EL NUEVO HINCHA DE RIVER . publicada en la Revista1986

[LEFT]Los que peinamos canas -o no nos peinamos- venimos advirtiendo cambios radicales en el comportamiento del aficionado riverplatense. Si bien River, el club mas grande de la Argentina, siempre ha tenido un poder de convocatoria colosal, la conducta de su gente (hasta bien entrado el siglo XXI) era mas bien parca, hasta reticente. La soberbia de quien se sabe el mas grande y ganador de esta maravillosa disciplina deportiva, se demostraba mirando las campañas con la lupa de la excelencia y, en no pocas ocasiones, con el desdén de quien sólo apoya cuando los once del campo “transmiten” con juego la identidad de la casaca. La conducta del hincha millonario era una suerte de desafío al resto, algo así como “nosotros vamos a ver a River cuando elegimos verlo, cuando juega bien, cuando gana y golea, no somos como Uds. que necesitan del aliento para sentirse alguien, a nosotros no nos define la hinchada, a nosotros nos definen los títulos”. Soberbia de grande, de ganador, de quien se sabe mejor, a veces extrema, es cierto, el paladar negro tiene muchas facetas. Quien esto escribe, ha visto al hincha -un domingo de los 80’- irse refunfuñando de la platea San Martín luego de haberle ganado a San Lorenzo, pero sin que al equipo le sobre nada. River debía mostrar su superioridad no solo en el resultado, sino en el desarrollo del juego. River tenía la obligación de humillar a su adversario, con ganarle no alcanzaba. Esta tremenda exigencia, bautizada como tres “G” (Ganar, Gustar, Golear), puede resultar excesiva, pero fue el factor indispensable para que River haya llegado a ser “El campeón del siglo XX”. En efecto, el secreto del éxito millonario tuvo una pata fundacional en sus tribunas, donde se creó aquella maravillosa ecuación -hoy tan olvidada- (E=E) EXIGENCIA=EXCELENCIA. En aquellas épocas de gloria, los altibajos en las tribunas eran moneda corriente. Si bien River como club popular siempre ha arrastrado multitudes, la presencia masiva se condicionaba a la actualidad futbolística. Si River jugaba bien, la gente iba a la cancha y apoyaba, si River jugaba mal, la gente le exigía que juegue bien, así de simple, sin tanta vuelta. Ahora bien, los tiempos han cambiado y una nueva generación de simpatizantes que no han bebido de las mieles de los éxitos deportivos, refugiaron su carencia en el aliento, en el denominado aguante. Para esta gran parte de los hinchas millonarios ya no importa el “jogo bonito” (jugando bien o jugando mal…), tampoco que River gane (aunque ganes o pierdas…), entiéndase bien, si River gana, mejor, si no gana “la banda va a estar presente”, igual. Por eso “le cerramo’ el c…a todas las hinchadas” (cantito bien de nacional B y terriblemente antipático para la vieja camada de hinchas). La tendencia se venía gestando desde la administración anterior (Aguilar), época en la que River comenzó a dejar girones de prestigio después de cada partido. Desde la tribuna, los hinchas observábamos -entre tristes y horrorizados- el paupérrimo nivel de juego y nombres desconocidos de jugadores que formaban el once de campo, la mayoría de ellos, sin estatura futbolística, algunos otros, un insulto para la rica historia millonaria. Los planteles no tenían identidad de juego, ya no devolvían nada desde abajo. Domingo a domingo advertíamos como ese suspiro de fútbol se iba desintegrando, hasta simbolizar lo extraño, lo inentendible, lo inexorablemente ajeno a nosotros. Cambiábamos el ADN. Cual aves carroñeras esperando la agonía de la presa, el conglomerado de clubes argentinos que nos enfrentaban, encontraron una excusa para mofarse –por fin- de quien a lo largo de la historia les hizo sentir el rigor de su superioridad. De males -ya en la administración Passarella- sobrevino un descenso, vivido por muchos, entre los que me cuento, como una suerte de “muerte deportiva”. Ya no había de que jactarse. Habíamos tocado fondo. Ese espacio errático generado por la escasas producciones y el arrío de las banderas históricas fue ocupado por el “nuevo hincha”. Lo primero que hizo, fue guardar e un cajón el paladar negro y entronizar la popularidad del club cristalizada en la tribuna fiel, incondicional, que agotaba las localidades desde Jujuy hasta Tierra del Fuego. Nacía “el aguante”. La hinchada dejaba de ver el campo de juego y se ponía de espaldas a él y de frente a las tribunas millonarias. No fue difícil dotar de cierta mística a la cruzada, si tenemos en cuenta que River cuenta con millones de hinchas desperdigados por el país y el mundo. Reconozco que ver las tribunas llenas de simpatizantes millonarios es una alegría para los ojos y el alma, además de llenar las arcas de tesorería y potenciar el marketing, dota de color al folclore del balompié. El desafío, creo, es ir a la cancha sin desdeñar el método que nos hizo los mas grandes (E=E). Alentemos sin dejar de exigir a jugadores, cuerpo técnico y dirigentes que SIEMPRE se encuentren a la altura de las circunstancias del club mas grande de la argentina. Una cosa, no es óbice de la otra. No dejemos la rica historia millonaria en manos de la espontaneidad y la moda, difundamos -sobre todo los mas grandes- la historia y la filosofía de un club que representa una forma de entender el fútbol y a la vida en sociedad. Siempre con la humildad de saber que no manejamos verdades apodícticas, pero también con la soberbia de saber que somos hinchas del club más grande de la Argentina.[/LEFT]

[LEFT]Los que peinamos canas -o no nos peinamos- venimos advirtiendo cambios radicales en el comportamiento del aficionado riverplatense. Si bien River, el club mas grande de la Argentina, siempre ha tenido un poder de convocatoria colosal, la conducta de su gente (hasta bien entrado el siglo XXI) era mas bien parca, hasta reticente. La soberbia de quien se sabe el mas grande y ganador de esta maravillosa disciplina deportiva, se demostraba mirando las campañas con la lupa de la excelencia y, en no pocas ocasiones, con el desdén de quien sólo apoya cuando los once del campo “transmiten” con juego la identidad de la casaca. La conducta del hincha millonario era una suerte de desafío al resto, algo así como “nosotros vamos a ver a River cuando elegimos verlo, cuando juega bien, cuando gana y golea, no somos como Uds. que necesitan del aliento para sentirse alguien, a nosotros no nos define la hinchada, a nosotros nos definen los títulos”. Soberbia de grande, de ganador, de quien se sabe mejor, a veces extrema, es cierto, el paladar negro tiene muchas facetas. Quien esto escribe, ha visto al hincha -un domingo de los 80’- irse refunfuñando de la platea San Martín luego de haberle ganado a San Lorenzo, pero sin que al equipo le sobre nada. River debía mostrar su superioridad no solo en el resultado, sino en el desarrollo del juego. River tenía la obligación de humillar a su adversario, con ganarle no alcanzaba. Esta tremenda exigencia, bautizada como tres “G” (Ganar, Gustar, Golear), puede resultar excesiva, pero fue el factor indispensable para que River haya llegado a ser “El campeón del siglo XX”. En efecto, el secreto del éxito millonario tuvo una pata fundacional en sus tribunas, donde se creó aquella maravillosa ecuación -hoy tan olvidada- (E=E) EXIGENCIA=EXCELENCIA. En aquellas épocas de gloria, los altibajos en las tribunas eran moneda corriente. Si bien River como club popular siempre ha arrastrado multitudes, la presencia masiva se condicionaba a la actualidad futbolística. Si River jugaba bien, la gente iba a la cancha y apoyaba, si River jugaba mal, la gente le exigía que juegue bien, así de simple, sin tanta vuelta. Ahora bien, los tiempos han cambiado y una nueva generación de simpatizantes que no han bebido de las mieles de los éxitos deportivos, refugiaron su carencia en el aliento, en el denominado aguante. Para esta gran parte de los hinchas millonarios ya no importa el “jogo bonito” (jugando bien o jugando mal…), tampoco que River gane (aunque ganes o pierdas…), entiéndase bien, si River gana, mejor, si no gana “la banda va a estar presente”, igual. Por eso “le cerramo’ el c…a todas las hinchadas” (cantito bien de nacional B y terriblemente antipático para la vieja camada de hinchas). La tendencia se venía gestando desde la administración anterior (Aguilar), época en la que River comenzó a dejar girones de prestigio después de cada partido. Desde la tribuna, los hinchas observábamos -entre tristes y horrorizados- el paupérrimo nivel de juego y nombres desconocidos de jugadores que formaban el once de campo, la mayoría de ellos, sin estatura futbolística, algunos otros, un insulto para la rica historia millonaria. Los planteles no tenían identidad de juego, ya no devolvían nada desde abajo. Domingo a domingo advertíamos como ese suspiro de fútbol se iba desintegrando, hasta simbolizar lo extraño, lo inentendible, lo inexorablemente ajeno a nosotros. Cambiábamos el ADN. Cual aves carroñeras esperando la agonía de la presa, el conglomerado de clubes argentinos que nos enfrentaban, encontraron una excusa para mofarse –por fin- de quien a lo largo de la historia les hizo sentir el rigor de su superioridad. De males -ya en la administración Passarella- sobrevino un descenso, vivido por muchos, entre los que me cuento, como una suerte de “muerte deportiva”. Ya no había de que jactarse. Habíamos tocado fondo. Ese espacio errático generado por la escasas producciones y el arrío de las banderas históricas fue ocupado por el “nuevo hincha”. Lo primero que hizo, fue guardar e un cajón el paladar negro y entronizar la popularidad del club cristalizada en la tribuna fiel, incondicional, que agotaba las localidades desde Jujuy hasta Tierra del Fuego. Nacía “el aguante”. La hinchada dejaba de ver el campo de juego y se ponía de espaldas a él y de frente a las tribunas millonarias. No fue difícil dotar de cierta mística a la cruzada, si tenemos en cuenta que River cuenta con millones de hinchas desperdigados por el país y el mundo. Reconozco que ver las tribunas llenas de simpatizantes millonarios es una alegría para los ojos y el alma, además de llenar las arcas de tesorería y potenciar el marketing, dota de color al folclore del balompié. El desafío, creo, es ir a la cancha sin desdeñar el método que nos hizo los mas grandes (E=E). Alentemos sin dejar de exigir a jugadores, cuerpo técnico y dirigentes que SIEMPRE se encuentren a la altura de las circunstancias del club mas grande de la argentina. Una cosa, no es óbice de la otra. No dejemos la rica historia millonaria en manos de la espontaneidad y la moda, difundamos -sobre todo los mas grandes- la historia y la filosofía de un club que representa una forma de entender el fútbol y a la vida en sociedad. Siempre con la humildad de saber que no manejamos verdades apodícticas, pero también con la soberbia de saber que somos hinchas del club más grande de la Argentina.[/LEFT]

Bonito? Otras épocas del mundo, no sólo nuestras. La única posibilidad de lograrlo en este momento es con un proyecto hecho de forma responsable, con respaldo económico (de más está decir por qué) que arme una verdadera escuela donde le enseñen a los pibes lo que cada vez saben menos. Comprando (igual, tampoco hay con qué) ya no se logra, la base tiene que ser el club.
Así y todo, si no se preocupan por proteger a los que “juegan”, modificando el reglamento si fuera necesario, se pueden ir olvidando de paladares negros para siempre.

A veces aburre ese discurso, es un poco repetitivo

Es un tema que a mi personalmente me duele mucho, la verdad yo nací riendome de los demas y sobre todo de los bosteros que tenian de idolos a la 12, me causaba tanta risa los miraba y pobrecitos, y cuando River se transformo en Boca, HOY SOMOS BOCA, ojo no le actual boca, hablo del boca de los 80 y 90, hoy sos puro aliento, pero lo nuestro es peor ya que nosotros tenemos uan historia de 100 años en la espalda que nos dice quienes fuimos, quienes somos, y renuncioamos a eso para transformarnos en monos alentadores.

Entiendo que los hinchas jóvenes se puedan sentir molestos o enojados pero tienen que entender que River no es esto, no es aguante VACIO sin un por que, y entre tantas cosas a River también lo condeno que su hincha sea permisivo al extrema de que nos fumos a la B alentando, yo mismo lo vi.

No soy necio y se que cambiaron las epocas, nadie pide ya que dejen el estadio vacio com fue siempre, NO, ya eso no pasara mas pero si que sean un poco masexigentes, vayan y revienten el monumental de gente pero pidan, exigían y sobre todo no olviden quienes fuimos, quienes somos, a mi esto de ser el nuevo boca con 80 mil monos alentando no se sabe a quien, NO ME VA., p`refiero 80 mil tipos puteando a Passarella y esperandolo a la salida todos lso domingo hasta que renuncie, eso sin dudas seria mejor que alentar por alentar, que ya vimo no sirvio de NADA.

PD: me voy a quedar con una parte de la nota “nosotros vamos a ver a River cuando elegimos verlo, cuando juega bien, cuando gana y golea, no somos como Uds. que necesitan del aliento para sentirse alguien, a nosotros no nos define la hinchada, a nosotros nos definen los títulos” seria lindo que los mas viejos recuerden esto y los jovenes lo entiendan, eso era River, NO ESTO.

Yo no tengo 40 años ni nada, soy joven, pero es cierto lo que dicen, y si bien, seguro los mas grandes ven diferencias mas notables, cualquiera se da cuenta de la clase de hincha que es el otro, ya con ver en Facebook las boludeces que ponen, te das cuenta, o lo que comentan en paginas como Olé, o LPM, algunos comentarios dan miedo, pero igual creo que no sólo es problema de River, sino de todos en general, hoy es moda, hacerle el aguante a un equipo, o gritar los goles por FB o Twitter, cuando ni siquiera saben contra quien juega River. Lo que pasa que en River, se nota mas por lo que supo ser el hincha de River en cierto momento, es como dejar de ser una persona elitista y refinada, para ser una persona “popular” o mejor dicho “hueca”

Se llegó a un punto en que hay algunos personajes que te tratan de bostero porque te molesta que River juegue horrible.

Ojo, a mi de pendejo en los 80 me molestaba que dijeran que River solo lleva gente cuando gana, que eramos amargos, que eramos nenes bien, aristocratas, que no eramos un equipo popular, etc… y me sorprende y me impresiona ver como la cancha se llena hoy como nunca antes para un partido de 5ta fecha de campeonato contra Colon. Me resulta inexplicable aun mas cuando veo la bombonera raleada con la 3ra bandeja vacia y la hinchada puteando desgañitadamente que echen al DT despues de que el equipo gane dando vuelta el resultado sobre la hora pero sin jugar del todo bien

Si creo que el hincha en general se banco en forma muy pasiva el descenso. Que si hubiera ocurrido en boca, no hubiera habido forma que los dirigentes sobrevivieran en el pais (ya ni hablemos de seguir en el cargo). Lo mismo ocurrio en Casla y lo mismo creo que ocurriria en el Rojo.

Lo ideal seria que la gente reviente siempre la cancha y que el equipo juegue bien y gane. Por qué sera tan dificil eso ?

Yo que se. Mi viejo es socio hace como 50 años y nunca dejó de ir a la cancha independientemente de como jugara el equipo, y lo mismo me transmitió a mí y mis hermanos llevándonos absolutamente siempre. Y sí, me acuerdo que la mayoría de las veces era ir a la cancha sabiendo que la Belgrano no iba a estar habilitada. Ni hablar partidos que no jugábamos por nada, o el partido vs GELP que se jugó sin visitantes y solo para socios. No había nadie, y ahora son todos los partidos para socios y con canje encima. No creo que lo que pasaba antes fuera mejor que lo que pasa ahora. A mí me gusta que la gente acompañe a la camiseta independientemente del resultado, si hay que putear es mejor hacerlo en la cancha que en un sillón. Son cuestiones personales, a mí no me daría la cara para ir solo cuando al equipo le va bien teniendo la posibilidad de ir siempre.

No es muy dificil de entender igual…

Si yo tengo un Cine de barrio, y proyecto una pelicula malisima, realmente de terror…

Pero… El cine se me llena cada vez que la proyecto, porque la sala de cine que poseo a pesar de tambien estar en muy mal estado y con pesimas comodidades, tiene un valor sentimental muy fuerte en el barrio.

Que voy a hacer yo como maximo dirigente del Cine? Cambio la pelicula por una mejor y modernizo el cine? o cobro cada semana la entrada mas cara dandoles un espectaculo de mierda y una comodidad horrible sin gastar un peso en mejorar ninguna de las dos cosas? Ya que de por si, la muchachada revienta el cine semana a semana.

Para pensar.

Pero boca a principios de los 80 tenia una cancha que realmente era un inodoro, despintada, se caia a pedazos, tenia un equipo de mentalidad perdedora, que jugaba horrible y que como el mismo tecnicazazo riverplatense Bianchi se ocupo de refrescar hace poco, ganaba un campeonato por cada 30 disputados. La gente iba siempre y se enorgullecia de su olor y su bosterismo, de su aguante, de su esencia popular, etc… Sin embargo, vino el niño Macri, refacciono el estadio, lo hizo mas “coqueto” y mas exclusivo y de a poco el estadio dejo de llenarse domingo tras domingo como antes, aun gozando de la etapa por lejos mas exitosa de la historia del equipo historicamente abnegado, sufriente y perdedor. No veo a muchos bosteros quejarse por el cambio. (algunos nostalgicos, si, pero no les da bola nadie)

Yo espero que algun dia en River elijan a una dirigencia que venga a poner guita, que refaccione la cancha en serio, que recomponga y modernice las inferiores y que compre los jugadores que hay que comprar, independientemente de si despues los resultados se dan o no. A River le pusieron “millonario” por algo. Y se hizo grande ganando los torneos que gano porque tenia la guita para armar los equipos con los jugadores indicados. De lo contrario, vamos a seguir en esta media tinta de parecernos al boca del aguante de los 80 pero a la vez pretendiendo que Sanchez, Mercado, Botinelli, G Pirez, Funes Mori, etc, jueguen “respetando la historia” al jogo bonito, toque, cambio de frente, lujo, caño, gambeta… Es como pedirle a los Wachiturros que suenen como la Filarmonica de Nueva York.