Voy a ser breve. Soy miembro de LPM. No quiero entrar en discusiones absurdas, solo quería decirles que escribí un cuento de fútbol, el cual compartí en el Foro y, como ustedes también son hinchas de River, lo quería compartir con ustedes. Espero que les guste.
“No hizo falta que termine el partido. Las lagrimas ya lo habían vencido y ese nudo en la garganta se hizo presente. Las preguntas no tardaron en llegar. ¿Por que? ¿Como puede ser? ¿Justo a nosotros nos tenia que pasar?. Las dudas abundaban, pero las respuestas no aparecían. Por su mente pasaron y se repitieron cientos de imágenes y recuerdos. Se sentía mal con la vida, con el mundo y consigo mismo. No le importo que su hijo que apenas llegaba a los tres años, su esposa y su abuelo lo vieran ahí, derrumbado en el sillón, con su camiseta y la imagen de San Expedito en mano. Su mujer se acerco e intento calmarlo, pero no hubo caso. Se paro y se fue al patio. Vio la mesa de cemento que había frente a la reja puesta hace apenas un par de semanas. Esa misma mañana se había juramentado volver por la tardecita con una sonrisa en la boca, dispuesto a dar su tan prometida vuelta olímpica. Era algo que se había propuesto y tenia pensado hace un tiempo. Una especia de festejo intimo, tan propio que, tal vez, muchos no entenderían. Pero no fue como se esperaba. Nada se había hecho realidad. Ni el patio, ni la sonrisa ni tampoco la vuelta olímpica en la mesa de cemento.
Cuando se canso de ver pasar la tarde fue a la calle. Era una tarde soleada. Pese a eso en la calle no había nadie. No podía dejar de pensar y de buscar culpables. Primero se acordó de los jugadores, después paso por los dirigentes y por ultimo en los árbitros. La idea que termino por convencerlo fue una combinación masiva entre los tres entes. El sol desaparecía y comenzaba a anochecer. Volvió a su casa, y sin mencionar una palabra se acostó. Le costo mucho, pero poco a poco, pudo conciliar el sueño…”
Esa fue la primera historia que había conseguido el viejo. Aquella tarde en la que la mitad del país no encontraba lugar para dejar la angustia y la bronca, ese viejo estuvo en la cancha. Antes de que comenzaran los incidentes el ya sabia lo que se venia. Ni lento ni perezoso se escondió en el rincón que creyó mas seguro, y mientras escuchaba los ruidos de los incidentes, no pudo detener el llanto. Cuando todo se calmo, salio del estadio.
Todo esto que estoy contando lo fui armando respecto a investigaciones propias. Quería cerrar el circulo, lo cual me ayudaría a entender muchas cosas. No se el nombre del viejo, pero si que era conocido como el Tanito. Era un bicho raro, de esos a los que ves y al mismo tiempo no. De los que pasan desapercibidos en un bar, y que cuando se van no sabes donde lo podes encontrar. Solitario empedernido, no tenia amigos ni tampoco mujer, ya que no le gustaba el compromiso. Intento estudiar Biología, pero no le gusto y abandono. Trabajaba en la agencia de colectivos de su primo. Ganaba bien, y a el, que vivía solo, le alcanzaba con creces. Aquel 26 de junio del 2011, al llegar a su casa se instalo un objetivo. Su idea era recabar historias y experiencias vividas por hinchas millonarios en esa tarde. Quería hacer un libro con dichas experiencias, pero pronto se dio cuenta que no era lo suyo. Igual no dejo de recabar anécdotas de vecinos, conocidos o hasta de completos desconocidos. Tuvo éxito, aunque también estaba el que se negaba a hablar, argumentando que preferían olvidar.
Habían pasado muchos años de esto. La salud comenzó a pesarle, y había pasado un buen tiempo desde que había abandonado esa búsqueda tan propia. Yo lo conocí poco antes de lo que le paso. Me mude al lado de su casa. Era un lindo barrio, de buena gente. En la esquina vivía un amigo de la infancia. Después de hablar de bueyes perdidos salí con la pregunta sobre el viejo. Me había mudado hace un par de semanas y solo lo vi un par de veces. No le conocía la voz y no tenia ganas de ir a hablarle. Mi amigo me dijo que era un hombre solitario, de pocas palabras y que, por lo poco que le había podido sacar Doña Hilda (la chusma del barrio), andaba mal del bobo y estaba por las ultimas. Después no me preocupe mas.
A la noche yo ya estaba listo para salir. Tenia las llaves, la entrada y la plata justa. Ahí sentí el timbre. Abro, y era el viejo. Traía un par de libros en la mano. Me saludo muy cordialmente y me comenzó a decir varias cosas. No le preste mucha atención, estaba preocupado por la hora, pero alcance a escuchar algo de que me los dejaba a mi porque sabia que me gustaba el fútbol. También me dijo que se sentía mal, y que quería asegurarse de que si algo le llegaba a pasar, esos libros queden en buenas manos. Yo no le di mucha bola.
Tire los libros en la mesita, despedí al viejo y salí volando a la cancha. Todo salio perfecto. Hasta pude meterme en la cancha con cien monos mas a dar la vuelta olímpica con los jugadores. Volví muy tarde, y cuando lo hice, vi dos patrulleros, una ambulancia y gente por todos lados. Yo no entendía nada. Después me entere: se había muerto el viejo. Parece que le había agarrado un ataque al bobo. “estaba mirando el partido”, escuche por ahí. Yo me sentí mal por como le había cortado el mambo para salir a la cancha. Cuando entre a mi casa me acorde de los libros. Fui a buscarlos y me quise morir. Eran cientos y cientos de historias con nombre y apellido de quienes las contaban. Todas se remontaban a aquella fecha fatídica del 26 de junio. Eran parecidas, pero todas tenían algo de especial, algo que las distinguía de las demás. Hay muchas formas de pasar el dolor, y el viejo había logrado recopilar varias.
Ahí entendí todo. Lo que el viejo no quería era que esos libros terminaran en manos de un policía que los tiraría por ahí, o tal vez se los haría llegar a algún familiar lejano del que había perdido contacto desde el siglo pasado. Por eso me los dejo a mi, el sabia de que cuadro era, soy y seré. Después de varios años de esto yo ya soy también un viejo. Solo me quedan recuerdos. Y ahora que lo pienso bien, el viejo este la hizo perfecta. Sabia que se sentía mal y que no le quedaba mucho, y el de esa noche era un partido no apto para cardíacos. Lo que le termino pasando era muy probable que le pasase. Porque, después de todo, no todos los días se juega una final de Copa, de local, y con un Monumental repleto…
Fin.