EL CLIMA EN RIVER La alfombra y la escoba por Victor Hugo Mo

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EL CLIMA EN RIVER
La alfombra y la escoba

El aire se corta como si fuese una tela transparente atravesada por un cuchillo que la rasga. Ramón Díaz y Passarella, Aguilar y los barras, irán después del mediodía, como los guapos van a la última cita de la media noche en una estación abandonada.

Victor Hugo Morales
13-05-2007

2007-05-13 06:06:29

El aire se corta como si fuese una tela transparente atravesada por un cuchillo que la rasga. Ramón Díaz y Passarella, Aguilar y los barras, irán después del mediodía, como los guapos van a la última cita de la media noche en una estación abandonada. Pero es de tarde, y hay sol, aunque la brisa intimide con su olor a gresca. Hay algo especial entre estos dos técnicos, y el desprecio mutuo de Aguilar y Ramón es harto conocido. Pero esas pendencias van por dentro. Aparecen en las declaraciones, y en lo que se insinúa. A Ramón se le puede desmoronar todo tras la victoria inicial, esa de su aparición en la cancha, victoreado por las dos hinchadas mientras un canto socarrón rasga la tranquilidad impostada de Daniel. Si Ramón pierde, recoge dos derrotas: se agrietan las paredes de lo que construyó en medio del escepticismo, y su revancha, ese placer, queda en suspenso. A Passarella, sostenido por una cuerda que se desgasta con cada roce, la derrota le significará uno de los momentos menos manejables de su vida de técnico. Para Aguilar, acechado por su comprometida relación con los barras, que River sea sometido una vez más, le hará sentir las propias manos de Ramón alrededor de su cuello. Aguilar pidió que se aplique el derecho de admisión, en extraña voltereta de lo que era su oposición a la medida antes de este Clausura. Ahora teme a lo que hagan y digan los barras. ¿Qué respondería en una de sus patéticas conferencias de prensa en la puerta de su casa si sus muchachos suman otro desastre?

Lo de ellos lo entiende mucho menos que lo de Ramón. El técnico fue una víctima suya. Pero los muchachos integrados son unos ingratos. ¿Qué no les dio o no les permitió? Demasiado, pero a los hombres nunca les alcanza el poder y el dinero. Trabajos, plata, protección, amistad…parece que no alcanza. Siempre van a pretender más; en eso seguramente no pensó Aguilar.

Lanzado al consuelo del torneo local, tras perder desdorosamente la Libertadores, River se presionó de tal manera que se soltó de todas las manos que quisieron alzarlo. Hasta Boca le dio un respiro y hasta hoy, al menos, no supo aprovecharlo. Si River gana, huelgan las explicaciones sobre los grupos inversores y sus millonarias ganancias. Aquellos que han osado pensar que los grupos inversores se llevan millonarias ganancias, aquellos que arremetieron contra la credibilidad y honorabilidad de Aguilar y de Mario Israel entre otros sólo porque les pareció revelador el dato de una ganancia sideral hecha en un pase de mano de cinco minutos, tendrán que callarse, no sólo porque no tienen razón, sino porque el triunfo del equipo debilita la malignidad. No todas las elecciones de Aguilar fueron las peores. En algún momento contó los efectivos que había de un lado y de otro del periodismo y de la dirigencia. Miró el Foro aquel de los clubes en manos de sus socios, de cuya creación participó y vio enfrente a Grondona, con todo su poder, su entorno. ¿Qué podía hacer? Observó al periodismo y sacó cuentas. De un lado, los diarios más poderosos, los canales de TV, varias radios… Un multimedio que lo necesita como facilitador de sus negocios, y le ofrece un paraguas invisible para la gente, que nada ve.
Del otro lado, unos pocos independientes que con nada se conforman, que se creen dioses del periodismo y de la ética, una sola radio, y un grupo de personas que habían creído en su discurso inicial. ¿A quiénes elegir para que lo esperen en la puerta de su casa cada mañana? Eligió a los que apoyaron que el de Higuain fue el pase más transparente de la historia de los pases, que River es el club más seguro del mundo y la institución deportiva más sólida económicamente de la Argentina. Prefirió a los que toman sin repreguntas que Aguilar quisiera que a River lo traten como a los demás, aunque no falten los contras que inquieren en qué aspecto estos dirigentes de River son maltratados si no paran de titular que Aguilar da la cara y todo lo que lo deje bien parado. Un periodismo que lo respalda si huye acertadamente de las presiones o exalta su valentía ante la violencia. En todo caso, el único error imputable a Aguilar ha sido su desmesurada confianza en que con tales apoyos, todo pasa, como enseña el gran jefe-maestro. No obstante, es cierto que hay una percepción final sobre las éticas y las conductas, con la que ni pueden ni mil diarios. Bueno, ahí van Aguilar, Passarella y Ramón con un encuentro de fútbol y varios partidos aparte. Ramón, preguntándose si la cercanía de la AFA (que hasta emitió un comunicado en respaldo de Aguilar) con lo que es el interés de River ahora es un dato a tener en cuenta. Passarella, receloso de los respaldos que sumó esta semana. Y Aguilar, con una alfombra y una escoba. Alguna vez se le tiene que dar.

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La alfombra y la escoba

El aire se corta como si fuese una tela transparente atravesada por un cuchillo que la rasga. Ramón Díaz y Passarella, Aguilar y los barras, irán después del mediodía, como los guapos van a la última cita de la media noche en una estación abandonada.

Victor Hugo Morales
13-05-2007

2007-05-13 06:06:29

El aire se corta como si fuese una tela transparente atravesada por un cuchillo que la rasga. Ramón Díaz y Passarella, Aguilar y los barras, irán después del mediodía, como los guapos van a la última cita de la media noche en una estación abandonada. Pero es de tarde, y hay sol, aunque la brisa intimide con su olor a gresca. Hay algo especial entre estos dos técnicos, y el desprecio mutuo de Aguilar y Ramón es harto conocido. Pero esas pendencias van por dentro. Aparecen en las declaraciones, y en lo que se insinúa. A Ramón se le puede desmoronar todo tras la victoria inicial, esa de su aparición en la cancha, victoreado por las dos hinchadas mientras un canto socarrón rasga la tranquilidad impostada de Daniel. Si Ramón pierde, recoge dos derrotas: se agrietan las paredes de lo que construyó en medio del escepticismo, y su revancha, ese placer, queda en suspenso. A Passarella, sostenido por una cuerda que se desgasta con cada roce, la derrota le significará uno de los momentos menos manejables de su vida de técnico. Para Aguilar, acechado por su comprometida relación con los barras, que River sea sometido una vez más, le hará sentir las propias manos de Ramón alrededor de su cuello. Aguilar pidió que se aplique el derecho de admisión, en extraña voltereta de lo que era su oposición a la medida antes de este Clausura. Ahora teme a lo que hagan y digan los barras. ¿Qué respondería en una de sus patéticas conferencias de prensa en la puerta de su casa si sus muchachos suman otro desastre?

Lo de ellos lo entiende mucho menos que lo de Ramón. El técnico fue una víctima suya. Pero los muchachos integrados son unos ingratos. ¿Qué no les dio o no les permitió? Demasiado, pero a los hombres nunca les alcanza el poder y el dinero. Trabajos, plata, protección, amistad…parece que no alcanza. Siempre van a pretender más; en eso seguramente no pensó Aguilar.

Lanzado al consuelo del torneo local, tras perder desdorosamente la Libertadores, River se presionó de tal manera que se soltó de todas las manos que quisieron alzarlo. Hasta Boca le dio un respiro y hasta hoy, al menos, no supo aprovecharlo. Si River gana, huelgan las explicaciones sobre los grupos inversores y sus millonarias ganancias. Aquellos que han osado pensar que los grupos inversores se llevan millonarias ganancias, aquellos que arremetieron contra la credibilidad y honorabilidad de Aguilar y de Mario Israel entre otros sólo porque les pareció revelador el dato de una ganancia sideral hecha en un pase de mano de cinco minutos, tendrán que callarse, no sólo porque no tienen razón, sino porque el triunfo del equipo debilita la malignidad. No todas las elecciones de Aguilar fueron las peores. En algún momento contó los efectivos que había de un lado y de otro del periodismo y de la dirigencia. Miró el Foro aquel de los clubes en manos de sus socios, de cuya creación participó y vio enfrente a Grondona, con todo su poder, su entorno. ¿Qué podía hacer? Observó al periodismo y sacó cuentas. De un lado, los diarios más poderosos, los canales de TV, varias radios… Un multimedio que lo necesita como facilitador de sus negocios, y le ofrece un paraguas invisible para la gente, que nada ve.
Del otro lado, unos pocos independientes que con nada se conforman, que se creen dioses del periodismo y de la ética, una sola radio, y un grupo de personas que habían creído en su discurso inicial. ¿A quiénes elegir para que lo esperen en la puerta de su casa cada mañana? Eligió a los que apoyaron que el de Higuain fue el pase más transparente de la historia de los pases, que River es el club más seguro del mundo y la institución deportiva más sólida económicamente de la Argentina. Prefirió a los que toman sin repreguntas que Aguilar quisiera que a River lo traten como a los demás, aunque no falten los contras que inquieren en qué aspecto estos dirigentes de River son maltratados si no paran de titular que Aguilar da la cara y todo lo que lo deje bien parado. Un periodismo que lo respalda si huye acertadamente de las presiones o exalta su valentía ante la violencia. En todo caso, el único error imputable a Aguilar ha sido su desmesurada confianza en que con tales apoyos, todo pasa, como enseña el gran jefe-maestro. No obstante, es cierto que hay una percepción final sobre las éticas y las conductas, con la que ni pueden ni mil diarios. Bueno, ahí van Aguilar, Passarella y Ramón con un encuentro de fútbol y varios partidos aparte. Ramón, preguntándose si la cercanía de la AFA (que hasta emitió un comunicado en respaldo de Aguilar) con lo que es el interés de River ahora es un dato a tener en cuenta. Passarella, receloso de los respaldos que sumó esta semana. Y Aguilar, con una alfombra y una escoba. Alguna vez se le tiene que dar.