El 60% de los brasileños son de clase media-Brasil 6º economía mundial

Yo no quiero contradecirte porque no entiendo mucho de economia y claramente vos si porque te lei mil veces. Pero eso que puse en rojo no es al reves?. Cuanto mas cercano a 1 PEOR distribuido esta?. Yo tengo entendido que es asi. Si UNO tiene todo, peor distribuido esta, por lo que mas cercano a uno peor es.

En caso de que tenga razon yo, eso haria que Argentina tenga claramente una mejor distribucion de la riqueza que Brasil y Chile, como de hecho creo que es.

De hecho, el ultimo estudio revelo que Chile y Brazil estan en los 5 país mas inequitativos del continente…

Si es cierto me confundí con otro indicador me parece, el coeficiente gini cuando marca 1 significa que el ingreso esta totalmente concentrado, y 0 cuando esta totalmente repartido.

Lo explico como funciona, este es un gráfico de la curva de Lorenz:

En el eje de abscisas esta el porcentaje de población acumulado, ordenado por nivel de ingresos. En el eje de ordenada esta el porcentaje acumulado de la torta del ingreso total. Si el ingreso estuviera distribuido en forma totalmente equitativo la curvas de Lorenz sería igual a la hipotenusa. El coeficiente de GINi se calcula como el ratio entre el area por encima de la curva (o sea A en el grafico) y el área total (A+B). Si el ingreso esta perfectamente distribuido, el area A seria igual a 0, lo mismo que el coeficiente de GINI, asi que es como decís vos

Como carajo alguien puede entender semejante cuadro?, le tengo una sana envidia a los econimistas.

Economía y realidad ¿Qué pasa en Brasil?

Después de un trío de posts dedicados a la situación económica argentina y a la economía como disciplina – el último se puso bastante abstracto – y que tuvieron comentarios muy elaborados, me pareció útil cerrar por ahora el ciclo con un vistazo a la situación de nuestro hermano, el grandote. Por varias razones: Porque nos afecta directamente – es nuestro socio más importante. Porque los problemas y las presiones que sufre no son – aunque lo parezcan – esencialmente distintos de los nuestros. Y porque podemos ver sus opciones con mayor claridad, sin el humo de nuestras luchas internas.
Sobre todo, porque deja ver claramente que la economía no es un conjunto de ecuaciones, estadísticas y de “metas de inflación”. Sino la descripción de un proceso productivo, que transforma un país y las vidas de sus habitantes.
Decidí hacerlo ahora al leerestas afirmaciones atribuídas a Dilma, pero la idea me la dió la semana pasada el comentarista Martín, cuando acercó esta nota de [b][i]Folha[/i][/b], con el cuadro que puse en la cabeza del post. Explican ahí:
La participación de la industria en el PIB (Producto Interno Bruto) de Brasil cayó a los niveles de 1956, cuando el presidente Kubitschek (1902-1976) dio un nuevo impulso a la industrialización del país y puso en marcha su Plan de Metas, que se comprometió a convertir a Brasil en adelante “50 años en 5 “.
Pueden ver, en esa breve frase, los paralelismos, casi simultáneos, y las diferencias con nuestra historia. Procesos de transformación social, asociados con los nombres de Perón y de Vargas. El impulso desarrollista de las clases medias modernizantes, aquí con Frondizi, allí con Juscelino. Una gran diferencia: sus gobiernos militares fueron coherentemente industrialistas; aquí, ……La otra es que la abertura económica, que allí estuvo conducida básicamente por Fernando Henrique Cardoso, no llevó como aquí a ese grado de extranjerización de la economía, ni destruyó las empresas y los proyectos industriales del Estado.
Pero, habiendo crecido en los últimos 50 años ellos más y nosotros menos, igual enfrentamos hoy una situación parecida. Ambos hemos sido favorecidos por el aumento de precios de las materias primas que producimos, los dos tenemos problemas de competitividad industrial y balanza comercial, que enfrentamos en forma diferente. Brasil se mantuvo mucho más cerca de la ortodoxia económica vigente – sin comer vidrio: los industriales de San Pablo conservan poder y orgullo nacional como para impedirlo – y en consecuencia se enfrenta con su moneda, el Real, sobrevaluado. Nosotros hemos sido más heterodoxos – y no alentamos el ingreso de capitales – pero tenemos una inflación mucho más alta.
(Eso sí, en su reciente visita, el jefe de los industriales paulistas, el legendario Dom Paulo Skaf mostró interés en los métodos de Moreno. Pero, como nuestro gobierno, el suyo no abandonará su forma de hacer las cosas si la realidad no lo obliga).
Ahora, como nuestros hermanos brasileños y nosotros vivimos en el mismo planeta, recibimos las mismas presiones del sistema internacional vigente. Que, como dice mi amigo Manolo Barge, estará en bancarrota ideológica, pero no ha sido reemplazado y conserva los recursos para mantener su “sentido común”. Les traduzco este artículode nuestros viejos conocidos del Financial Times, esta vez dedicado a Brasil:
El enfoque estrecho de Brasil en la moneda
Por Joe Leahy en São Paulo
Cualquiera que lea los periódicos en Brasil puede experimentar una sensación de déjà vu.
El gobierno ha vuelto a ampliar su temido “IOF”, un impuesto a las transacciones en moneda extranjera, esta vez a los empréstitos que empresas brasileñas contraigan en el exterior con vencimiento hasta cinco años.
El IOF y otras medidas del gobierno para impedir que el real se siga apreciando frente al dólar son muy complejas. Pero la intención es simple: proteger a la industria brasileña, cuando un tipo de cambio bajo anima a una inundación de importaciones en el país.
O, en palabras de la presidente Dilma Rousseff, la política monetaria laxa de los EE.UU. y Europa ha creado un “tsunami” de dinero barato, cuya principal víctima es la empresa brasileña. Es una amenaza tan grave, a los ojos del gobierno, que Brasil corre el riesgo de ser arrojado de vuelta a la Edad Media antes de su industrialización posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando su economía era poco más que una mina gigante y una granja.
Ciertamente Brasil está sufriendo una prolongada recesión, que ha golpeado a su industria pesada. La producción industrial se ha reducido casi un 6 por ciento desde un máximo alcanzado en marzo del año pasado. Pero ¿significa esto que la historia de crecimiento económico de Brasil ha terminado? No. En cambio, un nuevo paradigma está emergiendo en Brasil: El crecimiento sin industria.
Todo aquel que visite el país verá pocas señales de la crisis industrial. Restaurantes, centros comerciales y botecos (bares de la calle), están llenos. Los precios siguen por las nubes. Y las tasas de desempleo están en sus mínimos históricos.
Mientras los precios de las commodities sigan siendo altos, Brasil puede darse el lujo de pagar por el auge del consumo interno, que está siendo impulsado por millones de prestatarios entre sus nuevas clases medias. El problema para los fabricantes brasileños es que estas personas están consumiendo más y más productos importados.
Más allá de la retórica de la presidente Rousseff, y su ministro de Finanzas, Guido Mantega, quien acuñó el término “guerra de divisas” para la lucha del país contra la debilidad del dólar y el euro, hay tendencias estructurales que requieren que Brasil haga algo más que manipular su tipo de cambio para asegurar la supervivencia de su industria.
El desafío a largo plazo es cómo mejorar la competitividad de la industria brasileña. El Real alto ha dejado a muchos sectores casi redundantes ante las importaciones baratas procedentes de países como China.
Brasil no es el único país que enfrenta estos problemas. Otros, también ricos en materias primas, como Australia, han tenido que abandonar las industrias no competitivas y pasar a economías más basadas en servicios, acompañandas de la reconversión de los trabajadores despedidos.
Sin embargo, para Brasil, esa transición es potencialmente mucho más dolorosa. Como país en desarrollo y con una economía continental, la sexta más grande del mundo, Brasil necesita industrias competitivas para dar trabajo a millones de trabajadores no calificados y semicalificados. Y carece de los recursos disponibles en países más ricos para asegurar una reasignación equilibrada de la mano de obra a los sectores más competitivos.
Igual, esa agenda es políticamente difícil, lo que lleva al gobierno a optar por el proteccionismo. Por ejemplo en el sector automotriz, donde está tratando de aumentar los impuestos a la importación y levantar barreras contra los socios comerciales regionales, como México.
Pero aunque sea una transformación difícil, Brasil tendrá que hacerla. Al final, tendrá que enfrentarse a sus viejos demonios-un sector público demasiado grande y poco productivo, baja inversión, y un débil sistema educativo.
La retórica en Brasilia no debe ser tanto sobre guerras de divisas, pero sobre las guerras de la productividad. Es sólo a través de una mayor eficiencia que Brasil va a realizar su sueño de ser una potencia industrial”.
Lo interesante de este artículo no son sus falencias, o el sesgo favorable a los intereses del sistema globalizado. Eso es de esperar, y no valdría la pena de traducirlo. Lo interesante es lo que dice y es muy cierto: La solución al problema brasileño – como al problema argentino – no pasa por un determinado valor de la moneda, aunque demasiado alto es peligroso y demasiado bajo es insostenible. “Es sólo a través de una mayor eficiencia que Brasil va a realizar su sueño de ser una potencia industrial”.
La falencia, por supuesto, está en confiar exclusivamente en “el mercado” para conseguir la mayor eficiencia. El mercado por sí solo produce burbujas, financieras o inmobiliarias, como se vió en la Argentina de Menem o la Europa actual. Es necesaria la acción consciente del Estado, como órgano de la sociedad, para lograr objetivos más altos.
(Para terminar en una nota práctica, tiro una sugerencia para reflexionar: El mercado interno es necesario, pero no suficiente. Y lo decisivo no es su tamaño, en la economía actual (Finlandia, con escasa población, se convirtió en jugador importante en una industria dinámica como la de los celulares). Pero hoy las industrias automotrices de Brasil y Argentina están integradas. Y,en realidad, pueden ser consideradas parte – ver los modelos – de la industria automotriz global. Me parece que sugiere una forma de integrar – antes que las economías; ese proceso es muy lento – las estrategias industrialistas de ellos y las nuestras para hacernos lugar en el mundo.