarias y laborales de los trabajadores. [/SIZE]

Sus escritos tienen un tono erudito y un estilo elegante, pero no por ello elitista; con la pesadumbre de quien todo lo ha dado, reclamando para sí ese reconocimiento pero recibiendo además del elogio de muchos, la persecución y el agravio personal y político que lo llevasen por un camino distinto del elegido: el engrandecimiento personal, ético-moral y profesional, al servicio de la vocación política. La soledad surge, también, como una marca indeleble; desde el mismo día en que concluida su carrera de medicina, jovencísimo, volviendo al internado pues no tenía con quién festejar, hasta la soledad política de su confinamiento posterior a 1930, lo muestran como una persona en cuyo interior han faltado o carecido fuertes vínculos afectivos, ausencia que impulsó, tal vez, su necesidad de perfeccionarse y comprometerse políticamente. También, a ser un gran lector y a poseer conocimientos generales de diferentes disciplinas científicas y filosóficas, pero no por ello dejaba de estar atento y preocupado por los temas de orden mundano y más prácticos. Dedicó su libro a la juventud y a lo que simbolizan la libertad, el derecho, la justicia, la libertad y el respeto por la diversidad de opiniones, a olvidar el rencor y el odio pero sobre todo a la idea de que no hay destino personal deshilvanado de la obligación de servir al país y a los demás: [i]"Para qué engolfarnos tanto en las miserias humanas; hagamos que gravite en lo más profundo de nuestro espíritu los ideales de los fundadores y realizadores de la nacionalidad argentina; tratemos de ser dignos de ellos, cada uno en la esfera de acción que le toque actuar, mientras se tenga aliento para vivir, así, solamente así, se llega a la consecución del ideal que perseguimos".[/i] 

Nuestro glorioso 1er presidente. La

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Ciérrenme este porfavor.

Se trata de Leopoldo Bard. En resumidas cuentas, fue uno de los fundadores del Club Atlético River Plate (siendo él quien propuso este nombre para el club). Médico devenido en futbolista de River, devenido en el primer presidente de dicha institución, luego devenido en diputado nacional (militante de la UCR). Presentó un proyecto de reforma a la Constitución y fue torturado por la dictadura militar de 1930.

Su vida y su historia no tienen desperdicio.


El mejor médico es aquel que se curó a sí mismo luego de caminar por las tinieblas: así resume Leopoldo Bard, rememorando a Nietzche, el relato de su vida, luego de haberlas atravesado y de sentir en su cuerpo sus marcas indelebles, inolvidables, como aguijones punzantes. Se cumple este 17 de mayo de 2007 el cincuentenario de la aparición del libro autobiográfico del Dr. Leopoldo Bard, hombre olvidado de la política argentina, probablemente más reconocido como fundador y primer capitán y presidente del Club Atlético River Plate que como prestigioso médico, gran orador de barricada, padrino político de José María Borrero (autor del libro La Patagonia Trágica) , acompañante incondicional de Hipólito Yrigoyen desde la primera hora, diputado nacional y luego presidente del bloque de diputados nacionales del radicalismo desde 1922 a 1930, donde tuvo una prolífica y progresista actuación como legislador, labor y militancia que lo llevarían a ser detenido injustamente y vejado y torturado, luego del golpe militar de 1930. Un hombre que en las primeras páginas de su libro, cita a Anatole France, a Call, a Yung, a Nietzche, a Krishnamurti, entre otros, pues se ha formado e instruido en la idea de que la inteligencia es pensamiento y emoción en armonía, que cree que al comportamiento de una vida es la dimensión afectiva mucho más eficaz que la inteligencia, luz hermosa y fría de los hombres; más no por ello deja de ser Bard una mentalidad lúcida, clara y prolífica de su época, envuelta en fuerte espíritu patriótico aunque moderno y pluralista.

Según cuenta, su vida como hijo de inmigrantes judíos a principios del siglo XX estuvo marcada por las necesidades y las carencias, vacío que se propuso llenar a sí mismo en la búsqueda de un destino personal basado en el esfuerzo y la dedicación, tanto en el logro de sus objetivos personales como en la concreción, temprana, de sus primeras acciones políticas enrolado en la entonces joven y revolucionaria Unión Cívica Radical.Según cuenta, su vida como hijo de inmigrantes judíos a principios del siglo XX estuvo marcada por las necesidades y las carencias, vacío que se propuso llenar a sí mismo en la búsqueda de un destino personal basado en el esfuerzo y la dedicación, tanto en el logro de sus objetivos personales como en la concreción, temprana, de sus primeras acciones políticas enrolado en la entonces joven y revolucionaria Unión Cívica Radical.

En 1905 y a los 15 años inicia la carrera de medicina e ingresa como interno al Hospital Muñiz, donde es recibido por el Dr. Penna y comienza una carrera profesional que lo llevará a especializarse en higiene médica y medicina laboral Ese mismo hospital Muñiz tan vinculado a River Plate, pues de él salieron los tablones necesarios para la casilla y los bancos de la cancha de Dársena Sud, hospital y club atravesados por el espíritu emprendedor del primer presidente de River Plate.

Bard se formó con los padres de la medicina argentina y se distinguió como profesional, rindiendo su último examen ante José María Ramos Mejía y José Borda; llegó a publicar más de 450 artículos en diversos medios y revistas especializadas, dictó innumerable cantidad de cursos y conferencias de extensión universitaria en diferentes ámbitos de todo el país, principalmente sobre cuestiones médicas vinculadas a la higiene y la profilaxis, fue pionero en el dictado de cursos y conferencias radiofónicas, condujo un programa radial e integró el staff de las radios Rivadavia, Excelsior y Splendid.

Su carrera profesional estuvo plagada de distintos cargos como docente de distintas cátedras de la Facultad de Medicina, presidió la Asociación Argentina de Higiene Social e integró distintas asociaciones profesionales. En 1947, fue nombrado Director General de Higiene y Seguridad del Trabajo por el gobierno de Juan Perón; una pequeña reivindicación para un hombre que desde 1930 en adelante había pagado cara su lealtad para con Hipólito Yrigoyen, a cuyas ideas fue consecuente toda su vida.

[SIZE=2][SIZE=1]Fue un eximio orador de barricada en todo el país, desde que en el año 1907 compartió tribuna con destacados dirigentes de la época frente a la Plaza Flores en la circunscripción 5º, pues en ese barrio estaba como interno del Hospital Teodoro Alvarez, pero terminó atacado junto a otros por la policía, que cargó sable en mano contra la “chusma radical”; ya en la fracasada revolución del 4 de febrero de 1905 y con escasos quince años, debió ocultarse durante ocho días en la sociedad “Los Nativos de la Frontera” por su incipiente militancia política. Bard ha sido un hombre que, al mismo tiempo que atiende a los heridos de la Semana Trágica, cita largamente a Marco Aurelio rescatándolo como hombre pacifista y benéfico, defiende al “mensú” que trabaja en la selva misionera, pide clemencia a los Estados Unidos de América para Sacco y Vanzetti y recorre por las noches la ciudad en búsqueda de desamparados para ayudarles. Como legislador entre 1922 y 1930, presidió el bloque de diputados nacionales radicales y fue hombre de consulta diaria de Yrigoyen, destacándose su defensa de la emancipación civil de la mujer y de su derecho al voto, su propuesta de instaurar el divorcio y su defensa irrestricta de la división tajante entre la iglesia y el Estado, la nacionalización de las fuentes de petróleo y su reivindicación de Enrique Mosconi, la defensa irrestricta a la neutralidad argentina en la primera guerra mundial en nombre de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, y una larga cantidad de proyectos vinculados a la medicina y a diferentes cuestiones sociales que se concretaron en realidades efectivas.[/SIZE]

Luego del golpe militar de 1930, Leopoldo Bard es encarcelado desde el 9 de septiembre hasta el 13 de octubre de 1930 y desde el 10 de diciembre de ese mismo año hasta el 22 de febrero de 1932. Estuvo detenido en Necochea, en La Plata, en el Departamento de Policía de la ciudad de Buenos Aires (sección Orden Político), en la Penitenciaría Nacional y finalmente, desde el 22 de enero de 1931 y hasta febrero de 1932, en la Cárcel de Encausados. Luego del golpe militar y pese a que su domicilio había sido robado e incendiado, entre ellos su biblioteca y cuadros de Ripamonte, Quirós y Fader, Bard se niega a esconderse pues considera que no había delito alguno que hubiera cometido. Jamás podría suponer que sería acusado de integrar un grupo político que pretende “alterar el orden público”, de origen extremista, autodenominado el “Klan Radical”, del cual sólo se conocía su existencia por carteles pegados en la vía pública; Bard sería parte de los presos y torturados por el primer golpe militar de la historia argentina. Durante su segunda detención, Bard es maltratado permanentemente, torturado de diversas maneras y finalmente enviado, enfermo y deprimido, al Hospital Ramos Mejía, el mismo donde había sido practicante y médico de las salas de cirugía de destacados profesionales, jefe, docente y examinador de Clínica Quirúrgica. Dice Bard: "…a ese mismo hospital llegaba una noche, enfermo, en un camión celular, acompañado por los agentes de policía, con el uniforme de presidiario, en cabeza, completamente rapado y con orden de que me internaran… El médico interno que me dio entrada al hospital y el jefe de la sala en la que fui alojado fueron mis alumnos en los cursos que dicté en la Asistencia Pública"1. Bard había sido detenido por un informe del entonces comisario Alzogaray, quien lo incriminaba, posteriormente al golpe de 1930 y casi un año después de los episodios, de cometer junto a un grupo radical desmanes en la Plaza Once de Septiembre, durante una asamblea de los Centros Culturales Lautaro.

[SIZE=1]El proceso concluiría en 1932 con la absolución de culpa y cargo de Leopoldo Bard, verdadero caballero de la política, del delito de homicidio y lesiones que se le imputara, y el posterior procesamiento por torturas contra su persona por parte de un comisario de la policía. Pero los episodios vividos, sumado al olvido de buena parte de sus correligionarios debido a su lealtad inconmensurable a Hipólito Irigoyen, lo llevarían a estar luego más alejado de la vida pública y partidaria, pese a que nunca dejó de ser reivindicado por hombres importantes de la política radical ni abandonó su perfeccionamiento profesional, dedicándose muy especialmente a la seguridad industrial y la medicina laboral y predicando por la defensa de las condiciones sanitarias y laborales de los trabajadores. [/SIZE]

Sus escritos tienen un tono erudito y un estilo elegante, pero no por ello elitista; con la pesadumbre de quien todo lo ha dado, reclamando para sí ese reconocimiento pero recibiendo además del elogio de muchos, la persecución y el agravio personal y político que lo llevasen por un camino distinto del elegido: el engrandecimiento personal, ético-moral y profesional, al servicio de la vocación política. La soledad surge, también, como una marca indeleble; desde el mismo día en que concluida su carrera de medicina, jovencísimo, volviendo al internado pues no tenía con quién festejar, hasta la soledad política de su confinamiento posterior a 1930, lo muestran como una persona en cuyo interior han faltado o carecido fuertes vínculos afectivos, ausencia que impulsó, tal vez, su necesidad de perfeccionarse y comprometerse políticamente. También, a ser un gran lector y a poseer conocimientos generales de diferentes disciplinas científicas y filosóficas, pero no por ello dejaba de estar atento y preocupado por los temas de orden mundano y más prácticos. Dedicó su libro a la juventud y a lo que simbolizan la libertad, el derecho, la justicia, la libertad y el respeto por la diversidad de opiniones, a olvidar el rencor y el odio pero sobre todo a la idea de que no hay destino personal deshilvanado de la obligación de servir al país y a los demás: [i]"Para qué engolfarnos tanto en las miserias humanas; hagamos que gravite en lo más profundo de nuestro espíritu los ideales de los fundadores y realizadores de la nacionalidad argentina; tratemos de ser dignos de ellos, cada uno en la esfera de acción que le toque actuar, mientras se tenga aliento para vivir, así, solamente así, se llega a la consecución del ideal que perseguimos".[/i] 

Nuestro glorioso 1er presidente. La

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Ciérrenme este porfavor.