El falso “sincericidio” de Cristina

DERECHOS HUMANOS, SINFONÍA DE UN SENTIMIENTO
La Presidenta, enfurecida por la posible multitud que invadirá las calles en todo el país, el próximo 8 de noviembre, les pidió a los argentinos que digan lo que realmente piensan. Aquí, un humilde granito de arena a la cuestión.

¿Puede cambiar algo el 8N? En todo caso, ¿qué? Ya lo escribieron periodistas como Christian Sanz: si no les preocupa la manifestación, ¿por qué insisten en desprestigiar a sus consignas y a los que concurrirán a la misma? Ignacio Zuleta, periodista de Ámbito Financiero que invitó a este cronista a su programa de televisión, discutió sobre la supuesta resonancia que tendrá la marcha: “La protesta callejera no le preocupa al Gobierno (…) los centros urbanos son antiperonistas hoy y siempre”. Quien escribe estas líneas no coincide en lo más mínimo. El cristinismo perdió la inventiva de la gestión y, aún más, perdió la calle. Ese dato, un detalle para algunos analistas políticos, no deja dormir a los que toman las decisiones de este país.
¿La marcha se desarrollará en paz? El Gobierno no cuenta con la cantidad de personas dispuestas a realizar una contramarcha, como intentó hacer el expiquetero Luis D´Elía. Por ello, apela al miedo y a desgastar a los indecisos que están hartos de una forma de hacer política, de la soberbia de la Presidenta y de la inflación que carcome el bolsillo de todos los argentinos. La inseguridad, las trabas a la compra de dólares —en un país en que Cristina Fernández dice que no existe el cepo cambiario, pero que el diputado Roberto Feletti informa que nunca más nadie podrá comprar un mísero dólar— el temor a una eternización en el poder y el avance de un estado de control ciudadano que genera paranoia.
Cristina pide sinceridad y explica que ella siempre dijo lo que pensaba. ¿Alguien leyó en la plataforma electoral del 2011 que la Presidenta estatizaría el 51% de YPF? ¿O acaso mencionó en la campaña electoral que los argentinos no podrían comprar divisas extranjeras? ¿Dijo algo de combatir a la inflación o a la inseguridad? ¿Explicó qué haría con el transporte público, o se pronunció sobre una supuesta reforma de la constitución nacional, sus proyectos luego del 2015 o la revolucionaria idea del per saltum? Todo lo contrario. Su discurso chocó una y otra vez con la práctica. ¿Alguien puede estar en contra del amor entre los argentinos, la disminución de la pobreza y la igualdad social? Nadie. La batalla cultural está ganada, pero el problema señora Presidenta es que lo que repite constantemente en sus discursos y en la cuantiosa publicidad oficial, no es real. Para ser honestos, como ella pidió, no sabemos fehacientemente cuál es la realidad. ¿Cuáles son los índices de pobreza, los que dice el Indec?
La mandataria habló de libertad de expresión y que todos los argentinos podemos decir lo que nos plazca. Hasta ahora, es cierto. No existe la censura previa, pero también es cierto que las consecuencias de nuestros dichos están a la vista. Nada es gratis en la vida, nunca lo fue. Pero, ¿en qué momento de la historia argentina desde 1983 a la fecha, se persiguió de esta forma a la prensa? ¿Cuándo existió un aparato mediático y de propagandistas oficiales capaces de escribir que Jorge Lanata es un pedófilo por criticar a Gabriela Cerruti en cámara? Allí están los tuits de periodistas de Tiempo Argentino acusando de semejante barbaridad a un colega. Como columnista de Tribuna de Periodistas me sentí atacado por las infamias publicadas en ese medio y reproducidas por el aparato estatal. Decenas de fuentes de información del libro “El negocio de los derechos humanos” le rezan a Santa Cristina cada noche para no perder sus trabajos y hasta se arrepienten de haber dicho lo que dijeron. Un colega que difundió los sueldos de los hijos de Luis D´Elia estaba preocupado porque a su fuente la echaron de la Anses, acusándolo de espionaje. Otro colega prefiere bajar el tono de las críticas porque lo “apretaron” por un tema de evasión de impuestos. ¿Y la justicia? ¿En qué quedó la división de poderes? ¿Podemos hablar de República? En Internet hablan de las fortunas de ciertos periodistas, ¿acaso se indignan de los sueldos y los patrimonios injustificables y en blanco de los funcionarios de su gobierno? ¿Cómo hizo tanta platita en estos años? Es cierto, como le dijo a Rafael Flores a mediados de los 80 en la lejana Santa Cruz, que para hacer política había que juntar plata, pero ¿no se les fue la mano?
Por último, este periodista no pudo dejar de ponerse nervioso cuando, en su último discurso, mencionó la cuestión de los derechos humanos: “Si no les gusta el gobierno por los derechos humanos, que lo digan”. ¿Tanto le molestó la tapa de un libro que es una investigación periodística que debería servir a sus intereses para quitarse de encima a los corruptos y no volver a cometer gruesos errores? ¿Su política de derechos humanos implica que haya familias que quedaron sin sus prometidas viviendas por la estafa de la Fundación Madres de Plaza de Mayo o ex trabajadores que aún no hayan cobrado sus correspondientes indemnizaciones? En ningún momento se expresó que la política de derechos humanos sea errónea, sino que se han utilizado las nobles banderas para un beneficio propio y partidario.
¿Cómo explica que hay extrabajadores que hace un año piden recibir lo que se ganaron y solo hayan recogido como respuesta aprietes y amenazas? ¿De qué política hablamos cuando el mural frente a ciudad oculta ha sido pintado con su rostro y consignas vacías como “millones de computadoras”, “igualdad”, “diversidad”, “Tecnópolis para todos” y “Él está con nosotros”? ¿Esa es la política de inclusión social en los barrios postergados de la ciudad? ¿Recorrió la Presidenta la Autopista Buenos Aires-La Plata? Tal vez encuentra al lado del camino, justamente, personas fuera del camino. No solo son números. Son rostros, miradas sin esperanza, sin educación, intentando sobrevivir al día a día. A ellos no les preocupa si al gobierno alguien quiere desestabilizarlo o no, tampoco les interesa el Grupo Clarín ni un cuatro de copas hablando del negocio de los derechos humanos. Ellos quieren respuestas ya.
Basta de discursos consignistas y cínicos. La droga, la desesperanza, la falta de educación y de trabajo, están dejando a una generación entera de argentinos fuera del progreso. Sería bueno que la mandataria comprendiera que fogoneando la división entre la sociedad, una inmensa masa de la llamada clase media aumenta su bronca contra esos desprotegidos que Cristina dice defender. Si realmente es nacional y popular, debería sentir algún sentimiento por los desprotegidos de ayer y de hoy. Más allá de su pelea eterna con el llamado “monopolio” Clarín.

Luis Gasulla

DERECHOS HUMANOS, SINFONÍA DE UN SENTIMIENTO
La Presidenta, enfurecida por la posible multitud que invadirá las calles en todo el país, el próximo 8 de noviembre, les pidió a los argentinos que digan lo que realmente piensan. Aquí, un humilde granito de arena a la cuestión.

¿Puede cambiar algo el 8N? En todo caso, ¿qué? Ya lo escribieron periodistas como Christian Sanz: si no les preocupa la manifestación, ¿por qué insisten en desprestigiar a sus consignas y a los que concurrirán a la misma? Ignacio Zuleta, periodista de Ámbito Financiero que invitó a este cronista a su programa de televisión, discutió sobre la supuesta resonancia que tendrá la marcha: “La protesta callejera no le preocupa al Gobierno (…) los centros urbanos son antiperonistas hoy y siempre”. Quien escribe estas líneas no coincide en lo más mínimo. El cristinismo perdió la inventiva de la gestión y, aún más, perdió la calle. Ese dato, un detalle para algunos analistas políticos, no deja dormir a los que toman las decisiones de este país.
¿La marcha se desarrollará en paz? El Gobierno no cuenta con la cantidad de personas dispuestas a realizar una contramarcha, como intentó hacer el expiquetero Luis D´Elía. Por ello, apela al miedo y a desgastar a los indecisos que están hartos de una forma de hacer política, de la soberbia de la Presidenta y de la inflación que carcome el bolsillo de todos los argentinos. La inseguridad, las trabas a la compra de dólares —en un país en que Cristina Fernández dice que no existe el cepo cambiario, pero que el diputado Roberto Feletti informa que nunca más nadie podrá comprar un mísero dólar— el temor a una eternización en el poder y el avance de un estado de control ciudadano que genera paranoia.
Cristina pide sinceridad y explica que ella siempre dijo lo que pensaba. ¿Alguien leyó en la plataforma electoral del 2011 que la Presidenta estatizaría el 51% de YPF? ¿O acaso mencionó en la campaña electoral que los argentinos no podrían comprar divisas extranjeras? ¿Dijo algo de combatir a la inflación o a la inseguridad? ¿Explicó qué haría con el transporte público, o se pronunció sobre una supuesta reforma de la constitución nacional, sus proyectos luego del 2015 o la revolucionaria idea del per saltum? Todo lo contrario. Su discurso chocó una y otra vez con la práctica. ¿Alguien puede estar en contra del amor entre los argentinos, la disminución de la pobreza y la igualdad social? Nadie. La batalla cultural está ganada, pero el problema señora Presidenta es que lo que repite constantemente en sus discursos y en la cuantiosa publicidad oficial, no es real. Para ser honestos, como ella pidió, no sabemos fehacientemente cuál es la realidad. ¿Cuáles son los índices de pobreza, los que dice el Indec?
La mandataria habló de libertad de expresión y que todos los argentinos podemos decir lo que nos plazca. Hasta ahora, es cierto. No existe la censura previa, pero también es cierto que las consecuencias de nuestros dichos están a la vista. Nada es gratis en la vida, nunca lo fue. Pero, ¿en qué momento de la historia argentina desde 1983 a la fecha, se persiguió de esta forma a la prensa? ¿Cuándo existió un aparato mediático y de propagandistas oficiales capaces de escribir que Jorge Lanata es un pedófilo por criticar a Gabriela Cerruti en cámara? Allí están los tuits de periodistas de Tiempo Argentino acusando de semejante barbaridad a un colega. Como columnista de Tribuna de Periodistas me sentí atacado por las infamias publicadas en ese medio y reproducidas por el aparato estatal. Decenas de fuentes de información del libro “El negocio de los derechos humanos” le rezan a Santa Cristina cada noche para no perder sus trabajos y hasta se arrepienten de haber dicho lo que dijeron. Un colega que difundió los sueldos de los hijos de Luis D´Elia estaba preocupado porque a su fuente la echaron de la Anses, acusándolo de espionaje. Otro colega prefiere bajar el tono de las críticas porque lo “apretaron” por un tema de evasión de impuestos. ¿Y la justicia? ¿En qué quedó la división de poderes? ¿Podemos hablar de República? En Internet hablan de las fortunas de ciertos periodistas, ¿acaso se indignan de los sueldos y los patrimonios injustificables y en blanco de los funcionarios de su gobierno? ¿Cómo hizo tanta platita en estos años? Es cierto, como le dijo a Rafael Flores a mediados de los 80 en la lejana Santa Cruz, que para hacer política había que juntar plata, pero ¿no se les fue la mano?
Por último, este periodista no pudo dejar de ponerse nervioso cuando, en su último discurso, mencionó la cuestión de los derechos humanos: “Si no les gusta el gobierno por los derechos humanos, que lo digan”. ¿Tanto le molestó la tapa de un libro que es una investigación periodística que debería servir a sus intereses para quitarse de encima a los corruptos y no volver a cometer gruesos errores? ¿Su política de derechos humanos implica que haya familias que quedaron sin sus prometidas viviendas por la estafa de la Fundación Madres de Plaza de Mayo o ex trabajadores que aún no hayan cobrado sus correspondientes indemnizaciones? En ningún momento se expresó que la política de derechos humanos sea errónea, sino que se han utilizado las nobles banderas para un beneficio propio y partidario.
¿Cómo explica que hay extrabajadores que hace un año piden recibir lo que se ganaron y solo hayan recogido como respuesta aprietes y amenazas? ¿De qué política hablamos cuando el mural frente a ciudad oculta ha sido pintado con su rostro y consignas vacías como “millones de computadoras”, “igualdad”, “diversidad”, “Tecnópolis para todos” y “Él está con nosotros”? ¿Esa es la política de inclusión social en los barrios postergados de la ciudad? ¿Recorrió la Presidenta la Autopista Buenos Aires-La Plata? Tal vez encuentra al lado del camino, justamente, personas fuera del camino. No solo son números. Son rostros, miradas sin esperanza, sin educación, intentando sobrevivir al día a día. A ellos no les preocupa si al gobierno alguien quiere desestabilizarlo o no, tampoco les interesa el Grupo Clarín ni un cuatro de copas hablando del negocio de los derechos humanos. Ellos quieren respuestas ya.
Basta de discursos consignistas y cínicos. La droga, la desesperanza, la falta de educación y de trabajo, están dejando a una generación entera de argentinos fuera del progreso. Sería bueno que la mandataria comprendiera que fogoneando la división entre la sociedad, una inmensa masa de la llamada clase media aumenta su bronca contra esos desprotegidos que Cristina dice defender. Si realmente es nacional y popular, debería sentir algún sentimiento por los desprotegidos de ayer y de hoy. Más allá de su pelea eterna con el llamado “monopolio” Clarín.

Luis Gasulla

No es por ser mala onda, pero no podés hacer un thread y poner todos los artículos ahí? Hace falta crear uno por cada artículo? Ya te lo dijeron 10 veces.

Ya hay tema del cacerolazo.

Cortar el pasto ahora es cosa de robots

Cómo son las nuevas máquinas que emprolijan el jardín sin requerir atención humana; todavía son equipos muy caros

En su poema Así fue como le salió la joroba al camello , el escritor Rudyard Kipling recomendaba la jardinería como remedio para el mal humor. Posiblemente no habría visto con buenos ojos lo que los expertos describen como un “creciente mercado” de aparatos que pueden cuidar el jardín por uno.

A principios de año, varios nuevos robots cortacésped aparecieron en el mercado internacional de la mano de marcas como Honda, Robert Bosch y John Deere. Miimo es el primer robot comercial de Honda y se lanzó para uso doméstico, aunque cabe decir que los robots cortacésped rondaban en el sector hace tiempo. De hecho, la marca sueca Husqvarna lanzó su primer modelo en 1995.

MERCADO LENTO

Suena tentador reclinarse en una reposera con una bebida fría mientras un robot del tamaño de una tortuga pulula alrededor de tus pies cortando el pasto, pero por alguna razón, la idea no termina de despegar.

Mientras hay evidencias de que el apetito europeo por los aparatos para la jardinería está creciendo, con una expansión de un 30% el pasado año según la agencia de noticias Bloomberg, otros indicadores destacan que las ventas todavía son pequeñas.

Un Miimo de Honda.
El vendedor de máquinas cortacésped a través de internet Mowdirect (dedicado al mercado británico), afirma que lleva nueve años ofreciendo robots a sus clientes. Pero el más vendido, Robomow, fabricado por una firma israelí, tan sólo supone entre un 2% y un 3% de sus ventas. “No han sido publicitados agresivamente”, cuenta el director Stuart Drake, “pero el año que viene se darán muchos lanzamientos”.

El dueño de una tienda de tecnología sueca, Moheda Jarnhandels, dijo a Bloomberg que había vendido 60 robots cortacésped en 2012, en comparación con sólo 10 en 2007.

La industria parece apuntar con estos robots al mercado del lujo, ya que el modelo más barato, el Robomow, cuesta alrededor de US$ 1400, mientras que el Miimo, no menos de US$ 3200.

SENSORES

Honda dice que Miimo tiene una batería recargable que emplea tan sólo US$ 19 de electricidad para mantener un jardín medio.

Funciona cortando “poco y a menudo”, diseñado para podar un par de milímetros de césped varias veces a la semana, en lugar de tener que lidiar con plantas crecidas en extremo, y esto lo hace con su estructura llena de sensores que le ayudan a orientarse alrededor de los arbustos evitando preciadas flores.

Una Robomow RM510 con su estación de recarga de energía.
Como otros aparatos similares (como las aspiradoras hogareñas robotizadas tipo Roomba ), usa una combinación de sensores para detectar obstáculos sólidos en su camino o marcadores en forma de alambres enterrados que demarcan el área que el jardinero prefiere que evite.

Algunos robots como los Automower de Husqvarna pueden ser controlados remotamente por GPS usando un iPad, pero según el profesor Chris Melhuish, director del Laboratorio de Robótica Británico, el GPS por si solo no es lo ideal para trabajar un jardín de tamaño medio.

“El micro-GPS no es lo suficientemente bueno”, explica, “pero no necesitas tener algo enterrado. Puedes establecer una línea de marcadores, que pueden ser de rayos infrarrojos o microlasers”.

SOCIALMENTE INTELIGENTES

Puede que el despegue sea lento, pero el profesor Melhuish predice que estos “robots de servicio”, como los cortacésped o las aspiradoras-limpiadoras, están destinados a convertirse en un modo de vida. “Van a darse muchas oportunidades en los próximos cinco a diez años”, dice. “Del mismo modo que cuando salieron las primeras computadoras todo el mundo dijo que para qué las queríamos, estos aparatos formarán parte de la infraestructura. La clave, y es en ello que trabajamos en este momento, es una interacción sana entre humano y robot”, añadió.

“Esto significa no sólo hacer un robot obediente, es hacer que tenga inteligencia social. Si un robot te entrega algo caliente o afilado, por ejemplo, necesita saber si tiene tu atención. Si fuera algo que pudiera conseguir por US$ 160, quitándole media docena de marcadores, entonces serviría, eso estaría bien”, finalizó…