Algun mod me lo cambia de lugar que lo mande en cualquier lado?? :lol::lol: elbo
[b]Hay muchas cosas que me gustan de la vida. Pero sólo dos me resultan absolutamente indispensables: el fútbol y las mujeres (algún geek se acaba de infartar porque no nombré a internet).
Y como sé que no soy el único que tiene la dicha de que su vida gire alrededor de estas dos cosas tan maravillosas, marche un post repleto de paralelismos infantiles, metáforas obvias, humor chabacano, alguna guarangada en forma aislada, un toque de machismo, y la única intención de sacar unas sonrisas. Se hace lo que se puede.
El fútbol y las mujeres (el fútbol y el chamuyo) tienen mucho más que ver de lo que pensábamos…

Cada uno de tus amigos, cada uno de esos buitres desagradables, insoportables, que conforman tu grupo, tiene un rol a la hora del chamuyo. Siempre fue así. No estoy descubriendo nada: todos lo sabemos. Cada uno juega su papel, y lo hace dejando la vida en la cancha (bueno, no todos).
Así como en el Sagrado Deporte. Veamos de qué se trata esto. [/b]
El Arquero

Posición poco grata si las hay, el arquero es el jugador más bastardeado del mundo del fútbol. Históricamente un puesto ocupado por inútiles con la pelota en los pies, frustrados jugadores de campo que se vieron recluidos en la cueva por su absoluta falta de talento, gorditos simpáticos que son dueños de la pelota, en fin: desde el potrero hasta el Maracaná, el arquero siempre fue un tipo despreciado por sus pares. El mismo Diego ha llegado a decir que los arqueros son “todos boludos”.
Desde este humildísimo espacio, marche una reivindicación para el guardameta. Porque en el fútbol, hay arqueros “ganapartidos”: es una posición que debe estar bien cubierta, porque es silenciosamente necesaria.
Así también en el mundo del chamuyo, donde el arquero cumple una función ingrata pero indispensable: atajar los bagartos.
Si señores, así es. El arquero es aquel tipo que posee una especie de disfrute (perverso podríamos decir) por comerse a las menos agraciadas. A las feitas. A las que nadie más quiere entrarles.
No se sabe a ciencia cierta si le gustan las feas, si las ve lindas, o si no le queda otra: la cuestión es que el tipo se lastra feas. Casi exclusivamente. Las ataja.
En todo grupo de mujeres (y esta es una regla que no tiene excepciones) hay una que es fea. Y cuando digo fea no es “fea”. Cuando digo fea es FEA. Incómoda de ver. Las famosas “Fiat Uno” (porque de atrás parecen un Tipo).
Y da la casualidad que, más temprano que tarde, esa fea se va a convertir en un escollo para que algún buitre del grupo se lastre a alguna suertuda un poco más agraciada por la naturaleza. Aquí aparece el arquero, lanzándose por el aire y atajando, a mano cambiada, a ese flor de bagarto que nadie quiere tocar ni con un láser. Y lo hace con una dedicación, con un amor por su trabajo, con un orgullo… Digno de admiración.
Parafraseando a una famosa publicidad… “Vos sos el arquero de mi vida”. Gracias, cancerbero. Por existir.
EL 4 SIN PROYECCIÓN

Posición emblemática, el 4 sin proyección es, como su nombre lo indica, un 4 tímido. Si por casualidad la pelota le cae en los pies, descarga rápidamente hacia alguno de los centrales y si es necesario hacia el arquero, pero jamás se le ocurre levantar la cabeza e intentar avanzar. Mucho menos picar al vacío cuando se abre un espacio por su banda.
Jamás pasa la mitad de cancha. No sabe, en palabras de Eber, “si hay vida después de mitad de cancha”. Cuida su quintita, se preocupa que nadie pase por su banda, pero si cruza la línea del mediocampo siente que le falta el aire.
El 4 tímido está de novio. Más que de novio, casado. Más que casado, esclavizado (¿es que hay diferencias?). En muchos grupos es objeto de diversos delirios por su espartana fidelidad. A pesar de ser –la lealtad a la pareja- una virtud destacable (sí, es difícil de decir, pero lo es), el 4 tímido lleva esa virtud a un extremo irritante. No chamuya. No encara. Si por casualidad es encarado por una zorra ávida de sexo, revolea la pelota afuera de la cancha, haciéndose merecedor de una estruendosa silbatina (por parte de los demás buitres, para quienes rechazar una mujer es no sólo incomprensible, sino imperdonable). Algunos dicen que no se quiere tentar, otros que es un tipo de principios, los más confianzudos lo llaman “pollerudo”. Pero la realidad es que el 4 no va, no se proyecta, ni siquiera para tirar un centro a los demás.
El 4 tímido no se proyecta ni en vacaciones, ni en otro país, ni con una máscara, ni en un cabarulo. Muchos buitres-amigos no entienden para qué carajo sale. Porque claro, el buitre lleva en su ADN aquello de que el hombre sale a cazar y no a hacer pesca deportiva. Pero el 4 tímido no entiende de genética, de razones, de cuestiones hormonales. Cosas de la fidelidad.
En resumidas cuentas, el 4 no va, no se proyecta, no pica, no abre la cancha, no le pasa por el costado al 8.
Hay quien dice que si no va, es porque sabe que después no va a poder volver.
EL 3 QUE VA, VA Y VA

Siguiendo con los laterales, nos vamos ahora a la izquierda. Y aquí el 3 viene a ser el antagonista exacto de lo dicho respecto del 4: simétricamente opuesto, el 3 no puede dejar de ir para adelante.
Esto es mucho más que una característica de juego, o una circunstancia del partido; esto es un estilo de vida señores. Este 3 no entiende de táctica, de estrategias, de posicionamiento, de cálculo, de relevos. Él simplemente va. Y cuando digo va, es va: sale disparado hacia el ataque, sin importar las probabilidades de éxito, el sector por el cual el equipo está atacando, si el otro lateral se proyectó. En resumidas cuentas, le importa todo un carajo.
Vos vas controlando la pelota en la mitad de la cancha, tranquilo, levantás la cabeza, mirás para delante y lo ves: oblicuamente, en dirección al banderín del corner opuesto del rival, él está levantando la manito, esperando el pelotazo cruzado. Y no importa cuántas veces tu equipo recupere la pelota, el tipo siempre está proyectado esperando el pelotazo.
El 3 se chamuya absolutamente a toda mina que le pase por delante. A todas. No tiene reparos en picar una, y otra, y otra vez, aunque sepa que 9 de cada 10 proyecciones terminen en la nada misma, o inclusive en gol del rival. El tipo va por el boliche, por la calle, en el subte, en el bondi, desde su auto (al auto de al lado, en el semáforo), así, por la vida, simplemente encarando. Lindas, feas, gordas, flacas, petisas, lungas, con mal aliento, con perfume, pelo largo, corto, con arito en la nariz, tatuadas, monjas, comunistas, ecologistas, peluqueras, empleadas de una rotisería, enfermeras, secretarias del dentista, dentistas, reventadas, puritanas, fisicoculturistas, vecinas, astrónomas: todo le da, prácticamente, lo mismo.
Estadísticamente hablando, el 3 gana más que nadie. Sí, así es. Es muy claro: encara más que nadie, chamuya más que nadie, y gana, efectivamente, más que nadie. Por supuesto que también rebota como loco, ya que su estilo a veces coquetea con la desesperación.
Se lo ve seguido al 3 en el pasillo que conduce al baño de mujeres, apoyadito en la pared, trago en mano, ofreciéndole un traguito a cada mina que pasa, agarrándolas del brazo, diciéndoles “me enamoré de vos”, en fin.
Prueba con todo lo que tiene a disposición, y algo, de tanto ir para adelante, generalmente se lleva.
EL 6 QUE NO SALE DE LA CUEVA

Ya sabemos de quién estamos hablando. El 6, segundo central, marcador central por izquierda, que no se mueve de su posición ni de casualidad. Ni por el fruto de una confusión. El tipo se siente cómodo en su hábitat: el área propia. Solvente por lo general en los rechazos, en el corte oportuno, en la barrida a tiempo, una vez que tiene la pelota en los pies descarga con rapidez en un lateral y se planta al suelo: no hay posibilidad de que el tipo, aisladamente, se vaya al área contraria. Ni en una pelota parada, ni en una jugada de contrataque, nada: el tipo se planta, y no intentes convencerlo.
El 6 que no sale de la cueva entra al boliche, apoya el codo en la barra y lo atornilla: si pasás dentro de dos horas, va a estar exactamente en la misma posición. Por esta cercanía con la expedición de bebidas espirituosas es que su estado etílico suele ser preocupante, al extremo de perder, al final de la noche, (casi) por completo el habla.
Entre sus características, además de las mencionadas, se destaca que gasta dinero como si no hubiera un mañana (es claro, no puede estar un minuto sin un vaso en la mano). Uno en verdad no sabe si es que no le gustan las minas, si es tímido, si es vergonzoso. En verdad es bastante inexplicable. Pero el tipo mantiene sus principios hasta las últimas consecuencias: no hay forma de que salga a chamuyar. Su lugar es la cueva, y allí se queda: en la cancha el área, en el boliche la barra.
De cualquier manera, en sus mangas también habita un as: de tanto en tanto, en una jugada aislada, una pelota parada, vuela el balón por el aire, y aunque nadie sabia que él estaba por ahí, milagrosamente la bola encuentra su cabeza, colándose veloz, cruzada, con seguro destino de red. Ahí la tribuna se viene abajo. Ojo: el 6 nunca sale de la cueva, pero si clava un gol, es importante (sí, varios estarán recordando a Samuel contra el América de México, Libertadores 2000…).
Así, ha pasado (hay testimonios, inclusive gráficos) que el 6 que nunca sale de la cueva, sin haberse movido de la barra en toda la fuckin noche, es visto retirándose del establecimiento con una señorita que los muchachos no dudan en catalogar como “perra de antología”. Y se retira de la manito, con la mina completamente enamorada, y con la cara de satisfacción de quien sabe que no la pone seguido pero que esa noche la regla será excepción. Nadie entiende bien cómo lo hizo. La muchachada en verdad no se explica cómo sucedió. El 6 sabe que en realidad, sólo espera su oportunidad para meter la cabeza (sin metáfora) en el momento justo.
Lo que se dice un tiempista.
EL 5 DESTRUCTOR

En nuestro sagrado deporte (esta vez me refiero al fútbol) el afamado “5 destructor” es un personaje entrañable. Tipo recio, de armas tomar, que no se achica en ninguna cancha, habitualmente se convierte con facilidad en ídolo de la hinchada. Y no es para menos: nos ofrece cada fecha un festival de patadas de kung fu, tomas de Jiu Jitsu, codazos mútiples y, en fin, todo tipo de intentos de homicidio. Su tarea primordial está claramente definida: impedir que el rival juegue, estropear por completo su circulación de pelota, su creación de juego, sus intentos por avanzar con la pelota pegada al piso. Es un enemigo declarado de la lírica y no tiene complejos en admitirlo. No repara en discernir entre medios y fines, para él sólo hay fines: desarticular por completo todo intento de buen fútbol. Si para hacerlo tiene que acudir a cualquier técnica antirreglamentaria, no se le van a caer los anillos.
En definitiva, el 5 destructor resume y combina lo que en el fútbol se suele llamar “huevos”. El ejemplo gráfico que ilustra esta cita es elocuente al respecto.
Ahora bien, dicho que en el fútbol el 5 destructor es un tipo que con facilidad se ganará nuestros corazones, cabe añadir que en el chamuyo… esto no es tan así. Y es que lo mismo que hace con el fútbol lo hace con el chamuyo: destruirlo. Veamos de quién se trata.
Su principal característica es su elevado y permanente nivel del alcohol en sangre. Puede negociar muchas cosas en una noche, pero jamás su ebriedad, a la cual considera poco menos que sagrada. Hasta acá vamos bien. Pero sucede que este personaje, una vez ingresados al boliche, bar, o escenario de en cuestión, pareciera no tener otra ocupación que arruinar todos y cada uno de los intentos de chamuyo que vos o tus secuaces intenten. Si estás hablando con unas minas y lo ves, a lo lejos, acercarse, con un vasito de plástico que (suponés) contiene Fernet Capri con Pepsi a medio tomar, acude el pánico: sabés que se está por ir todo a la mismísima mierda. Y efectivamente. Se acerca, ingresa al grupo de “conversación”, se toma un minuto (sólo uno) para semblantear el ambiente, sin meter bocadillo alguno, y acto seguido en su cabeza se abre un menú desplegable, en el cual figuran sus opciones para ejecutar en ese momento:
- Proponer enfiestarlas.
- Tirarle la boca a la más próxima. Ante su negativa, decirle “puta”.
- Tocarles el culo. A todas.
- Tirarles el trago en la cabeza.
- Gritar “aguante Chaca, putas”.
De esas opciones elige una (o más de una, en esos casos el final puede ser trágico) y se lanza al ataque.
El resultado es sabido: en tres minutos, de las minas no quedó ninguna, y estás vos, tus demás amigos, y el 5 destructor cagándose (literalmente) de risa. Te sorprendés a vos mismo planeando su muerte, pero la amistad es mas fuerte y seguís para adelante.
Lo mejor que podés hacer es alejarte lo más posible del 5 para que te deje laburar tranquilo. No tiene reparos en irrumpir en grupos numerosos, en parejas, no le importa, siempre está listo para acercarse lentamente y tirar su siniestra patada a destiempo, que te saca de la cancha al instante.
Ojo, no siempre va con mala intención: a veces simplemente es un burro. Un burro alcoholizado.
A pesar de lo dicho sobre el 5 destructor, hay un valor innegable en su conducta, y es que resulta un generador de anécdotas nato. Al día siguiente, seguramente el grupo se va a relamer recordando las actitudes del 5, que con el tiempo adquieren un carácter épico que en el momento no resulta visible. Así, nos encontraremos diciéndole, meándonos de la risa, “¿te acordás cuando la escupiste y le gritaste ‘aguante Flema, loco’?”.
EL 7 ASISTIDOR

Si pensamos en un número siete, el histórico, el clásico segundo punta, pensaríamos en un Guillermo, en un Delgado, en un Piojo López (ya sé, lo hacía mal, pero jugaba de siete o no?). Si tuviéramos que definirlo, sin duda se nos viene a la cabeza su insaciable apetito asistidor. Se trata de un tipo que entra a la cancha con un claro objetivo: que el 9 la meta. En realidad, que la meta cualquiera. Él se pone al borde del offside, espera el pase al vacío, el pelotazo, y sale disparado para buscar el desborde y tirar el centro al segundo palo. Y no lo hace por simple obligación: acepta su rol de actor de reparto, asume que la tapa del diario no estará dedicada a él: en otras palabras, honra su posición.
Trasladándonos (como siempre) al pantanoso (¿?) terreno del chamuyo, el siete es aquel amigo que, sencillamente, se ocupa de abastecer. Los fanáticos del Winin’ diríamos: es un “tirador de triángulos”. Es que esa es su especialidad: el centro atrás, el pase al vacío, la descarga entre líneas, el dejarte mano a mano con el arquero.
El siete es un tipo que habitualmente (ojo, no siempre) está de novio, y que ha decidido ser fiel a su compromiso amoroso. Pero ojo, a diferencia del famoso y nunca bien ponderado “enconchado” (aquel amigo que es un jodón bárbaro, hasta que engancha una minita, se pone de novio, y no aparece por 5 años, ni para ir a comer una pizza), el siete no deja en banda al equipo, y está presente en todas y cada una de las salidas porque antes que la novia están los pibes, y antes que el amor está la joda. A pesar de ser un tipo fiel, que honra su relación, no se recluye en las tinieblas de la barra, ni (peor) se escapa furtivamente del boliche aprovechando el general estado de alcoholismo, no. El siete permanece en el recinto y hace lo que mejor sabe hacer: asistir. Ya que él no puede convertir, hace lo posible (y a veces, lo imposible) para que conviertan los demás. Y esto, que implica una innumerable cantidad de actitudes, se traduce principalmente en la gran característica del siete asistidor: te hace la segunda.
Sí, te hace la segunda. Vos estás pisteando a lo loco, tranquilo, y por ahí la ves, tremenda mina, con una pollera cortita (la famosa “bufanda”), bailando y moviendo el cuerpito como… como una fucking perra. Y a su lado… a su lado está su amiga (su única amiga, dicho sea de paso), que te tiene anonadado, por su increíble parecido con Blas Giunta. No es fea, es incómoda de ver. Y sabés que encarar a la potra esa sin ocuparte de su amiga es directamente suicida, porque sabemos (lo hemos tratado antes en el Curso) que un dúo de amigas exige que ambas sean chamuyadas, para evitar que la compañera mosquee (dícese de persona que adopta una actitud de mosca).
Y vos, que no seguís aquella máxima de Howard Wolowitz (“busca chicas con una amiga fea, y luego sorpréndelas estando con su amiga fea”), necesitás un escudero que te haga el aguante con Giunta Giunta Giunta (Huevo huevo huevo). ¿Quién está a tu lado, cual Robin, para socorrerte? Claro: el siete asistidor. Que te hace la segunda con un estoicismo conmovedor, bancándose el aliento a orco que Blas seguramente tiene, y que va a aguantar ahí, entreteniendo al bagartin, el tiempo que sea necesario hasta que vos cumplas con tu objetivo y te levantes a esa zorra.
Sé que te pasó. Sé que alguna vez vos mismo fuiste el siete asistidor. Todos brindamos por vos: seguí derrochando magia, nunca dejes de tirar triángulos.
El 10

¿Hace falta describir a este jugador? Es el N°10. El enganche. El puesto que, dicen, “está en extinción”.
Si en el fútbol el 10 es un jugador invalorable, en el mundo del chamuyo (que, bien sabemos, podría ser un deporte olímpico) lo es aún más. Tener a un enganche del chamuyo en el grupo no-tiene-precio (gracias Mastercard). Se trata de aquel integrante del equipo que organiza, planea y (eventualmente) ejecuta los ataques. Que entra al boliche y, cuando está en la barra pidiendo un trago, ya tiene en la cabeza cuáles son los siguientes pasos a seguir. Dueño de una visión de juego única, el diez es el jugador que todos los equipos quisieran tener: de vez en cuando convierte, pero no es su prioridad. Ante todo, él pone el bienestar del equipo, y por una buena noche sacrifica su propio placer sin dudarlo.
Hablemos claro: es el amigo que te tira la posta respecto a cuál grupo conviene encarar, que rompe el hielo con una facilidad insólita, que tiene el chiste justo para el momento indicado, que sabe como aflojar cualquier resistencia que los femeninos puedan oponer (diríamos, futboleramente: te abre cualquier defensa), y que te permite, simplemente, entrar. Porque, y esto es evidente, cuando el diez tiene la pelota, genera espacios. Y cuando hay espacios, los buitres hacen su trabajo (o lo intentan, da igual).
El diez, señores, or-ga-ni-za el juego. No es lo suyo el despliegue físico, ni siquiera lo es la técnica individual, no: lo suyo es armar, crear, generar. A partir de su inagotable suela surgen innumerables oportunidades de cacería: sabe como penetrar en cualquier grupo de mujeres, sabe entrarles, permite que el resto del equipo se acople y se inicien incontables romances (de una noche, por supuesto).
No debemos olvidar que suele ser el diez aquel que, oportunamente, tiene un “grupito de amigas” para presentar, y en su infinita solidaridad, no encanuta, no es egoísta: se ocupa de presentar, de unir lazos, de tejer encuentros, de favorecer el amor (o el sexo, que viene a ser lo mismo).
Este ser humano ha sido dotado con un don invalorable: el carisma (definido históricamente con el ambiguo “tiene ese no se qué”, el indeciso “ese qué se yo”, el impreciso “tiene ALGO”, y el cursi “tiene ángel”). Con ese carisma, desparrama rivales por doquier y nos permite a nosotros, buitres del montón, sucios carroñeros en busca de un plato que lamer, colgarnos de sus tetas (Moria dixit) y disfrutar de sus bondades. La verdad sea dicha: a este pibe no hay cerrojo que se le resista. Es capaz de abrir cualquier defensa, de penetrar en cualquier grupo, de lograr que aquellas ortivas del rincón, que parece que se equivocaron y entraron al boliche cuando buscaban la entrada al Museo de Ciencias Naturales, se destapen, tomen algo, hablen animadamente, y eventualmente, si acompaña la suerte, descorchen (perdón lo gráfico de la metáfora, pero es irreemplazable).
Ciertamente, este maravilloso abridor de defensas, este genuino generador de espacios, este verdadero buque rompehielos (“Almirante Irizar”, le han gritado por las pistas de zona sur), es, como dijimos al principio, una especie en extinción. Pero que los hay, los hay.
El Goleador

Si cerramos los ojos y tenemos que imaginarnos a un 9 se nos viene a la cabeza un Martín Palermo. Un Batistuta. Un Samuel Eto’o. ¿Quién es un 9? Mejor dicho, ¿qué es un 9?
La respuesta es clara, y surge en parte de los ejemplos mencionados: un 9 es un tipo que vive por y para el gol. Si no moja, su misma razón existencial se pone en tela de juicio, se siente vacío de contenido, ausente en su propio ser. En resumidas cuentas, su vida pierde todo sentido.
Al aire que respira, el agua que bebe, la comida de la que se alimenta, cabe agregar al gol, que es el elixir que consume fecha a fecha para continuar siendo. Un 9 que no hace goles es una contradicción en sí mismo.
Y es que es así: no hay otra cosa en su cabeza que no sea hacer un gol. No importa si el gol es lindo, si es feo, si es con la cabeza, con el pie, con el culo, con la cadera, con el muslo, con la patilla izquierda: el tipo quiere mojar, de eso vive.
Y en el chamuyo, claro que sí, el 9 también vive del gol. Literalmente: si no la mete, su vida pierde sentido.
El tipo entra al boliche, al bar, al casamiento (para consultar por lugares de chamuyo, ver Capítulo II), y no pierde tiempo en pequeñeces: muchas veces sin siquiera pasar por la barra, ya está tirando el primer tirito. No necesita período de adaptación, ni pretemporada, ni entrar en clima, ni semblantear el ambiente. Nada de eso. El tipo entra y ya está tirando al arco. Sabe que alguna, en algún momento, va a entrar.
En el boliche sus amigos le importan exactamente un huevo. Se desentiende de todo contexto y rápidamente se extravía en busca de mujeres, de todos los tamaños, pesos y colores. No es un exquisito ni un lírico: siempre elige la cantidad antes que la calidad. Es su estilo de vida y no se puede intentar cambiarlo: si le decís “alto bagayo pegaste ayer”, no se defiende, sino que te contesta con una guarangada al estilo “qué querés, por lo menos me tocaron la flauta”. Y lo dice con una especie de orgullo incontenible. Lo sabemos.
Sediento, no se detiene hasta concretar. Y si puede, va por más de una: los dobletes son un desafío que el 9 siempre se ve tentado a lograr. No hablemos de hattricks: si hace eso hay que apagar las luces, cerrar el estadio y darle la pelota. Man of the match.
Y esta característica de vivir por y para el gol, tan propia del 9, lo convierte a veces –muchas veces- en egoísta. Un “morfón”. Ustedes me entienden: si es necesario pasar por encima de sus compañeros, si es necesario ir corriendo y patear una pelota que indefectiblemente iba a entrar al arco, sólo para que el gol se lo cobren a él, no titubea y lo hace. Inclusive, si hacer eso implica que le cobren offside, le importa literalmente un carajo. Sigue un principio del cual jamás se aparta: si él no come, prefiere que no coma nadie.
Así, vas caminando por la pista, trago en mano (fernet + coca + dos rolito), con las antenas paradas (y tal vez no sólo las antenas), buscando alguna presa digna (o indigna, depende el horario), y te cruzas con una loba de aquellas. De esas que están entregadas. Muy posiblemente alcoholizadas (culpa del clericó de vino blanco con abundante frutita). Esas que van a entregar su amor al primero que se avive y las encare. Bailando como una freaking perra. La famosa y siempre bien ponderada “putita”.
Y mientras te acercas decididamente a concretar lo que ya está semi concretado, es decir, vas a sacar el asado del fuego y a ponerlo en un platito, te das vuelta y lo ves: el 9 se arrima velozmente buscando ganarte la posición. Todos sabemos que el que llegue primero probablemente se vuelva a casa con la panza llena. El 9 lo tiene más que claro. Y ahí va, a atacar la presa que –sabe- vos viste primero. Te va a poner el cuerpo y va a luchar con uñas y dientes por quitarte la presa. Y si la mina, de puro toor, tiene onda con vos, va a hacer lo que esté a su alcance para desvirtuar la situación hasta espantarla.
Así es el 9: no entiende de códigos. El único idioma que habla es el de mojar el bizcocho.
Para culminar, cabe destacar que el 9, acompañado del 7 asistidor, puede hacer desastres. Y si en su alineación inicial hay un enganche natural, el tipo directamente está en el paraíso. Pero no esperes nunca de él una asistencia. Ya lo hemos dicho: si no la mete él, prefiere que no la meta nadie.
F: Taringa
PD: Clave encuesta resumiendo cada 1 por si quieren ir directo a lo que les importa…