Si Negro, vos, dejá de hacer cucharita con Hernán Díaz, levantate, ponete el slip que te compraste en Miami, el jean barato de Ciudad de la Paz y Blanco Encalada, y una de esas remeritas que te marcan la buzarda que tanto te gustan. Llamá a la recepción. Pedite el desayuno. Y el diario. Y mientras te morfás un feca con 4 medialunas, leé. Renunció Alves.
Se fue el inepto de Alves. ¿Cuánto aguantó? 2 meses. Es tan inútil que no le dio para más. Y eso que ganó el Superclásico. Te lo ganó a vos. A tu River. ¿Qué esperás para seguir su ejemplo? ¿Sabés que deberías hacer ahora?
Deberías despertar a Hernán Díaz, y decirle: “Che, Hernán, ¿y si blanqueamos esto y nos dejamos de joder? Dejá a tu mujer, yo dejó a la mía, y nos borramos, chau familia, chau River, chau todo. Y que nunca más vuelvan a saber de nosotros?”
Si Negro, vos, dejá de hacer cucharita con Hernán Díaz, levantate, ponete el slip que te compraste en Miami, el jean barato de Ciudad de la Paz y Blanco Encalada, y una de esas remeritas que te marcan la buzarda que tanto te gustan. Llamá a la recepción. Pedite el desayuno. Y el diario. Y mientras te morfás un feca con 4 medialunas, leé. Renunció Alves.
Se fue el inepto de Alves. ¿Cuánto aguantó? 2 meses. Es tan inútil que no le dio para más. Y eso que ganó el Superclásico. Te lo ganó a vos. A tu River. ¿Qué esperás para seguir su ejemplo? ¿Sabés que deberías hacer ahora?
Deberías despertar a Hernán Díaz, y decirle: “Che, Hernán, ¿y si blanqueamos esto y nos dejamos de joder? Dejá a tu mujer, yo dejó a la mía, y nos borramos, chau familia, chau River, chau todo. Y que nunca más vuelvan a saber de nosotros?”