FUERA DE JUEGO: CRISTIAN GONZALEZ
“Lo veo en Chile y me quiero morir”
Símbolo y jugador fetiche de la era Bielsa en la Selección, el Kily aún no cree que el Loco esté en la otra vereda. Dice que le gustaría que el Monumental lo reciba con aplausos, y hasta busca explicar la anemia de gloria de la Mayor: “No da la talla”.
IGNACIO FUSCO
—¿Para tanto?
—A los gritos, sí. Se lo decía a mis amigos, lo vivía discutiendo. “¿Chile? Pero qué va a dirigir Chile, vos estás loco, ni en pedo”, les decía. Cuando me enteré, obvio, me quería morir. Todavía lo veo en Chile y me quiero morir. Porque, viste, qué sé yo, para mí Bielsa es nuestro, aún lo siento como nuestro. Ojo, con los chilenos está todo bien, pero justo llevarse a Bielsa…
—¿Y sos uno de los tantos, Kily, que prevé un batacazo de Chile?
—El partido lo gana Argentina, de eso no hay dudas. Lo que sí se va a ver es lo que significa tener a Bielsa de tu lado: la vez que empatamos 2-2 en Núñez, la última Eliminatoria, festejaban como si nos hubieran goleado, y ya no será así. A Argentina la va a atacar. Si Bielsa logró que Ortega marcara a Roberto Carlos…
—¿Cómo suponés que lo va a recibir la gente?
—A mí me encantaría que lo reciban con aplausos, pero también sé que los argentinos somos de memoria corta. Bielsa dejó un sello: atacar ante todos. Nosotros le ganamos a España, Italia y Alemania, allá, antes del Mundial 02, y ¿quién se acuerda de eso?
—Pero es obvio que se recuerde el Mundial.
—Porque si no sos primero, listo, no existís. Yo siempre pienso lo mismo: si no te toca, no te toca. Llamalo suerte, destino, qué sé yo. Cuando después del Mundial yo decía que nos habían eliminado por mala suerte me miraban con una cara: “Pero éste es mogólico. Sos un desastre, loco, entendelo”. Quizás, esto sí, Argentina no da la talla cuando tiene que darla.
—Holanda en el 98, Alemania en el 06, las finales con Brasil: siempre ante potencias. La talla.
—Por eso. Pero, ponele, ¿qué hizo mal Argentina en Alemania? ¿Qué, la vas a criticar por patear mal un penal? El fútbol no tiene verdades, y es lindo por eso. Mirá los Juegos de Atlanta 96: un mal paso del viejo Sensini y chau, festejó Nigeria. Pero después nosotros ganamos los Juegos de Atenas, y dicen que Bielsa no ganó nada. En el Mundial, para mí, se lo extrañó; cuando no estás, sos el mejor, es así. Es el baile del fútbol. Hay que bailar.
—Sorin, un jugador de Pekerman, se perdió en el olvido. ¿A vos te perjudicó ser de Bielsa?
—No lo sé, no creo. Al menos, jamás agacharía la cabeza por eso. Soy jugador de Bielsa. A ver, para que se entienda bien: después de la Copa América 04 volví a Capital y fui a cenar con mi mujer. Y salía del restorán, manso, cuando sentí que me frenaban de una muñeca. Era un hombre, sesenta, setenta años. “Déjeme decirle algo, muchacho. Ustedes perdieron, pero al verlos jugar así me sentí orgulloso de ser argentino”. Con Bielsa, la gente disfrutaba.
—¿Soñás con volver o…
—Y… ya tengo 33 años… Cada vez menos dinámica, je… Sí veo que faltan volantes por izquierda: a veces Maxi Rodríguez, ahora Jonás… Pero no hay mucho, me parece… Mi idea, la verdad, es retirarme en Central, levantarlo, salvarlo del descenso. La gilada habló mucho acá, se decía que yo me llevaba toda la plata, que tranzaba con todos. Escuchame, jugué diez años en Europa, ¿vos pensás que puedo necesitar algo? Pero yo le pongo el pecho, soy pasional. Ni mi señora me entiende. Hace poco, unas semanas después de la muerte de Fontanarrosa, me aparecí en casa con un tatuaje en un brazo: el Canaya, el dibujo del Negro en la camiseta de Central. Te podrás imaginar, pobre, la cara que me puso.
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