0:00 | RIVER / ORTEGA: LA HERMANA SE CONFIESA
"La enfermedad lo lleva a pelearse con todos"Una de las personas que más quiere al Burrito, dice que “nunca pensé que mi hermano iba a ser alcohólico” y le pide a Simeone “que no lo castigue y lo vea como a un hijo”.
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El Burrito con su mamá y Mónica, otra de sus hermanas.
Esto es terrible. Jamás lo habíamos visto así. Es muy duro Nunca pensé que mi hermano iba a ser alcohólico. Perdoname, pero me cuesta hablar…". Ana llora. Del otro lado del teléfono se escucha su dolor. Es la tercera vez en 45 minutos de charla con Olé que no contiene las lágrimas. No quiere. No puede. El silencio dura unos segundos. Eternos. Es de noche en San Miguel de Tucumán, pero para ella el reloj se detuvo hace rato. Ana es una de las hermanas de Ariel Ortega. Y sufre. Lo dice. Y aunque la garganta se le cierra y no se sienta cómoda porque “nosotros no conocemos el mundo del fútbol y lo que realmente pasa allá”, se hace cargo de la situación del Burrito. No la esconde ni la niega: la enfrenta. “Todo empezó cuando Ariel se volvió de Turquía. O antes, porque él no se quería ir a ese lugar. Pero fue, volvió y cuando no lo dejaron jugar en la Argentina se deprimió. Fue un error gravísimo haber ido a Turquía”.
–¿Y por qué se fue?
–Porque lo convencieron de que era lo mejor. Los empresarios y los representantes empezaron con la plata, la plata, la plata y él confió.
–¿Y al volver notaste que se enfermó?
–Sí, fue automático: cuando no pudo jugar, se le fue todo encima. Empezó a estar mal. A deprimirse.
–¿Y a tomar?
–No sé. No te puedo decir si hubo un momento. De chicos, cuando él venía a visitarnos a Ledesma, hacíamos lo que hacen todos: por ahí salíamos y tomábamos algo, pero volvíamos a casa y nos íbamos a dormir.
–Nada comparado con lo que hoy está pasando…
–No… (llora).
–¿No?
–Es que la nuestra es una historia familiar muy sufrida. Siempre fuimos humildes. No teníamos nada. Pero el problema era que mi papá también era alcohólico.
–¿Y creés que ésa puede ser la explicación de lo que le pasa a Ariel?
–No. Mi papá tenía lo suyo, pero a nosotros ni se nos ocurría imitarlo. Siempre fue un hombre muy estricto. Un gallego duro al que le hacíamos caso. Si decía que teníamos que estar en casa a las diez, estábamos todos a las diez. Y Ariel le hacía caso.
–¿Siempre?
–Siempre. Aunque se fue a Buenos Aires a los 15 años, jamás hizo algo malo. Por eso te digo que cuando salíamos, nos cuidábamos. Me acuerdo de que antes de acostarnos, mi papá le olía la boca a Ariel, lo revisaba. Y si le llegaba a sentir olor a alcohol, le pegaba un cachetazo. No era chiste.
–¿Y tu mamá?
–Mi mamá hacía lo mismo. Siempre quiso lo mejor para Ariel. Le dio todo. Por eso hoy, al verlo así, se pone muy mal. Hace un año que no quiere asomarse a la puerta de su casa. Está deprimida, aunque se hace la fuerte porque sabe que eso lo pone peor a Ariel.
–¿Hablaron con él?
–Siempre. Yo hablé el domingo a la tarde después de que explotara todo esto. Le pedí que se quedara tranquilo. Y mi mamá también lo hizo. Pasa que yo no sé cuál es la imagen que la gente tiene de Ariel, pero él es un chico. El que realmente lo conoce sabe la verdad.
–¿Y cuál es?
–Que Ariel es una persona excelente, sencilla, que nunca cambió, pero lamentablemente está enfermo. Yo escucho que se dicen muchas cosas, que hace todo a propósito y es una locura.
–¿No le creés que se quiera ir de River?
–No, no, él no se quiere ir de River. El domingo habló enojado. Por eso dijo eso. Pero tienen que entender que Ariel es como un chico al que le decís que no le vas a comprar un chupetín y se enoja. Lo conozco.
–¿Con vos se peleaba?
–Sí, muchísimo. Mi mamá, Mónica, mi otra hermana, yo… Siempre se enoja cuando le decimos que no. Pero no lo hace de mala persona. La enfermedad lo lleva a pelearse con todos. Ahora fue con el Cholo, pero Ariel lo quiere, lo aprecia.
–¿En serio?
–Sí. Cuando lo contrataron para que sea el técnico de River, a mi hermano le pregunté cómo era, porque uno está acá, lejos, los ve por televisión y quiere saber. Y me dijo que estaba contento, que lo conocía de la Selección y sabía que era un buen hombre. Y conociéndolo a Ariel, es un gran halago. Porque jamás fue de hablar demasiado.
–¿Te gustaría charlar con Simeone?
–Me encantaría.
–¿Y qué le dirías?
–Que no lo castigue, que lo vea como a un hijo, porque nadie está exento de que le pase esto. El changuito lo respeta. Pero se enoja, no lo puede manejar y explota. Se lo juro. Dios quiera que Simeone lo sepa entender.
–Que no exteriorice lo que le angustia, ¿puede ser otro problema?
–Seguro. Más hoy. Antes, por ejemplo, le preguntabas cómo era Italia y te contestaba: “Lindo”. O le consultabas qué tal era Passarella, y te decía: “Un buen chango”. Hoy, encima, agregale una depresión muy profunda y es terrible. No la está pasando para nada bien.
–¿Buscaron ayudarlo?
–Buscamos y lo seguimos haciendo. Cuando él volvió a jugar en Newell’s, viajamos varias veces a Rosario para entrevistarnos con una psiquiatra que lo atendía. Y nos decía que era clave estar con él, acompañarlo.
–No dejarlo solo.
–Nunca. Porque aunque tenga 34 años, Ariel es una criatura. Lo veo cuando viene a mi casa. No se comporta como un hombre de su edad, es un chico en su inocencia, en su humildad. Y siendo así, cuando se siente triste, entra en crisis. Encima ahora está alejado de su señora, de sus hijitos y eso lo pone peor. Pero no tengo nada contra ella. Al contrario. Sólo palabras de agradecimiento.
–¿Internarlo es solución?
–No sé. Para nosotros sería fácil. Firmamos, lo internamos un mes, un año, lo que sea, y listo. Pero es una enfermedad difícil. Fijate que Ariel fue a Chile el año pasado, estuvo unos meses bien y empezó con las recaídas.
–¿Entonces?
–Vamos a ayudarlo como podamos. Mi mamá y mi hermana están a punto de irse a vivir a Buenos Aires para estar al lado suyo. Porque esto es día a día. Ya hablamos con un especialista de Buenos Aires. Así no podemos seguir.
–Se debe hacer muy duro estando tan lejos.
–Durísimo. Es levantarnos y rezarle a Dios para que esté bien. Porque Ariel siempre fue como un padre para nosotros. Se hizo cargo de la familia, era el fuerte, el que podía hacer todo y nos ayudó. Pero ahora… (llora otra vez).
–¿Ahora…?
—Ahora tenemos miedo de que un día nos llamen y nos digan que está muerto. Porque esa enfermedad te bloquea, no te deja pensar. Por eso hay que ayudarlo. El problema es que muy pocos saben cómo.
–En River le ofrecieron renovarle el contrato por dos años para que pueda seguir jugando.
–Sí, pero ayudarlo no es que el Cholo lo ponga en todos los partidos de titular o que los dirigentes le ofrezcan un contrato por diez años. Adentro de la cancha no se nota lo que le está pasando por dentro porque es un privilegiado. Tiene una capacidad física terrible. Puede estar tomando toda una noche y al otro día jugar y ganar el partido con una genialidad… No sé. No creo que haya muchos jugadores que puedan hacer algo así. Pero él sí.
–¿Pensás que sus anteriores técnicos también intentaron ayudarlo?
–Creo que sí. El que más lo dirigió y al que nosotros siempre le vamos a estar agradecidos es a don Daniel. Es el más allegado a Ariel, el único que siempre estuvo. No le importó si estaba pasando un buen o mal momento. ¿Cómo se dice? Las conveniencias. Más allá de eso, Passarella lo ayudó.
–¿Otros no?
–No sé. Con mi mamá y mi hermana muchas veces pensamos que Ariel es demasiado bueno con los que se le acercan. No tiene maldad. El juega todo el tiempo. Es un chico, como te dije.
–¿Se lo plantearon a él?
–Sí. Pero una cosa es cuando está acá y otra cuando se va para Buenos Aires. En Ledesma tiene a los mismos amigos de toda la vida. Y ellos lo cuidan, lo quieren.
–¿En la Capital no pasa lo mismo?
–Es diferente, seguro. Igualmente, yo no creo que haya alguien que le quiera hacer daño porque sí. Ariel es un chico que sacando esta bronca con Simeone, nunca había hablado mal de nadie. Jamás. Y lo del Cholo, insisto, fue de calentura.
–¿Los dirigentes de River se comunicaron con ustedes en algún momento?
–No. Y para nosotros, desde acá, es difícil ponernos en contacto con ellos. La verdad es que no sé cómo hacerlo. No tenemos acceso. Por eso una parte de la familia lo va a ir a acompañar.
–¿Dónde te lo imaginás dentro de seis meses?
–Dios quiera que curado. El lugar es lo de menos. Aunque si fuera por él, sé que no se iría nunca de River. Sufrió mucho cuando no estuvo ahí y se ilusionó un montón cada vez que parecía que lo llevaban de nuevo. Pero lo más importante, sin dudas, es que se recupere y que se sienta bien.
–¿Creés que hay retorno entonces en todo este conflicto con Simeone?
–De parte de Ariel, estoy totalmente segura. Lo que más ama es jugar al fútbol. Y si dijo algo feo fue por su situación. Nada más. Sólo espero que se deje de plantear que hay lugar para uno o para el otro. Y que el Cholo lo entienda. Mi hermano necesita ayuda. A mí también me duele reconocerlo, pero él está enfermo.