El entrenador de Argentinos Juniors realizó una prueba de 47 profesionales, pero varios jugadores amateurs se acercaron con la ilusión de mostrarse.
Un simple alambrado divide la frontera de dos mundos cargados de sensaciones dispares. De un lado, en una cancha de fútbol con un brillante césped, un grupo de casi 50 jugadores se preparan para demostrarle a Ricardo Caruso Lombardi y a todo el cuerpo técnico de Argentinos Juniors que tiene las condiciones necesarias para jugar en la Primera División del fútbol argentino. Del otro, la desilusión se personifica en el rostro de varios jóvenes que se acercaron desde diferentes puntos de Capital y el conurbano confiados en que ese anuncio que “leyeron por Internet” podría cambiarles la vida.
           "Esto no es una prueba de jugadores, eso fue un invento  de los periodistas. Sólo van a pasar los que estén en la lista de  Ricardo", asegura, en un tono desafiante, Horacio Montemurro, ayudante  de campo de Caruso Lombardi, frente a unos 200 jugadores que se  acercaron al predio de UTA, en Moreno, para probarse. "Esto fue mala  información, por eso no pueden entrar, sacamos a todos los periodistas",  le agrega a canchallena.com.
Las sonrisas, las voces aceleradas y los ojos cargados de esperanza dejan lugar a los rostros inexpresivos, a los silencios, a la desazón. “¿Acá es la prueba de Caruso?”, pregunta un joven que aún no recibió la noticia. “No, sólo prueban a jugadores con representantes, los que vinimos por nuestra cuenta no podemos entrar”, le contesta otro, que aprovecha para descargarse.
La imagen, antes de que empiecen a ser llamados los nombres de la  lista, es clara: apiñados frente al portón de ingreso, algunos intentan  convencer a Montemurro; más alejados, junto a sus representantes, los  “afortunados” esperan su oportunidad, aferrados a sus bolso,  concentrados y, quizás, con un dejo de nerviosismo sobre sus hombros.
La lista está conformada por 47 jugadores, todos con  pasado futbolístico y “conocidos de Caruso”, según le grita desde la  cancha, de una manera poco didáctica, el entrenador de arqueros, Juan  Chumba, a un chico enojado: “Tomatela, villero”, agregó.
Dentro de este selecto grupo, se destaca el delantero ecuatoriano Darwin  Caicedo (Darwin Deivis Caicedo Wila, según el DNI). Con 1.90 metros de  altura, La Metralla tiene un porte que llama la atención de propios y  extraños. “Estoy tranquilo. Sé lo que me vengo a jugar, espero poder  hacer las cosas como las vengo haciendo”, le dice a este medio, minutos  antes de ingresar a la prueba.
Caicedo, de 30 años, jugó en varios equipos de su país (Emelec,  Deportivo Cuenca y Atlético Audaz, entre otros), en Dinamo Bucarest, de  Ucrania, y en Fenix, de Uruguay -sólo disputó partidos de pretemporada-.  Su efectividad goleadora en la selección ecuatoriana es envidiable: un  gol en un partido. “Hacés bien las cosas seis mes o un año y la vida te  puede dar un giro muy grande”, elogia al fútbol argentino.
Lo que sabe de Argentinos Juniors es porque veía “los  partidos por Fox” y por lo que le contó su “amigo” Juan Anangonó,  jugador del Bicho. “A Caruso no lo conozco ni él me conoce a mí. Parece  una persona muy seria en su trabajo. Espero que nos llevemos bien”,  sostiene Caicedo, quien, además, se define como “un jugador muy  atrevido”.
De paso por las categorías juveniles de la selección, “La Metralla” Caicedo tuvo su pico de fama con Ecuador en un amistoso disputado en enero de 2006 en Guayaquil. Allí, marcó en el 1-0 ante Honduras y rompió una racha negativa de cuatro meses sin triunfos. Ecuador se preparaba para el Mundial de Alemania. Finalmente, no fue convocado para la cita mundialista.
           [b]TRES SUEÑOS TRUNCADOS[/b]
Pero las historias que marcan el frío mediodía en  Moreno, sólo soportable por la presencia del sol, son otras. Los dedos  enganchados en el alambrado. La mirada perdida en el campo de juego…  La ilusión, pese a todo, no desaparece. Sebastián, Fabián y Lucas así lo  piensan. Por eso, esperan el milagro.
Las ganas de volver a jugar. Sebastián tiene 25 años y hace uno  debió abandonar lo que más le gustaba por una (siempre traicionera)  pubialgia. Sin posibilidades de seguir en Lamadrid, este joven de la  Ciudad de Buenos Aires se enfocó en el trabajo, relegando su pasión.  Pero todo cambió en las últimas horas. Él no está en la lista, no podrá  probarse. Pero recuperó algo que había perdido: las ganas. “Cuando me  enteré, me vine corriendo. La ilusión no se corta, ahora quiero jugar.  Me iré a probar a cualquier lado”, sostiene.
Un largo viaje en bicicleta y la curiosa charla con Caruso.  Fabián revisa los mails y se detiene en uno de su sobrino: “Caruso  prueba jugadores”, el asunto. No lo duda. Se sube a su bicicleta y viaja  desde Merlo a Moreno ilusionado con cumplir el sueño de su vida. La  realidad cae como un balde de agua fría: no es prueba abierta. A los 29  años, piensa que no tiene nada que perder y encara al entrenador del  Bicho. “Le dije que los pingos se ven en la cancha, pero me dijo que no  dependía de él, sino de los representantes”, cuenta. Ahora, su bicicleta  amarilla lo espera encadenada al alambrado para emprender el largo  camino a casa. El sueño no cambiará de categoría.
Un cumple no tan feliz. Lucas regresa a su casa luego de jugar en  la Liga de Mercedes y decide ir un rato al ciber a leer noticias  deportivas. “Caruso te convoca”, dice el título de la nota que más le  llama la atención. Está decidido: el día de su cumpleaños número 20  buscará darse el mejor regalo en la prueba de Argentinos. Al llegar al  predio de la UTA desde la Matanza, este “optimista”, como se define,  recibe la información correcta, la que no quería escuchar. Está  amargado, pero anima a adelantar el deseo que pedirá esta noche: “Seguir  creciendo como persona y jugador”. Un ejemplo
