Izquierda, kirchnerismo, y la sombra del pasado

EL PAIS › OPINION
Izquierda, kirchnerismo y la sombra del pasado

Por Sebastián Etchemendy *

                     En el  último tiempo ha reflotado el debate acerca del carácter progresista o  no del gobierno de los Kirchner, impulsado muchas veces por sectores  intelectuales que dicen estar a la izquierda de un gobierno que juzgan  “de derecha”. Una perspectiva central para el debate derecha-izquierda  es, obviamente, la socioeconómica. Así, un primer criterio que salta a  la vista es si un gobierno ha bajado la pobreza o ha mejorado la  distribución del ingreso. Este criterio tiene un carácter económico y  cuantitativo. Sin embargo, es menos claro de lo que uno puede suponer a  priori. Por dos razones, la primera es fijar el punto temporal de la  comparación, la segunda es que estas dimensiones son afectadas por  muchas variables (crisis internacionales, precios de los commodities,  situación fiscal y nivel de deuda heredado, etc.) que los gobiernos no  controlan. Por ejemplo, existen pocas dudas de que la pobreza en los  días dorados del menemismo (pongamos 1995) había bajado respecto de 1989  o 1988. A poca gente se le ocurriría decir, no obstante, que el  menemismo era por ello “progresista”. De cualquier modo, en lo que  respecta a esta dimensión, parece claro que durante el kirchnerismo  bajaron la pobreza y el desempleo aceleradamente hasta 2008 y que, al  menos, la distribución del ingreso hacia los trabajadores formales  mejoró ostensiblemente desde 2003.


Hay, sin embargo, un segundo criterio general dentro de la dimensión  socioeconómica de la disyuntiva izquierda-derecha que es también  insoslayable. Es menos “economicista” y cuantitativo, y más  “sociológico-político” y cualitativo que el recién mencionado, y depende  más directamente del accionar concreto del gobierno: la activación de  actores populares y la (re)creación y fortalecimiento de derechos  económico-sociales. Allí ha pisado fuerte el kirchnerismo con: 1) la  fenomenal ampliación previsional y la reestatización del sistema  jubilatorio; 2) la activación masiva de los convenios colectivos de  trabajo; 3) la puesta en marcha del Consejo del Salario Mínimo con la  participación de la CGT y la CTA; 4) el establecimiento de la paritaria  nacional docente que fortalece al sindicato Ctera-CTA y asegura mínimos  en un sector diezmado y fragmentado en los ’90; 5) la Asignación  Universal por Hijo y la expansión de las cooperativas de desocupados; 6)  la ley de medios audiovisuales entendida como impulsora del derecho  “social” a un acceso más plural a la información.


Los puntos 1 a 6 tienen en común que activan y fortalecen actores  populares (sindicatos varios, movimientos y organizaciones sociales, de  jubilados, radios o grupos comunitarios, etc.) y crean  institucionalmente derechos sociales que son difíciles de revertir y van  a trascender al kirchnerismo. Los puntos 1 a 6 no necesariamente  disminuyen automáticamente los índices nacionales de pobreza o mejoran  la distribución de ingreso en el corto plazo –como dije, estas variables  son también afectadas por flujos económicos más complejos, que los  gobiernos controlan menos–. Pero como cualquier buen estudiante de  sociología política sabe, la batalla en el capitalismo no es sólo por la  distribución del ingreso, sino por las condiciones, instituciones,  “mecanismos de hegemonía” dentro de los cuales, y a través de los  cuales, esa disputa se procesa. Ser de izquierda no es mover la  distribución del ingreso con una manija, también es construir y  fortalecer las instituciones, actores y derechos para librar esa puja en  los próximos tiempos.


Un seminario reciente sobre el giro a la izquierda en América latina  organizado por Steven Levitsky y Ken Roberts (profesores de las  universidades de Harvard y Cornell) reunió a algunos de los politólogos  más importantes de la academia norteamericana y latinoamericana actual.  Allí se discutió qué era el kirchnerismo. Se lo calificó de muchas  maneras, como de “centroizquierda” a secas; como “populismo de  izquierda”, como “izquierda de aparato o patronazgo” y conceptos por el  estilo. Pero nadie dudó de que era parte del movimiento hacia la  izquierda iniciado en la región en la década del 2000, y a ninguno de  los estudiosos de política latinoamericana presentes se le ocurrió decir  ni por asomo que el kirchnerismo podía llegar a ser de “derecha”.
Por supuesto, como todo gobierno progresista del mundo real, el  kirchnerismo es contradictorio y se le pueden hacer críticas por  izquierda. Pero esas críticas –reforma fiscal amplia, impacto  diferencial de la inflación en los trabajadores sin convenio,  posibilidad de gravar rentas mineras o financieras, etc.–, para ser  coherentes, deben hacerse incorporando los puntos 1 a 6 y construyendo a  partir de ellos, no ignorándolos. La pregunta obligada es, ¿por qué si  ningún politólogo serio del exterior duda de que el kirchnerismo es  parte del giro a la izquierda en la región, sí lo hacen, contra la  evidencia, algunos intelectuales locales? Buena parte de las ciencias  sociales en Argentina, desde Germani para acá, son por definición  refractarias al peronismo. Otros intelectuales progresistas vieron en el  peronismo de los ’70 la revolución en ciernes y, después de la  tragedia, quizá piensen “a mí no me engañan de nuevo”. Otros creyeron  que la democracia era una simple fachada burguesa y, arrepentidos de ese  trágico error, hoy se aferran a una visión restrictiva y liberal de la  democracia, donde nada se ponga en juego. Todas estas herencias son  entendibles. Pero es tiempo de que dejemos de leer los procesos  políticos actuales bajo esas sombras del pasado.




[i]* Politólogo, Universidad Torcuato Di Tella.[/i]

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Izquierda, kirchnerismo y la sombra del pasado

Por Sebastián Etchemendy *

                     En el  último tiempo ha reflotado el debate acerca del carácter progresista o  no del gobierno de los Kirchner, impulsado muchas veces por sectores  intelectuales que dicen estar a la izquierda de un gobierno que juzgan  “de derecha”. Una perspectiva central para el debate derecha-izquierda  es, obviamente, la socioeconómica. Así, un primer criterio que salta a  la vista es si un gobierno ha bajado la pobreza o ha mejorado la  distribución del ingreso. Este criterio tiene un carácter económico y  cuantitativo. Sin embargo, es menos claro de lo que uno puede suponer a  priori. Por dos razones, la primera es fijar el punto temporal de la  comparación, la segunda es que estas dimensiones son afectadas por  muchas variables (crisis internacionales, precios de los commodities,  situación fiscal y nivel de deuda heredado, etc.) que los gobiernos no  controlan. Por ejemplo, existen pocas dudas de que la pobreza en los  días dorados del menemismo (pongamos 1995) había bajado respecto de 1989  o 1988. A poca gente se le ocurriría decir, no obstante, que el  menemismo era por ello “progresista”. De cualquier modo, en lo que  respecta a esta dimensión, parece claro que durante el kirchnerismo  bajaron la pobreza y el desempleo aceleradamente hasta 2008 y que, al  menos, la distribución del ingreso hacia los trabajadores formales  mejoró ostensiblemente desde 2003.


Hay, sin embargo, un segundo criterio general dentro de la dimensión  socioeconómica de la disyuntiva izquierda-derecha que es también  insoslayable. Es menos “economicista” y cuantitativo, y más  “sociológico-político” y cualitativo que el recién mencionado, y depende  más directamente del accionar concreto del gobierno: la activación de  actores populares y la (re)creación y fortalecimiento de derechos  económico-sociales. Allí ha pisado fuerte el kirchnerismo con: 1) la  fenomenal ampliación previsional y la reestatización del sistema  jubilatorio; 2) la activación masiva de los convenios colectivos de  trabajo; 3) la puesta en marcha del Consejo del Salario Mínimo con la  participación de la CGT y la CTA; 4) el establecimiento de la paritaria  nacional docente que fortalece al sindicato Ctera-CTA y asegura mínimos  en un sector diezmado y fragmentado en los ’90; 5) la Asignación  Universal por Hijo y la expansión de las cooperativas de desocupados; 6)  la ley de medios audiovisuales entendida como impulsora del derecho  “social” a un acceso más plural a la información.


Los puntos 1 a 6 tienen en común que activan y fortalecen actores  populares (sindicatos varios, movimientos y organizaciones sociales, de  jubilados, radios o grupos comunitarios, etc.) y crean  institucionalmente derechos sociales que son difíciles de revertir y van  a trascender al kirchnerismo. Los puntos 1 a 6 no necesariamente  disminuyen automáticamente los índices nacionales de pobreza o mejoran  la distribución de ingreso en el corto plazo –como dije, estas variables  son también afectadas por flujos económicos más complejos, que los  gobiernos controlan menos–. Pero como cualquier buen estudiante de  sociología política sabe, la batalla en el capitalismo no es sólo por la  distribución del ingreso, sino por las condiciones, instituciones,  “mecanismos de hegemonía” dentro de los cuales, y a través de los  cuales, esa disputa se procesa. Ser de izquierda no es mover la  distribución del ingreso con una manija, también es construir y  fortalecer las instituciones, actores y derechos para librar esa puja en  los próximos tiempos.


Un seminario reciente sobre el giro a la izquierda en América latina  organizado por Steven Levitsky y Ken Roberts (profesores de las  universidades de Harvard y Cornell) reunió a algunos de los politólogos  más importantes de la academia norteamericana y latinoamericana actual.  Allí se discutió qué era el kirchnerismo. Se lo calificó de muchas  maneras, como de “centroizquierda” a secas; como “populismo de  izquierda”, como “izquierda de aparato o patronazgo” y conceptos por el  estilo. Pero nadie dudó de que era parte del movimiento hacia la  izquierda iniciado en la región en la década del 2000, y a ninguno de  los estudiosos de política latinoamericana presentes se le ocurrió decir  ni por asomo que el kirchnerismo podía llegar a ser de “derecha”.
Por supuesto, como todo gobierno progresista del mundo real, el  kirchnerismo es contradictorio y se le pueden hacer críticas por  izquierda. Pero esas críticas –reforma fiscal amplia, impacto  diferencial de la inflación en los trabajadores sin convenio,  posibilidad de gravar rentas mineras o financieras, etc.–, para ser  coherentes, deben hacerse incorporando los puntos 1 a 6 y construyendo a  partir de ellos, no ignorándolos. La pregunta obligada es, ¿por qué si  ningún politólogo serio del exterior duda de que el kirchnerismo es  parte del giro a la izquierda en la región, sí lo hacen, contra la  evidencia, algunos intelectuales locales? Buena parte de las ciencias  sociales en Argentina, desde Germani para acá, son por definición  refractarias al peronismo. Otros intelectuales progresistas vieron en el  peronismo de los ’70 la revolución en ciernes y, después de la  tragedia, quizá piensen “a mí no me engañan de nuevo”. Otros creyeron  que la democracia era una simple fachada burguesa y, arrepentidos de ese  trágico error, hoy se aferran a una visión restrictiva y liberal de la  democracia, donde nada se ponga en juego. Todas estas herencias son  entendibles. Pero es tiempo de que dejemos de leer los procesos  políticos actuales bajo esas sombras del pasado.




[i]* Politólogo, Universidad Torcuato Di Tella.[/i]

Si nos fijamos en muchas medidas como son los subsidios, la estatización de las AFJP con la consiguiente incorporación de nuevos jubilados que no habían aportado, y la asignación por hijo, la balanza se inclina hacia la izquierda.

Sin embargo, si ponemos también en la bolsa los negociados con las grandes multinacionales, los subsidios a las empresas mineras, las políticas ambientales, el sistema impositivo regresivo, y el pago de una deuda odiosa la balanza empieza a estabilizarse

El problema surge cuando se ven los resultados de estas políticas: con la alta inflación, el desempleo, la mala distribución de la riqueza y el crecimiento de la brecha entre ricos y pobres, lamentablemente la balanza termina inclinándose hacia la derecha.

Pero claro, todo depende del enfoque que uno le quiera dar.

“De cualquier modo, en lo que respecta a esta dimensión, parece claro que durante el kirchnerismo bajaron la pobreza y el desempleo aceleradamente hasta 2008 y que, al menos, la distribución del ingreso hacia los trabajadores formales mejoró ostensiblemente desde 2003.”

pero sin embargo era menor que en el ultimo año de crecimiento de la convertivilidad, por lo que no alcanza para decir que es un gobierno izquierda, progresista o como se quiera…

: 1) la fenomenal ampliación previsional y la reestatización del sistema jubilatorio; 2) la activación masiva de los convenios colectivos de trabajo; 3) la puesta en marcha del Consejo del Salario Mínimo con la participación de la CGT y la CTA; 4) el establecimiento de la paritaria nacional docente que fortalece al sindicato Ctera-CTA y asegura mínimos en un sector diezmado y fragmentado en los ’90; 5) la Asignación Universal por Hijo y la expansión de las cooperativas de desocupados; 6) la ley de medios audiovisuales entendida como impulsora del derecho “social” a un acceso más plural a la información.

  1. posterior despilfarro de recursos de la anses que demuestran otra intencion, por lo que me parece hipocrita
  2. convenios colectivos con resultados mas bajos que los inflacionarios, aunque se desconozca oficialmetne este hecho…
    3):deivid:
  3. cuantos paros y amenazas de paro se necesitan cada año para los aumentos docentes??
  4. la asignacion universal por hijos es al a mitad
  5. :deivid:

si con eso ya somos de izquierda, centro izquierda, progresistas, tenemos el eje corrido


por qué el análisis de los de afuera está bien y el de los de adentro no??

Muy buen artículo. Yo creo que la balanza queda inclinada del centro a la izquierda, pero son puntos de vista, como dice metal.

Son puntos de vista, sin lugar a duda.

Para mí, hay algo que, al margen de cualquier ecuación que podramos hacer sobre las medidas de gobierno, tira mucho a este gobierno para la izquierda: Los apoyos que recibe. Gran parte de los sectores y los estandartes de la centroizquierda e izquierda con décadas de historia previa al kirchnerismo, hoy se identifican con este gobierno.

La balanza para mi es muy cargada a la isquierda y no solo por politicas econominas
si no las sociales…

El asco y odio que genera en la derecha más rancia también inclina la balanza hacia la izquierda. Convengamos que nadie odiado por Grondona, Marcos Aguinis, Morales Sola, Pepe Eliaschev y Magdalena Ruiz Guiñazu puede ser muy de derecha, que digamos.

Lo dijo Mirtha en el 2003… “se viene el zurdajee” :lol:

el otro dìa que asco me diò la vieja Guiñazù… un periodista le preguntó algo y dijo: “de que medio sos?” que tipa repugnante

sssactamente los representantes de la derecha de este pais son tan … de derecha que harian ver como marxista-leninista hasta al raton mickey.

Crítica del constitucionalista Gargarella a la nota de Etchemendy (ambos son profesores de UTDT):

Link: Seminario de Teoría Constitucional y Filosofía Política.: Etchmendy, la izquierda, y la sombra del pasado kirchnerista

Etchemendy, la izquierda, y la sombra del pasado kirchnerista

Martín nos pasaba este link a una nota, como siempre polémica, provocadora e interesante, de Sebastián Etchmendy, en Pagina12, sobre Izquierda y Kirchnerismo, que en parte nos concierne. La nota de Sebas, acá, y una primera respuesta (vendrá otra), acá abajo:

Creo que el texto del querido Sebastián tiene montones de problemas serios, pero acá mencionaré sólo algunos de entre ellos.

• Yo puedo acordar con Sebastián cuando nos dice que “una perspectiva central para el debate derecha-izquierda es, obviamente, la socioeconómica.” Pero cuando el texto avanza y no se abre a las demás perspectivas, la cosa se pone sospechosa. Es decir, de un plumazo, Sebastián nos sacó del tablero todo lo que tiene que ver con las demás banderas fundamentales de la izquierda: descentralización del poder; combate al autoritarismo; crítica del hiper-presidencialismo; rechazo a las políticas de “mano dura” (nunca olvidemos que Kirchner-Scioli, en materia de reformas penales, son las políticas de Blumberg). La izquierda latinoamericana tiene una historia de casi doscientos años de pelea contra el autoritarismo presidencialista (pienso en la primera izquierda chilena, anti-portaliana; en el jacobinismo de Francisco Bilbao y Santiago Arcos; en el “Yo acuso” de Francisco González Vigil contra el General Gamarra, en Perú; en el radicalismo anti-bolivariano de Colombia; en Juan Montalvo y “mi pluma lo mató” contra García Moreno, en Ecuador), que Sebastián borra en un instante.

• Sebastián dice que “la batalla en el capitalismo no es sólo por la distribución del ingreso, sino por las condiciones, instituciones, ‘mecanismos de hegemonía’ dentro de los cuales, y a través de los cuales, esa disputa se procesa. Ser de izquierda no es mover la distribución del ingreso con una manija, también es construir y fortalecer las instituciones, actores y derechos para librar esa puja en los próximos tiempos.” Pero no parece advertir que esta afirmación le juega en contra, y no a favor. Ocurre que el kirchenrismo ha representado, en la práctica, la destrucción de los mecanismos institucionales para el control y la decisión colectivas sobre la política-económica. Ello, por un lado, a través del obvio socavamiento de las instituciones existentes al servicio del control y la fiscalización (Fiscalía de Investigaciones –episodio Garrido; Consejo de la Magistratura; Indec); sino también por medio de otras medidas que van más allá de la tradicional estructura de los “frenos y contrapesos,” como la aberrante, insólita, injustificable discriminación y degradación a que ha sometido a la central obrera de la CTA.

• Ahora, una vez que reconocemos que el kirchnerismo no ha ayudado al fortalecimiento, sino al debilitamiento, de los mecanismos politico/institucionales de control y decisión popular, para favorecer la acumulación del poder político en sus propias manos, propondría que nos concentremos en el aspecto socio-económico que más le interesa a Sebastián. Allí, retomaría las preocupaciones de Sebastián por examinar lo que ocurre en “la batalla en el capitalismo,” pero para señalar lo contrario de lo que él sugiere: Nadie puede negar que el kirchnerismo es, de modo puro y duro, abiertamente aceptado por sus máximas autoridades, un grupo político que brega por un capitalismo tradicional, de sesgo exportador-industrialista. El modelo del kirchnerismo es, qué duda cabe, uno de acumulación capitalista, basado casi exclusivamente en políticas de dólar alto y algunos restricciones a la importación (discutimos hace poco, por acá mismo, los excelentes argumentos de Daniel Aspiazu al respecto). Y es, por lo demás, una de las peores versiones de dicho modelo - capitalismo de amigos, capitalismo de derrame. Pero resulta que ahora este modelo es un modelo de izquierda, o que debe ser reivindicado por la izquierda ??? Desde cuándo Sebastián? No lo sabía!!

• De las medidas citadas por Sebastián, defendería como buen primer paso la Asignación por Hijos, pero me mantendría en cautela respecto de la mayoría de las restantes: ni la nacionalización ni la pelea anti-monopólica tienen sentido si no sirven para el fortalecimiento del poder popular. Si decimos que nacionalizamos una empresa para dársela a unos amigos cercanos (YPF, Aerolíneas), o combatimos un monopolio para crear uno propio, esas peleas no deben resultar atractivas, para la izquierda. La izquierda -sugeriría- quiere la colectivización, el control popular de los recursos estatales, y no, por caso, que pongan la bandera argentina en YPF, mientras se permite que los recursos de todos sigan estando en pocas manos.

• Claramente, el hecho de que en un seminario organizado por el amigo Levitsky y por Ken Roberts se diga tal o cual cosa sobre la izquierda latinoamericana y sus expresiones, agrega bien poco al debate. Esto no significa decir nada en contra de los conocimientos de los profesores norteamericanos citados, pero sí pretende rechazar lo que aparece como un simple argumento de autoridad. Lo cierto es que no hay por qué reverenciar lo que diga ninguna autoridad académica internacional sobre el tema --menos, cuando no se nos presentan ninguno de los argumentos por ellos empleados: sólo se trata de enrostrarnos una cita de autoridad, como si ello sirviera de algo a la hora de hilvanar una argumentación. (Pregunta: Será en este seminario en donde se determinó que el capitalismo de amigos debe ser considerado de izquierda?)

• Más allá de lo anterior (no aceptar un argumento basado meramente en la autoridad de quien lo dice), agregaría que toda la ciencia política internacional pudo considerar, durante décadas, que los gobiernos de Europa del Este eran de izquierda. Yo seguiría sosteniendo que eran un insulto a la izquierda, e incompatibles con los más elementales ideales de izquierda, vinculados con el autogobierno colectivo, y no con su opuesto.

• Tampoco tomaría en serio las preocupaciones socio-sicológicas de Sebastián, sobre las taras que serían propias de algunos de los críticos del kirchnerismo, desde la izquierda (supongo que frente a la sanidad mental de quienes lo defienden). Destaco, de todos modos, que hay allí un simplismo y reduccionismo extraordinarios. Así, por ejemplo, en la idea de que muchos intelectuales de izquierda pasaron de la reivindicación de la revolución a la defensa de una “visión restrictiva y liberal de la democracia, donde nada se (pone) en juego.” Me maravillan las raras especies académicas con que parece rodearse Sebastián, y sobre todo me asombra su intento de convertir ese raro exotismo intelectual en argumento para una disputa política.

• En definitiva, me gustaría preguntarle a Sebastián desde cuándo es que considera al capitalismo de amigos como una variante de una política de izquierda, mucho más, cuando viene de la mano de la concentración de la autoridad política. En otros términos, y para concluir: Sebastián quiere que a un modelo de acumulación capitalista tradicional, riqueza concentrada, y autoridad política concentrada, lo llamemos de izquierda. Yo creo exactamente en lo contrario: para mí la izquierda requiere lo opuesto, es decir, democracia económica y política. La izquierda nos pide una drástica reducción en los índices de desigualdad, y la descentralización de la toma de decisiones políticas. El modelo de capitalismo kirchnerista nos da justo lo contrario, es decir, concentración de la riqueza, e híper-presidencialismo político.

Me parece que le pifia en varias cosas la respuesta al artículo, demasiado subjetivo.

  1. No deja de resultarme curioso como a un mismo gobierno se lo puede acusar permanentemente de garantista, y al mismo tiempo de sostenedor de “mano dura”. Tampoco veo ningún fundamento en la asociación Blumberg - Kirchner - Scioli. No veo políticas de represión, de criminalización de la protesta, ni estigmatización de la pobreza en el oficialismo . Tampoco veo como “hiper-presidencialista”, donde la enorme mayoría e las medidas de gobierno se aprobó o frenó en el Congreso (125) o en el Poder Judicial ( Ley Medios).

  2. Le concedo lo del INDEC, estamos todos de acuerdo. Pero me parece más bien todo lo contrario, que el Estado está recuperando mecanismos de control de precios, de política económica, de manejo del banco central, que habían quedado librados a manos del mercado, así que no veo que se estén destruyendo esos mecanismos. Los exageradísimos adjetivos “aberrante, insólita, injustificable”, es una deuda pendiente, sin dudas. Pero la CTA con este gobierno se ganó el derecho a internvenir en las negociaciones en igualdad de condiciones que la CGT, y más alla de la personería, tiene cada vez más importancia en las negociaciones, prueba de ellos es que un sector importantísimo de la misma apoya esta gestión, así que no me parece tan “aberrante e insólita”. Ceder la personería implica un cambio gigante respecto a 50 años de historia. Hay que hacerlo, pero no es tan sencillo como firmar un papel, como parece plantearse. Desde ya me encantaría que en la plataforma para 2011 se incluya este ítem.

  3. Es un modelo que intenta ser desarrollista, o capitalismo exportador-industrialista, sin dudas, nadie lo tomaría como un modelo socialista. Ahora, de ahí a creer que es “una de las peores versiones del capitalismo”, es no haber vivido en la Argentina durante 10 años. O no tener memoria, lo que es lo mismo.

  4. Cual es la fundamentación del argumento de que la intención es “reemplazar un monopolio por otro” ? Asumiendo que se refiere a la ley de medios, la misma establece divisiones muy claras en el espectro audiovisual, 33% para estados nacional, provincial, municipal, 33% para privados, y 33% para ONG. Hay límites bien claros a la acumulación de licencias. De que monopolio estamos hablando entonces, si por definición se está limitando la concentración ?

PD: muy bueno el link igual, me lo bookmarqueé, está muy copado el debate que se armó en los comentarios.

Lo banco a Gargarella, a pesar de que estoy en desacuerdo en casi todos los puntos de su artículo.

Yo puedo acordar con Sebastián cuando nos dice que “una perspectiva central para el debate derecha-izquierda es, obviamente, la socioeconómica.” Pero cuando el texto avanza y no se abre a las demás perspectivas, la cosa se pone sospechosa. Es decir, de un plumazo, Sebastián nos sacó del tablero todo lo que tiene que ver con las demás banderas fundamentales de la izquierda: descentralización del poder; combate al autoritarismo; crítica del hiper-presidencialismo; rechazo a las políticas de “mano dura” (nunca olvidemos que Kirchner-Scioli, en materia de reformas penales, son las políticas de Blumberg). La izquierda latinoamericana tiene una historia de casi doscientos años de pelea contra el autoritarismo presidencialista (pienso en la primera izquierda chilena, anti-portaliana; en el jacobinismo de Francisco Bilbao y Santiago Arcos; en el “Yo acuso” de Francisco González Vigil contra el General Gamarra, en Perú; en el radicalismo anti-bolivariano de Colombia; en Juan Montalvo y “mi pluma lo mató” contra García Moreno, en Ecuador), que Sebastián borra en un instante.

• Sebastián dice que “la batalla en el capitalismo no es sólo por la distribución del ingreso, sino por las condiciones, instituciones, ‘mecanismos de hegemonía’ dentro de los cuales, y a través de los cuales, esa disputa se procesa. Ser de izquierda no es mover la distribución del ingreso con una manija, también es construir y fortalecer las instituciones, actores y derechos para librar esa puja en los próximos tiempos.” Pero no parece advertir que esta afirmación le juega en contra, y no a favor. Ocurre que el kirchenrismo ha representado, en la práctica, la destrucción de los mecanismos institucionales para el control y la decisión colectivas sobre la política-económica. Ello, por un lado, a través del obvio socavamiento de las instituciones existentes al servicio del control y la fiscalización (Fiscalía de Investigaciones –episodio Garrido; Consejo de la Magistratura; Indec); sino también por medio de otras medidas que van más allá de la tradicional estructura de los “frenos y contrapesos,” como la aberrante, insólita, injustificable discriminación y degradación a que ha sometido a la central obrera de la CTA.

Coincido con todo

• Ahora, una vez que reconocemos que el kirchnerismo no ha ayudado al fortalecimiento, sino al debilitamiento, de los mecanismos politico/institucionales de control y decisión popular, para favorecer la acumulación del poder político en sus propias manos, propondría que nos concentremos en el aspecto socio-económico que más le interesa a Sebastián. Allí, retomaría las preocupaciones de Sebastián por examinar lo que ocurre en “la batalla en el capitalismo,” pero para señalar lo contrario de lo que él sugiere: Nadie puede negar que el kirchnerismo es, de modo puro y duro, abiertamente aceptado por sus máximas autoridades, un grupo político que brega por un capitalismo tradicional, de sesgo exportador-industrialista. El modelo del kirchnerismo es, qué duda cabe, uno de acumulación capitalista, basado casi exclusivamente en políticas de dólar alto y algunos restricciones a la importación (discutimos hace poco, por acá mismo, los excelentes argumentos de Daniel Aspiazu al respecto). Y es, por lo demás, una de las peores versiones de dicho modelo - capitalismo de amigos, capitalismo de derrame. Pero resulta que ahora este modelo es un modelo de izquierda, o que debe ser reivindicado por la izquierda ??? Desde cuándo Sebastián? No lo sabía!!

Coincido y agrego: el fascismo, entendido como un movimiento de extrema derecha, tenía políticas económicas autárticas y con un gran control del Estado. Pueden leer sobre las políticas de precios máximos de Hitler sino.

• De las medidas citadas por Sebastián, defendería como buen primer paso la Asignación por Hijos, pero me mantendría en cautela respecto de la mayoría de las restantes: ni la nacionalización ni la pelea anti-monopólica tienen sentido si no sirven para el fortalecimiento del poder popular. Si decimos que nacionalizamos una empresa para dársela a unos amigos cercanos (YPF, Aerolíneas), o combatimos un monopolio para crear uno propio, esas peleas no deben resultar atractivas, para la izquierda. La izquierda -sugeriría- quiere la colectivización, el control popular de los recursos estatales, y no, por caso, que pongan la bandera argentina en YPF, mientras se permite que los recursos de todos sigan estando en pocas manos.

Exacto, por eso sólo mencioné a la privatización de las AFJP como una medida de izquierda.

• Claramente, el hecho de que en un seminario organizado por el amigo Levitsky y por Ken Roberts se diga tal o cual cosa sobre la izquierda latinoamericana y sus expresiones, agrega bien poco al debate. Esto no significa decir nada en contra de los conocimientos de los profesores norteamericanos citados, pero sí pretende rechazar lo que aparece como un simple argumento de autoridad. Lo cierto es que no hay por qué reverenciar lo que diga ninguna autoridad académica internacional sobre el tema --menos, cuando no se nos presentan ninguno de los argumentos por ellos empleados: sólo se trata de enrostrarnos una cita de autoridad, como si ello sirviera de algo a la hora de hilvanar una argumentación. (Pregunta: Será en este seminario en donde se determinó que el capitalismo de amigos debe ser considerado de izquierda?)

Es verdad, los que vivimos el día a día podemos dar una opinión más completa. Lo que opinan del exterior se lleva a cabo mediante una abstracción muy grande. Ellos dicen “liberal, de derecha; proteccionista; de izquierda” y nada más lejos que eso. Pensemos en que, el proteccionismo termina yendo en contra de la competencia, lo que le da ventajas a los grandes empresarios locales que pueden manejar los precios y subirlos. ¿quiénes son los principales perjudicados por la inflación? Justamente, las principales personas a las que tiene que ayudar un gobierno de izquierda.

• Más allá de lo anterior (no aceptar un argumento basado meramente en la autoridad de quien lo dice), agregaría que toda la ciencia política internacional pudo considerar, durante décadas, que los gobiernos de Europa del Este eran de izquierda. Yo seguiría sosteniendo que eran un insulto a la izquierda, e incompatibles con los más elementales ideales de izquierda, vinculados con el autogobierno colectivo, y no con su opuesto.

Totalmente de acuerdo. En su momento ya lo dije en este foro, considerar que Stalin es de izquierda es absurdo. El stalinismo(lo denomino así porque está muy lejos de ser comunismo) es un sistema regresivo, absolutista, justo por lo que combatieron los primeros izquierdistas.

• Tampoco tomaría en serio las preocupaciones socio-sicológicas de Sebastián, sobre las taras que serían propias de algunos de los críticos del kirchnerismo, desde la izquierda (supongo que frente a la sanidad mental de quienes lo defienden). Destaco, de todos modos, que hay allí un simplismo y reduccionismo extraordinarios. Así, por ejemplo, en la idea de que muchos intelectuales de izquierda pasaron de la reivindicación de la revolución a la defensa de una “visión restrictiva y liberal de la democracia, donde nada se (pone) en juego.” Me maravillan las raras especies académicas con que parece rodearse Sebastián, y sobre todo me asombra su intento de convertir ese raro exotismo intelectual en argumento para una disputa política.

• En definitiva, me gustaría preguntarle a Sebastián desde cuándo es que considera al capitalismo de amigos como una variante de una política de izquierda, mucho más, cuando viene de la mano de la concentración de la autoridad política. En otros términos, y para concluir: Sebastián quiere que a un modelo de acumulación capitalista tradicional, riqueza concentrada, y autoridad política concentrada, lo llamemos de izquierda. Yo creo exactamente en lo contrario: para mí la izquierda requiere lo opuesto, es decir, democracia económica y política. La izquierda nos pide una drástica reducción en los índices de desigualdad, y la descentralización de la toma de decisiones políticas. El modelo de capitalismo kirchnerista nos da justo lo contrario, es decir, concentración de la riqueza, e híper-presidencialismo político.

Creo que eso encaja con lo último que dije, el kirchnerismo es un sistema que tiene una tendencia a centrar el poder en pocas personas, como pasaba antes de que surgiera el termino “izquierda”.

asi es