El tema de los panelistas para mí es bastante sencillo: Sandra Russo se come el panel. Es una verdadera periodista, inteligente, comprometida y que sabe llamar a las cosas por su nombre, desde sus ideas claro, pero sin segundas intenciones, con honestidad ideológica e intelectual. Los demás, ni fu ni fa. Barone harta, hay que decirlo. Espanta al que no comulga, y al que comulga no le aporta nada nuevo, como que cumplió su ciclo. Barragán no supera lo de sus canciones con los comentarios. Igual es simpático. Los otros dos adornan. Después están los invitados.
Ahora, yo sí tengo para hacer una crítica, detesto cuando en 678 pasan cosas como estas:
¿Quiénes son para juzgar a Caparrós de ese modo? Yo vi la entrevista completa de TN, y hubiera preferido que mostraran cuando le preguntaron por Clarín y contestó “con mucho respeto a ustedes y estas cámaras, es un nido de ratas”, o cuando criticó a Lanata por su aparición con Tenembaum y Fontevecchia aquella vez de Papel Prensa.
Osea, yo bendigo a un programa que (¡por fin y menos mal!) apareció para desenmascarar a la crítica deshonesta y al interés creado. Político y mediático. Y para defender a un gobierno que necesitaba o necesita fuerza, también. Pero creo que no se lo fortalece tanto llevándose puesto al que critica honestamente, diciendo que querés ser su amigo pero escrachando sus contradicciones en un video (y en este punto deberíamos ser todos un poco menos infantibles, todos transitamos por contradicciones, las resolvamos o no, y el que no las tenga es porque no se cuestiona absolutamente nada). No comparto la mayoría de las críticas de Caparrós, pero son legítimas, no ocultan nada. No lo paso a considerar ni menos inteligente ni menos honesto que cuando escribió La Voluntad.
En definitiva, la polarización con la derecha está perfecta. Me parece bien, necesario, es lo que tenemos y hay que cuidar. Pero este gobierno no es la forma definitiva que queremos los que comulgamos con él, y aquellos que no lo bancan pero podrían hacerlo. Y ahí tenés que abrir el juego, que haya una verdadera multiplicidad de voces.