El dedo en la llaga

Radamel ya se cansó de que los rivales tengan la pelota y la pidió él. “No quería decirlo, pero es la verdad”. Y Pipo lo aceptó: “Puede ser que nos falten jugadores de esas características…”. ¿Quién la agarra ahora?
Qué te voy a decir. Jugamos mal y perdimos un clásico increíble. Estoy recaliente". Matías Abelairas se pierde en el interior de un micro gris, tristón y en el mayor de los mutismos. Digamos que, al menos en este caso, JM Aguilar no se podrá fastidiar por la falta de enojo. Pitu hierve, suelta en pocas palabras la actitud que le faltó a River para quedarse con un partido que ya era suyo. Caras largas, cabezas gachas lo acompañan. Son pocos los jugadores a los que les da para plantar la jeta ante esta realidad cada día más real. Cambió el año, cambió el técnico y River sigue demostrando una rotunda debilidad anímica. Que también es futbolística, por supuesto. Y si bien la musicalidad de su voz difícilmente denote calentura, es Falcao quien escupe un bocado que hace rato viene rumiando. “No lo quería decir, pero bueno, es la verdad: necesitamos jugadores como D’Alessandro o Gallardo, y hoy en día no los tenemos”, se confiesa el creyente Radamel, que de postizo sólo tendrá el diente que reemplazará al que le bajó Battaglia.

Lo humillante que resultó la derrota con Boca fue el detonante que permitió que un tipo de inalterable perfil bajo plantara bandera. Las cosas por su nombre. Con nombres propios y las consecuencias que esto puede generar dentro de un plantel un tanto susceptible. Es una declaración estremecedora y, si se quiere, que atenta contra los benditos códigos del balompié. Pero no es nuevo en este desolador panorama riverplatense. Ya el propio Gorosito había tenido la osadía de decir que “Fabbiani es un referente de River sin haber jugado” o que bien “puede ser el Mellizo Barros Schelotto” de la otra vereda. Pregunta, entonces: ¿Cómo le habrá caído a Falcao tanto alboroto por el Ogro que se mueve por sus mismos lares de la cancha y no es lo que se dice un culto al profesionalismo?

De todas formas, la ausencia que marca el colombiano no apunta exclusivamente al recurrente tópico de la escasez de líderes. Para él, y para cualquiera que haya visto el primer superclásico del año, el fútbol de River es como su crisis: no descansa. Por eso cuando al Tigre se le pregunta si Ortega no sería una solución más cercana, aclara que “es un jugador de otras características” a las que él está llamando. Y explica: “Contra Boca no tuvimos la contundencia necesaria para definirlo, es cierto, pero tampoco el juego suficiente para aguantar el partido con un hombre más”.

Sin embargo, ese jugador que pide la pelota cuando quema y es capaz de dar una asistencia inesperada, no sólo es crack. También es líder. Y hasta Pipo reconoce que “puede ser que nos falten jugadores con esas características” y, de hecho, ya lo sabía desde antes de caminar por el pasillo del Monumental. Por eso pidió al Pocho Insúa, a Aimar y hasta se mencionó al mismo Muñeco que ahora reclama Radamel. ¿Qué le trajeron? Nada. Y encima se le escapó Abreu.

Otro de los múltiples disparadores que deja la bomba del colombiano y que no puede pasar por alto es cómo queda parado Diego Buonanotte, supuesto generador de fútbol. Su andar es cada vez más Enano, hace puchero porque la pelota no le llega, y todo en el inicio de su doble desafío: volver a ser el Gigante del campeón y demostrar que puede explotar sin Ortega al lado.

En fin… Falcao, el jugador que más entusiasma al hincha, el que nunca antes se había quejado, el que es tentado por el Panathinaikos y el que en seis meses podría quedar libre, vio goteras en el techo. Sí, cuando ya hace rato River se fue a pique. Glup.

River necesita un 10… y diez cosas más
Tiene razón Falcao: River necesita un 10. Lo que obvia el colombiano es que no sólo eso precisa el último. Hay otras diez cosas que le faltan, como mínimo, para no seguir dando pena: 1) Un arquero. 2) Defensores que defiendan. 3) Volantes que no choquen. 4) Delanteros que hagan goles. 5) Que todos ésos tengan las agallas que les faltan a los que están. 6) Dirigentes que entiendan de fútbol. 7) Un DT que no les crea tanto a los dirigentes. 8) Actitud ganadora. 9) Aire acondicionado en las habitaciones para que si aparece una idea, no se les derrita. 10) Un milagro.

Ya es un caso de diván

Este River sigue perdiendo partidos insólitos, con ventaja numérica y/o en el resultado. ¿Se reflota la opción de sumar a un psicólogo?
Lo verdaderamente atroz no es perder un partido con el resultado a favor y/o superioridad numérica: lo alarmante es perder varios, acostumbrarse al bochorno, convivir con la vergüenza.

Más allá de la tenue brisa que apareció con la llegada de Néstor Gorosito (aire nuevo, lo mínimo que necesitaba el peor equipo del fútbol argentino, según lo demuestra la tabla de posiciones del reciente Apertura), este River destila malas vibraciones. Hay cientos de lecturas: ausencia de carácter, de líderes, falta de rebeldía ante la primera piedra, apichonamiento, poca lucidez para pensar en momentos calientes, futbolistas sin fibra y varios ítems más, todos vinculados al aspecto anímico “porque este grupo es prácticamente el mismo que salió campeón”, pero también último.

Aquella noche del 8M, la del silencio atroz, la falta de todo un poco para bancar un 2-0 ante un San Lorenzo descontrolado que jugaba con nueve hombres marcó, y aún marca, al plantel. Es evidente. No se puede enterrar algo si a cada rato los fantasmas reaparecen. En el primer superclásico del año, Battaglia vio la roja y de ese mismo tiro libre llegó el 1-0 de River. Y ni así… En el derby del Apertura, Viatri torturó al Monumental pese a que su equipo jugaba con diez, por la expulsión de Ibarra. Hay más: el equipo de Simeone vencía 2-0 a Chivas, de visitante, resultado que necesitaba para pasar a semi de la última Sudamericana (había caído 2-1 en Núñez), y la historia, conocida, terminó en empate. Claro, la última (y única en el pasado reciente) muestra de hombría se produjo el día del adiós del Cholo: de un 0-3 a un decoroso 3-3.

¿Qué hace pensar que esto se cortó acá? Al asumir, Pipo le planteó a Olé la chance de incorporar a un psicólogo (Jorge Rocco, con quien trabajó en Chicago, San Lorenzo y Lanús). Luego, la opción se diluyó. Y ahora podría reflotarse. ¿Alcanzará uno solo?

Radamel ya se cansó de que los rivales tengan la pelota y la pidió él. “No quería decirlo, pero es la verdad”. Y Pipo lo aceptó: “Puede ser que nos falten jugadores de esas características…”. ¿Quién la agarra ahora?
Qué te voy a decir. Jugamos mal y perdimos un clásico increíble. Estoy recaliente". Matías Abelairas se pierde en el interior de un micro gris, tristón y en el mayor de los mutismos. Digamos que, al menos en este caso, JM Aguilar no se podrá fastidiar por la falta de enojo. Pitu hierve, suelta en pocas palabras la actitud que le faltó a River para quedarse con un partido que ya era suyo. Caras largas, cabezas gachas lo acompañan. Son pocos los jugadores a los que les da para plantar la jeta ante esta realidad cada día más real. Cambió el año, cambió el técnico y River sigue demostrando una rotunda debilidad anímica. Que también es futbolística, por supuesto. Y si bien la musicalidad de su voz difícilmente denote calentura, es Falcao quien escupe un bocado que hace rato viene rumiando. “No lo quería decir, pero bueno, es la verdad: necesitamos jugadores como D’Alessandro o Gallardo, y hoy en día no los tenemos”, se confiesa el creyente Radamel, que de postizo sólo tendrá el diente que reemplazará al que le bajó Battaglia.

Lo humillante que resultó la derrota con Boca fue el detonante que permitió que un tipo de inalterable perfil bajo plantara bandera. Las cosas por su nombre. Con nombres propios y las consecuencias que esto puede generar dentro de un plantel un tanto susceptible. Es una declaración estremecedora y, si se quiere, que atenta contra los benditos códigos del balompié. Pero no es nuevo en este desolador panorama riverplatense. Ya el propio Gorosito había tenido la osadía de decir que “Fabbiani es un referente de River sin haber jugado” o que bien “puede ser el Mellizo Barros Schelotto” de la otra vereda. Pregunta, entonces: ¿Cómo le habrá caído a Falcao tanto alboroto por el Ogro que se mueve por sus mismos lares de la cancha y no es lo que se dice un culto al profesionalismo?

De todas formas, la ausencia que marca el colombiano no apunta exclusivamente al recurrente tópico de la escasez de líderes. Para él, y para cualquiera que haya visto el primer superclásico del año, el fútbol de River es como su crisis: no descansa. Por eso cuando al Tigre se le pregunta si Ortega no sería una solución más cercana, aclara que “es un jugador de otras características” a las que él está llamando. Y explica: “Contra Boca no tuvimos la contundencia necesaria para definirlo, es cierto, pero tampoco el juego suficiente para aguantar el partido con un hombre más”.

Sin embargo, ese jugador que pide la pelota cuando quema y es capaz de dar una asistencia inesperada, no sólo es crack. También es líder. Y hasta Pipo reconoce que “puede ser que nos falten jugadores con esas características” y, de hecho, ya lo sabía desde antes de caminar por el pasillo del Monumental. Por eso pidió al Pocho Insúa, a Aimar y hasta se mencionó al mismo Muñeco que ahora reclama Radamel. ¿Qué le trajeron? Nada. Y encima se le escapó Abreu.

Otro de los múltiples disparadores que deja la bomba del colombiano y que no puede pasar por alto es cómo queda parado Diego Buonanotte, supuesto generador de fútbol. Su andar es cada vez más Enano, hace puchero porque la pelota no le llega, y todo en el inicio de su doble desafío: volver a ser el Gigante del campeón y demostrar que puede explotar sin Ortega al lado.

En fin… Falcao, el jugador que más entusiasma al hincha, el que nunca antes se había quejado, el que es tentado por el Panathinaikos y el que en seis meses podría quedar libre, vio goteras en el techo. Sí, cuando ya hace rato River se fue a pique. Glup.

River necesita un 10… y diez cosas más
Tiene razón Falcao: River necesita un 10. Lo que obvia el colombiano es que no sólo eso precisa el último. Hay otras diez cosas que le faltan, como mínimo, para no seguir dando pena: 1) Un arquero. 2) Defensores que defiendan. 3) Volantes que no choquen. 4) Delanteros que hagan goles. 5) Que todos ésos tengan las agallas que les faltan a los que están. 6) Dirigentes que entiendan de fútbol. 7) Un DT que no les crea tanto a los dirigentes. 8) Actitud ganadora. 9) Aire acondicionado en las habitaciones para que si aparece una idea, no se les derrita. 10) Un milagro.

Ya es un caso de diván

Este River sigue perdiendo partidos insólitos, con ventaja numérica y/o en el resultado. ¿Se reflota la opción de sumar a un psicólogo?
Lo verdaderamente atroz no es perder un partido con el resultado a favor y/o superioridad numérica: lo alarmante es perder varios, acostumbrarse al bochorno, convivir con la vergüenza.

Más allá de la tenue brisa que apareció con la llegada de Néstor Gorosito (aire nuevo, lo mínimo que necesitaba el peor equipo del fútbol argentino, según lo demuestra la tabla de posiciones del reciente Apertura), este River destila malas vibraciones. Hay cientos de lecturas: ausencia de carácter, de líderes, falta de rebeldía ante la primera piedra, apichonamiento, poca lucidez para pensar en momentos calientes, futbolistas sin fibra y varios ítems más, todos vinculados al aspecto anímico “porque este grupo es prácticamente el mismo que salió campeón”, pero también último.

Aquella noche del 8M, la del silencio atroz, la falta de todo un poco para bancar un 2-0 ante un San Lorenzo descontrolado que jugaba con nueve hombres marcó, y aún marca, al plantel. Es evidente. No se puede enterrar algo si a cada rato los fantasmas reaparecen. En el primer superclásico del año, Battaglia vio la roja y de ese mismo tiro libre llegó el 1-0 de River. Y ni así… En el derby del Apertura, Viatri torturó al Monumental pese a que su equipo jugaba con diez, por la expulsión de Ibarra. Hay más: el equipo de Simeone vencía 2-0 a Chivas, de visitante, resultado que necesitaba para pasar a semi de la última Sudamericana (había caído 2-1 en Núñez), y la historia, conocida, terminó en empate. Claro, la última (y única en el pasado reciente) muestra de hombría se produjo el día del adiós del Cholo: de un 0-3 a un decoroso 3-3.

¿Qué hace pensar que esto se cortó acá? Al asumir, Pipo le planteó a Olé la chance de incorporar a un psicólogo (Jorge Rocco, con quien trabajó en Chicago, San Lorenzo y Lanús). Luego, la opción se diluyó. Y ahora podría reflotarse. ¿Alcanzará uno solo?

un loco a mi tambien me encanta falcao pero afloja un poco con los threds sobre el

Papá parala yo no estoy enamorado de Falcao, soló posteo la info para que vean lo que sale… No es Falcao es River…yo no soy hincha de Falcao soy de River…

Ya hay mil temas de esto…

si… hay bastantes temas de estos, pero agregó mas cosas… que son importantes.

lo que dijo falcao, es lo que ve todo el mundo. pero que los soretes de forrari y pajelairas salgan ahora conque los referentes debemos buscarlos dentro del plantel…que tenemos el respaldo del presidente…que se esta trabajando bien… turros, hagan autocritica una sola vez en la vida; se que ustedes cobran muy bien y viven al club sin dejar nada a cambio pero no pueden negar la realidad. sin decir nada del otro mundo falcao es el unico que pareciera piensa algo de lo que sufre el hincha…despues de aquella frase de archubi “los hinchas tendrian que hacer cola para putearnos” fue lo mas sensato que dijo un jugador.

Ya esta ni porque haya sido el primero en decirlo, está más que dicho lo que necesitamos :roll:

River necesita un 10 … es verdad … ahora, cuando tengamos un 10 va a hacer falta un 9 que sepa definir y que tenga un respetable promedio de gol, entre otras cosas.