Entrevista a Basile en Hombre

ALFIO COCO BASILE
El técnico de la selección argentina fútbol en una entrevista exclusiva con Hombre en la que desnuda su alma. ¿Una mariconada digna de Marlon? Y sí, aunque no lo creas, el Coco resultó ser un tipo sensible.

-¿Cómo era tu barrio?
-Nací en Bahía Blanca y a los quince años me fui a jugar a la selección argentina. Había jugado en un preliminar de copa: yo tenía trece o catorce años, un bebote. Me eligieron entre todos los jugadores que había y me trajo Racing. Ahí comienza mi trayectoria futbolera y no me moví más de Buenos Aires, que es la ciudad que adoro. Siempre lo digo, la más linda del mundo. Conocí prácticamente todo el mundo y como Buenos Aires no hay.
-¿Te gusta más el Buenos Aires de hoy o el de hace 20 años?
-El barrio ya se fue, cambió. El barrio era sentarse en la vereda a tomar mate. Se conocían todos: si te faltaba pan, yerba o azúcar se lo pedías al vecino. Había una seguridad impresionante, era tremenda. Era distinta la vida, la novia del barrio, las pendejas, los muchachos, un ambiente sano. Ahora es un peligro, cambió todo. Pero igual me quedo con Buenos Aires.
-Te pusiste melanco. ¿Qué te hace llorar?
-Es muy difícil que llore. Sí lloro por dentro. Por ahí se me cae un lagrimón en una alegría. Una vez sola creo que lloré de emoción: cuando dirigía a Racing y ascendimos en el 85. Un 27 de diciembre en la cancha de River. Había sesenta mil personas de Racing… y lloraban todos… y ahí lloré yo también. Me contagiaron.
-¿Si te digo Pastoriza?
-Bueno, justo me tocaste al tipo que creo es el que más se asemeja a mí o yo a él. El hijo de él me lo dice cada vez que me ve. Cuando me lo cruzo en la cancha me abraza y me dice que soy igual a su viejo. Siempre me queda el recuerdo del día que falleció: fue en agosto del 2004. Jamás me lo voy a olvidar, jugamos en la primera de Racing juntos. Vivía en una pensión en ese momento, enfrente del viejo Canal 13, y comíamos milanesas, huevos fritos. Nos juntábamos ahí los muchachos, jugábamos a las cartas.
-¿Existe hoy ese compañerismo entre los jugadores?
-Menos. Hay más competencia, como en todas las cosas. Cuando uno juega está toda la familia feliz. Por eso yo siempre me fijo en los que no juegan: cómo actúan, cómo entrenan. Al tipo que sirve lo identificás más cuando no juega. Los otros no sirven, y a las manzanas podridas hay que rajarlas rápido.
-¿En la selección los jugadores te hacen escenas de celos?
-No, a mi no. Obviamente trato de estudiarlos y siempre digo que tengo las puertas abiertas. El que quiere saber que me venga a preguntar por qué juega o no, en vez de hablar con el periodismo. Tengo la puerta abierta para todos, y al que no juega más que al que juega. En la selección argentina yo cito 22. Y la diferencia es ínfima. Es lo mismo quién juegue. Depende de quién se levantó mejor ese día, pero es una elite. El que no juega es igual un fenómeno.
-¿Son como las modelos?
-No só cómo son (risas)… Peor deben ser, son minas.
-¿Sos muy machista?
-Hay gente que cree que tengo una personalidad dura, que soy un duro. Pero no te creas, he cambiado. Tengo pinta de machista por mi presencia, pero es un cuento. Es la pinta. Mirá, si hasta miro fútbol femenino.
-¿En serio?
-Sí, es una distracción, sale de la rutina. En Boca, por ejemplo, cuando salía de Casa Amarilla me quedaba después de hora para ver a las chicas entrenabando en la cancha de atrás. Había una con la “10”, zurda, que la rompía. Nadie se daba cuenta de que me quedaba mirándola.
-¿Cuál es el mejor jugador que viste?
-Como Maradona nunca vi a ninguno. Ni antes ni ahora. Pero es un caso especial. A Di Stefano nunca lo vi jugar, pero dicen que era un monstruo. Son tipos distintos. Hay uno cada 30, 40 años.
-¿Messi es un futuro Maradona?
-Hay que esperar, le falta trayectoria. Tiene unas condiciones bárbaras. Juega parecido, pero no hay que compararlo porque la gente va a querer que juegue como Maradona ya. Tiene las condiciones de un crack.
-¿Qué diferencia emocional hay entre ser jugador y director técnico?
-Emocionalmente sos el responsable de todo. Pero antes no era así. Ahora la gente le da demasiada transcendencia al entrenador, no sé si por culpa nuestra o del periodismo. Antes los técnicos formaban el equipo, no había cambios y La responsabilidad era de los jugadores. Hoy pasó a ser todo a la inversa. Inclusive cuando un jugador erra un penal la gente putea al técnico, porque lo mandó a patear el penal. Gracias a Dios, lo fundamental siempre van a ser los jugadores. Si no el fútbol no existiría: sería un partido de ajedrez entre dos técnicos. El técnico que tiene mejores jugadores es el que generalmente va a pelear el campeonato o sale campeón, y el que tiene peores jugadores por más grande que sea no pasará la mitad de la tabla. Esa es la verdad, basta de cuentos.
-¿Una anécdota de vestuario?
-Jugaban Racing y River en cancha de Racing. Faltando 15 minutos para terminar el partido me expulsaron. Me fui a bañar a la ducha solo, mientras los jugadores seguían jugando. Cuando salgo en bolas de la ducha, termina el partido, entran mis compañeros y entre ellos, Vittorio Gassman rodeado de gente. Con él estaba su mujer (que también había entrado), y creo que estaba hasta Libertad Leblanc (risas). Pero los quilombos que hacíamos nosotros, las boludeces que hacíamos de pibe, ahora no se hacen. Hoy los futbolistas son mucho más profesionales, más serios. En mi tiempo de jugador, el 90% fumaba. Fijate qué clase de atletas éramos. Lo que pasa es que los contrarios también fumaban. Salíamos de noche, pero los contrarios también.
-¿Cómo es el tema de la droga en el fútbol?
-En el tiempo mío no existía. Cuando yo empecé a jugar procesionalmente, la droga siempre se apuntaba en la farándula, no en el fútbol. Ahora la droga está por todos los rincones de la sociedad, es un drama. Y en esto hay que incluir a las inferiores.
-¿Hay muchos gays en el ambiente?
-Es una pregunta que está instalada desde siempre. Yo jamás, en los años que hace que estoy en el fútbol (casi cuarenta), vi un gay bañándose conmigo en el vestuario, nunca.
-¿Y las groupies?
-Los cholulos siempre van a existir. La gente va con el triunfador y sólo te quedan los amigos de siempre cuando perdés.
-Yo te preguntaba otra cosa. ¿Alguna vez colaron una mujer en las concentraciones?
-No, no se puede, si cada uno trae a alguien sería un quilombo, no. Tienen toda la semana para hacer lo que quieran. El jugador tiene que ser lo suficientemente inteligente para saber cómo rinde los domingos, de acuerdo a las veces que hace el amor y de la hora que se acuesta. En el tiempo nuestro yo me sentía un privilegiado físicamente.
-Bueno, contá…
-La verdad que era un tipo privilegiado porque entrenaba, me acostaba tarde y al otro día corría y jugaba. Los sábados jugaba en quinta división, a la noche iba a bailar y el domingo me pasaban a buscar y me llevaban a Avellaneda, y jugaba en la reserva cuando faltaban los titulares.
-¿A qué edad debutaste?
-A los quince recién cumplidos. Era verano (yo soy de noviembre). Fue en Bahía, me llevaron los grandes. En ese tiempo era la edad que se debutaba y algunos debutaban a los veinte (risas), era difícil. No debutabas con la piba del barrio: a ésa no le tocabas un brazo.
-¿Qué es lo primero que te atrae de una mujer?
-Los ojos, la mirada, la expresión. Y después obviamente todo lo que venga atrás. Gusto hay para todos: morochas, rubias. Cuando la conocí a mi mujer era castaña, de piel mate, y después cuando pasaron los años me gustó de rubia. Lo que me gusta en la mujer es lo que me hace sentir. Te despierta pasión primero, pero además debe haber tranquilidad, inteligencia, tolerancia, miles de cosas. Por ahí la misma mujer a otro no le sirve. La comunicación y la química sin tocarse es importantísima. Yo hace teinta y cinco años que estoy casado.
-Es una santa, ¿te deja salir a la noche?
-Imaginate que ya esta acostumbrada de cuando era joven, yo viajaba siempre, eso es lo más fácil. Qué me va a prohibir, ¡a esta altura me va a prohibir! Cuando era joven sí, me mataba si salía. Pero después, cuando pasan los años, si estás todo el día cansás a la mujer. Cuando pasan los años no podés estar todo el día en tu casa, le rompés las bolas. Estoy siempre menos los viernes y sábados o cuando viajo, pero es el trabajo nuestro.
-¿Qué dejaste por el fútbol?
-Para ganar hay que perder dice el tango ¿no? He ganado y he perdido como todo el mundo, como debe ser. Muchísimos títulos como jugador y técnico. Y he perdido mucho también. Pero uno se acuerda siempre de lo que ganó. Lo único que me faltaría para terminar la carrera es salir campeón con la selección argentina como técnico. Es lo que pretendo ahora. Es el último “acto de mi vida”.
-¿En serio no te acordás de lo que perdiste por una vida dedicada al fútbol?
-Lo que más me duele es que no estuve el tiempo necesario con mis hijos cuando eran chiquitos. Ahora me sobra el tiempo y nos vemos. Pero cuando eran chicos no podía llevarlos, como hace cualquier padre, a Palermo, a correr, a jugar al fútbol, a la calesita. Todas esas cosas las he hecho pero en cuentagotas, y eso lo lamento ahora. Creo que debo tener nietos para hacer lo que tendría que haber hecho cuando mis hijos eran chicos.
-¿Y cómo sos como abuelo?
-(Se emociona). Bárbaro. Tengo mi nietita de tres años, Danila Manuela. Manuela se lo puse yo porque es un nombre que me gusta. (risas). Me adora. Me dice “abu”, y viene corriendo cuando me ve. Estoy enloquecido. Lástima que no puedo salir mucho con ella, porque donde voy, vienen veinte mil pibes y los tenés que atender.
-No podés decir que no…
-Y… a los chicos les doy bola a todos. En cambio a los grandes les digo: “dejate de joder, dejame tranquilo”. Pero a los pibes no los podés defraudar.
-Al final sos un tierno
-(Sonríe). Sí, en el fondo soy un tierno.

	POR SILVINA ORFAL | FOTOS: CHRISTIAN WELCOMME  

http://www.hombre.uol.com.ar/edicion_0050/entrevistas/nota_01.htm
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BORRACHO
VIEJO CHOTO
PAJERO
BOSTERO

ALFIO COCO BASILE
El técnico de la selección argentina fútbol en una entrevista exclusiva con Hombre en la que desnuda su alma. ¿Una mariconada digna de Marlon? Y sí, aunque no lo creas, el Coco resultó ser un tipo sensible.

-¿Cómo era tu barrio?
-Nací en Bahía Blanca y a los quince años me fui a jugar a la selección argentina. Había jugado en un preliminar de copa: yo tenía trece o catorce años, un bebote. Me eligieron entre todos los jugadores que había y me trajo Racing. Ahí comienza mi trayectoria futbolera y no me moví más de Buenos Aires, que es la ciudad que adoro. Siempre lo digo, la más linda del mundo. Conocí prácticamente todo el mundo y como Buenos Aires no hay.
-¿Te gusta más el Buenos Aires de hoy o el de hace 20 años?
-El barrio ya se fue, cambió. El barrio era sentarse en la vereda a tomar mate. Se conocían todos: si te faltaba pan, yerba o azúcar se lo pedías al vecino. Había una seguridad impresionante, era tremenda. Era distinta la vida, la novia del barrio, las pendejas, los muchachos, un ambiente sano. Ahora es un peligro, cambió todo. Pero igual me quedo con Buenos Aires.
-Te pusiste melanco. ¿Qué te hace llorar?
-Es muy difícil que llore. Sí lloro por dentro. Por ahí se me cae un lagrimón en una alegría. Una vez sola creo que lloré de emoción: cuando dirigía a Racing y ascendimos en el 85. Un 27 de diciembre en la cancha de River. Había sesenta mil personas de Racing… y lloraban todos… y ahí lloré yo también. Me contagiaron.
-¿Si te digo Pastoriza?
-Bueno, justo me tocaste al tipo que creo es el que más se asemeja a mí o yo a él. El hijo de él me lo dice cada vez que me ve. Cuando me lo cruzo en la cancha me abraza y me dice que soy igual a su viejo. Siempre me queda el recuerdo del día que falleció: fue en agosto del 2004. Jamás me lo voy a olvidar, jugamos en la primera de Racing juntos. Vivía en una pensión en ese momento, enfrente del viejo Canal 13, y comíamos milanesas, huevos fritos. Nos juntábamos ahí los muchachos, jugábamos a las cartas.
-¿Existe hoy ese compañerismo entre los jugadores?
-Menos. Hay más competencia, como en todas las cosas. Cuando uno juega está toda la familia feliz. Por eso yo siempre me fijo en los que no juegan: cómo actúan, cómo entrenan. Al tipo que sirve lo identificás más cuando no juega. Los otros no sirven, y a las manzanas podridas hay que rajarlas rápido.
-¿En la selección los jugadores te hacen escenas de celos?
-No, a mi no. Obviamente trato de estudiarlos y siempre digo que tengo las puertas abiertas. El que quiere saber que me venga a preguntar por qué juega o no, en vez de hablar con el periodismo. Tengo la puerta abierta para todos, y al que no juega más que al que juega. En la selección argentina yo cito 22. Y la diferencia es ínfima. Es lo mismo quién juegue. Depende de quién se levantó mejor ese día, pero es una elite. El que no juega es igual un fenómeno.
-¿Son como las modelos?
-No só cómo son (risas)… Peor deben ser, son minas.
-¿Sos muy machista?
-Hay gente que cree que tengo una personalidad dura, que soy un duro. Pero no te creas, he cambiado. Tengo pinta de machista por mi presencia, pero es un cuento. Es la pinta. Mirá, si hasta miro fútbol femenino.
-¿En serio?
-Sí, es una distracción, sale de la rutina. En Boca, por ejemplo, cuando salía de Casa Amarilla me quedaba después de hora para ver a las chicas entrenabando en la cancha de atrás. Había una con la “10”, zurda, que la rompía. Nadie se daba cuenta de que me quedaba mirándola.
-¿Cuál es el mejor jugador que viste?
-Como Maradona nunca vi a ninguno. Ni antes ni ahora. Pero es un caso especial. A Di Stefano nunca lo vi jugar, pero dicen que era un monstruo. Son tipos distintos. Hay uno cada 30, 40 años.
-¿Messi es un futuro Maradona?
-Hay que esperar, le falta trayectoria. Tiene unas condiciones bárbaras. Juega parecido, pero no hay que compararlo porque la gente va a querer que juegue como Maradona ya. Tiene las condiciones de un crack.
-¿Qué diferencia emocional hay entre ser jugador y director técnico?
-Emocionalmente sos el responsable de todo. Pero antes no era así. Ahora la gente le da demasiada transcendencia al entrenador, no sé si por culpa nuestra o del periodismo. Antes los técnicos formaban el equipo, no había cambios y La responsabilidad era de los jugadores. Hoy pasó a ser todo a la inversa. Inclusive cuando un jugador erra un penal la gente putea al técnico, porque lo mandó a patear el penal. Gracias a Dios, lo fundamental siempre van a ser los jugadores. Si no el fútbol no existiría: sería un partido de ajedrez entre dos técnicos. El técnico que tiene mejores jugadores es el que generalmente va a pelear el campeonato o sale campeón, y el que tiene peores jugadores por más grande que sea no pasará la mitad de la tabla. Esa es la verdad, basta de cuentos.
-¿Una anécdota de vestuario?
-Jugaban Racing y River en cancha de Racing. Faltando 15 minutos para terminar el partido me expulsaron. Me fui a bañar a la ducha solo, mientras los jugadores seguían jugando. Cuando salgo en bolas de la ducha, termina el partido, entran mis compañeros y entre ellos, Vittorio Gassman rodeado de gente. Con él estaba su mujer (que también había entrado), y creo que estaba hasta Libertad Leblanc (risas). Pero los quilombos que hacíamos nosotros, las boludeces que hacíamos de pibe, ahora no se hacen. Hoy los futbolistas son mucho más profesionales, más serios. En mi tiempo de jugador, el 90% fumaba. Fijate qué clase de atletas éramos. Lo que pasa es que los contrarios también fumaban. Salíamos de noche, pero los contrarios también.
-¿Cómo es el tema de la droga en el fútbol?
-En el tiempo mío no existía. Cuando yo empecé a jugar procesionalmente, la droga siempre se apuntaba en la farándula, no en el fútbol. Ahora la droga está por todos los rincones de la sociedad, es un drama. Y en esto hay que incluir a las inferiores.
-¿Hay muchos gays en el ambiente?
-Es una pregunta que está instalada desde siempre. Yo jamás, en los años que hace que estoy en el fútbol (casi cuarenta), vi un gay bañándose conmigo en el vestuario, nunca.
-¿Y las groupies?
-Los cholulos siempre van a existir. La gente va con el triunfador y sólo te quedan los amigos de siempre cuando perdés.
-Yo te preguntaba otra cosa. ¿Alguna vez colaron una mujer en las concentraciones?
-No, no se puede, si cada uno trae a alguien sería un quilombo, no. Tienen toda la semana para hacer lo que quieran. El jugador tiene que ser lo suficientemente inteligente para saber cómo rinde los domingos, de acuerdo a las veces que hace el amor y de la hora que se acuesta. En el tiempo nuestro yo me sentía un privilegiado físicamente.
-Bueno, contá…
-La verdad que era un tipo privilegiado porque entrenaba, me acostaba tarde y al otro día corría y jugaba. Los sábados jugaba en quinta división, a la noche iba a bailar y el domingo me pasaban a buscar y me llevaban a Avellaneda, y jugaba en la reserva cuando faltaban los titulares.
-¿A qué edad debutaste?
-A los quince recién cumplidos. Era verano (yo soy de noviembre). Fue en Bahía, me llevaron los grandes. En ese tiempo era la edad que se debutaba y algunos debutaban a los veinte (risas), era difícil. No debutabas con la piba del barrio: a ésa no le tocabas un brazo.
-¿Qué es lo primero que te atrae de una mujer?
-Los ojos, la mirada, la expresión. Y después obviamente todo lo que venga atrás. Gusto hay para todos: morochas, rubias. Cuando la conocí a mi mujer era castaña, de piel mate, y después cuando pasaron los años me gustó de rubia. Lo que me gusta en la mujer es lo que me hace sentir. Te despierta pasión primero, pero además debe haber tranquilidad, inteligencia, tolerancia, miles de cosas. Por ahí la misma mujer a otro no le sirve. La comunicación y la química sin tocarse es importantísima. Yo hace teinta y cinco años que estoy casado.
-Es una santa, ¿te deja salir a la noche?
-Imaginate que ya esta acostumbrada de cuando era joven, yo viajaba siempre, eso es lo más fácil. Qué me va a prohibir, ¡a esta altura me va a prohibir! Cuando era joven sí, me mataba si salía. Pero después, cuando pasan los años, si estás todo el día cansás a la mujer. Cuando pasan los años no podés estar todo el día en tu casa, le rompés las bolas. Estoy siempre menos los viernes y sábados o cuando viajo, pero es el trabajo nuestro.
-¿Qué dejaste por el fútbol?
-Para ganar hay que perder dice el tango ¿no? He ganado y he perdido como todo el mundo, como debe ser. Muchísimos títulos como jugador y técnico. Y he perdido mucho también. Pero uno se acuerda siempre de lo que ganó. Lo único que me faltaría para terminar la carrera es salir campeón con la selección argentina como técnico. Es lo que pretendo ahora. Es el último “acto de mi vida”.
-¿En serio no te acordás de lo que perdiste por una vida dedicada al fútbol?
-Lo que más me duele es que no estuve el tiempo necesario con mis hijos cuando eran chiquitos. Ahora me sobra el tiempo y nos vemos. Pero cuando eran chicos no podía llevarlos, como hace cualquier padre, a Palermo, a correr, a jugar al fútbol, a la calesita. Todas esas cosas las he hecho pero en cuentagotas, y eso lo lamento ahora. Creo que debo tener nietos para hacer lo que tendría que haber hecho cuando mis hijos eran chicos.
-¿Y cómo sos como abuelo?
-(Se emociona). Bárbaro. Tengo mi nietita de tres años, Danila Manuela. Manuela se lo puse yo porque es un nombre que me gusta. (risas). Me adora. Me dice “abu”, y viene corriendo cuando me ve. Estoy enloquecido. Lástima que no puedo salir mucho con ella, porque donde voy, vienen veinte mil pibes y los tenés que atender.
-No podés decir que no…
-Y… a los chicos les doy bola a todos. En cambio a los grandes les digo: “dejate de joder, dejame tranquilo”. Pero a los pibes no los podés defraudar.
-Al final sos un tierno
-(Sonríe). Sí, en el fondo soy un tierno.

	POR SILVINA ORFAL | FOTOS: CHRISTIAN WELCOMME  

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