[b]La culpa madre[/b]

Pasan los años, pasan los técnicos, y los jugadores quedan. La caída en Perú agranda la incidencia de los futbolistas. No sobran señales de que cambiará.
FRANCO PEDRAZZI | fpredazzi@ole.com.ar

A Pellegrini no se le entendía nada porque hablaba “difícil”. Con Astrada había onda, hasta que el corazón del plantel se rompió en mil pedazos por una disputa personal entre Ameli y Tuzzio. Merlo “no iba al frente”, Gallardo se le plantó y Mostaza se piantó. Passarella seducía, contagiaba, hasta que se tornó aburrido y autorreferencial en las sobremesas en la concentración.

Pasan los años, pasan los técnicos… Y River, seco, deshilachado, con una amnesia futbolística que no le permite afirmarse en éxitos pasados. Sería pretencioso pedirle a Diego Simeone que en dos partidos oficiales revierta cuestiones que están impregnadas en el vestuario. Es saludable su búsqueda innovadora, un dibujo diferente, el esbozo de un golpe de timón. Porque no todos los jugadores pasan. Algunos, varios, todavía quedan.

La derrota, justa, inapelable, frente al modestísimo Universidad de San Martín (la tercera en las últimas 15 visitas internacionales), agrega otro ítem a una lista de recientes papelones. ¿Entonces la del Caracas no fue una lección, sino sólo una muestra?

Hace poco, muy poco, hablando de fútbol en general, el Cholo tiró una frase emblemática. “Entre un gran jugador que no esté comprometido, y uno bueno que sí lo esté, dame al bueno. Con 11 de esos buenos, salís campeón”.

Compromiso. Valentía. Inteligencia. Coraje. Fibra. Cuchillo entre los dientes. Lo que sea. Algo, ¿no?

Hasta en los directivos se percibe cierto malestar. Incluso, los más importantes --Aguilar, Israel y Domingo Díaz-- viajaron a Perú y volvieron tan apesadumbrados como los hinchas que se quedaron en el país. Hay cuestiones que exceden a la disposición táctica. Los dirigentes tienen buena parte de responsabilidad en el armado del plantel. Pero que se va reduciendo según la jerarquía de la incorporación. Ortega está más allá: es el único que entiende lo que significa jugar en River, más allá de que el miércoles haya jugado su peor partido en años. ¿Y el resto? Nadie mejor que uno mismo para sincerarse frente al espejo, a la almohada o de la forma que sea. Pasaron tres años y medio sin títulos, que pueden ser cuatro (¡hay cuatro competencias por año!), y también pasaron diferentes perfiles de entrenadores, con distintos gustos estratégicos y hasta preparadores físicos con ideas propias.

Una verdad añeja, y poco discutible, es que en la cancha definen los jugadores. Si Tuzzio le da un pase corto a Carrizo o Ponzio debe salvar dos veces en la línea un gol rival, no es consecuencia de que Simeone ponga tres, cuatro, cinco o nueve en el fondo. Sí es cierto que hay cuestiones que el técnico tendría que ajustar. En lo táctico y a la hora de elegir nombres. Con el tiempo, claro, nadie sale campeón en dos partidos y, se sabía, nadie iba a recordar hoy el título en el torneo de verano. Debe haber señales claras de que no habrá más caprichitos passarellianos.

Señales, sobre todo, de los que salen a la cancha.

Señales de que hay caídas que no se repetirán.

EXCELENTE ME PARECIO LA APRESIACION DE ESTE PIBE

Pasan los años, pasan los técnicos, y los jugadores quedan. La caída en Perú agranda la incidencia de los futbolistas. No sobran señales de que cambiará.
FRANCO PEDRAZZI | fpredazzi@ole.com.ar

A Pellegrini no se le entendía nada porque hablaba “difícil”. Con Astrada había onda, hasta que el corazón del plantel se rompió en mil pedazos por una disputa personal entre Ameli y Tuzzio. Merlo “no iba al frente”, Gallardo se le plantó y Mostaza se piantó. Passarella seducía, contagiaba, hasta que se tornó aburrido y autorreferencial en las sobremesas en la concentración.

Pasan los años, pasan los técnicos… Y River, seco, deshilachado, con una amnesia futbolística que no le permite afirmarse en éxitos pasados. Sería pretencioso pedirle a Diego Simeone que en dos partidos oficiales revierta cuestiones que están impregnadas en el vestuario. Es saludable su búsqueda innovadora, un dibujo diferente, el esbozo de un golpe de timón. Porque no todos los jugadores pasan. Algunos, varios, todavía quedan.

La derrota, justa, inapelable, frente al modestísimo Universidad de San Martín (la tercera en las últimas 15 visitas internacionales), agrega otro ítem a una lista de recientes papelones. ¿Entonces la del Caracas no fue una lección, sino sólo una muestra?

Hace poco, muy poco, hablando de fútbol en general, el Cholo tiró una frase emblemática. “Entre un gran jugador que no esté comprometido, y uno bueno que sí lo esté, dame al bueno. Con 11 de esos buenos, salís campeón”.

Compromiso. Valentía. Inteligencia. Coraje. Fibra. Cuchillo entre los dientes. Lo que sea. Algo, ¿no?

Hasta en los directivos se percibe cierto malestar. Incluso, los más importantes --Aguilar, Israel y Domingo Díaz-- viajaron a Perú y volvieron tan apesadumbrados como los hinchas que se quedaron en el país. Hay cuestiones que exceden a la disposición táctica. Los dirigentes tienen buena parte de responsabilidad en el armado del plantel. Pero que se va reduciendo según la jerarquía de la incorporación. Ortega está más allá: es el único que entiende lo que significa jugar en River, más allá de que el miércoles haya jugado su peor partido en años. ¿Y el resto? Nadie mejor que uno mismo para sincerarse frente al espejo, a la almohada o de la forma que sea. Pasaron tres años y medio sin títulos, que pueden ser cuatro (¡hay cuatro competencias por año!), y también pasaron diferentes perfiles de entrenadores, con distintos gustos estratégicos y hasta preparadores físicos con ideas propias.

Una verdad añeja, y poco discutible, es que en la cancha definen los jugadores. Si Tuzzio le da un pase corto a Carrizo o Ponzio debe salvar dos veces en la línea un gol rival, no es consecuencia de que Simeone ponga tres, cuatro, cinco o nueve en el fondo. Sí es cierto que hay cuestiones que el técnico tendría que ajustar. En lo táctico y a la hora de elegir nombres. Con el tiempo, claro, nadie sale campeón en dos partidos y, se sabía, nadie iba a recordar hoy el título en el torneo de verano. Debe haber señales claras de que no habrá más caprichitos passarellianos.

Señales, sobre todo, de los que salen a la cancha.

Señales de que hay caídas que no se repetirán.

EXCELENTE ME PARECIO LA APRESIACION DE ESTE PIBE

Muy buena realmente pero ya la postearon negro.
[Saludos]

Ya esta posteado amigo. Fijate en los threads que se esta hablando que en alguno esta (sorry que no recuerdo exacto en cual).

Cierro.