Patotearon a Moreno...

  denuncian UN GRAVE INCIDENTE DE racismo
  [b][i]“A los negros hay  que matarlos       de chiquitos, como éste”[/i][/b]     
                                     [RIGHT][i]Una señora negra y su nieto fueron 
      insultados  en un supermercado.
      La causa está en la Justicia y en el Inadi.
      Para el abogado de la agredida, es “una discriminación a  denunciar.” La defensa 
      dice que todo es una “maniobra de la prensa”.[/i][/RIGHT]
       [LEFT][b]José Monner  Sans, de la Fundación Todos, abogado de Elisa, la abuela agredida.[/b][/LEFT]
     [IMG]http://www.pagina12.com.ar/2000/00-05/00-05-21/na18fo01.jpg[/IMG]                 
          
  [b]Por Sergio Kiernan[/b]       [IMG]http://www.pagina12.com.ar/2000/00-05/00-05-21/t.gif[/IMG]Elisa estaba  ocupada con su nieto, un bebé de 18 meses demasiado vivaz para las  góndolas del supermercado. Nicolás quería tocar todo y su abuela le  había dado un librito de cuentos que lo hizo olvidarse un poco de  frascos y paquetes. De pronto, cuando ya llegaban a la verdulería, Elisa  escuchó a sus espaldas una voz alterada que le gritaba: “A los negros  hay que matarlos así, de chiquitos ¡como éste!”. La abuela giró de  inmediato y se encontró de cara con un hombre alterado y con la cara  colorada, que siguió gritándole: “Negra villera, negra sucia, negra hija  de puta”. Elisa alzó a Nicolás para protegerlo y lo apretó tan fuerte  que el nene, ya asustado por el griterío, se puso a llorar. “Señor,  usted se equivocó”, es lo único que atinó a contestar, todavía pensando  –“mire qué ingenua”– que el hombre la había confundido con otra persona.  “¡Callate, negra!”, fue la respuesta, seguida de otra lluvia de  insultos.
  Era el 8 de marzo, uno de los días de semana que Elisa de Souza de  Melgarejo, viuda, pensionada y de 55 años, siempre pasaba con su  adorado primer nieto. La rutina de juegos, siesta y paseos siempre  incluía una parada en el supermercado del barrio, para comprar verdura  “fresquita, porque al nene hay que prepararle comida fresquita”. Elisa  es negra, delgada, muy elegante. Nació en Uruguay, de un matrimonio  brasileño que emigró buscando mejores horizontes y se mudó con marido e  hijos a Buenos Aires en 1973, cuando su Montevideo natal quedó bajo los  militares. La familia se hizo argentina, trabajó duro. Los hijos fueron a  la universidad, y “nunca tuvimos problemas por ser negros. Hasta ese  día, que me cambió la vida”.
  Temblando de los nervios, con Nicolás apretado al pecho, Elisa se  alejó corriendo, cruzó “no sé cómo” la baranda de una rampa y pidió  ayuda a dos empleados que ponían panes en una góndola. Resultó que los  dos muchachos no trabajaban en el supermercado: eran repositores de pan  Bimbo. Al verla tan alterada, uno de los repositores corrió a buscar un  guardia de seguridad y el otro se quedó a acompañarla. El agresor estaba  cerca, comprando como si nada y “acomodándose el pelo con la mano todo  el tiempo”. En ese momento llegó un guardia del supermercado, escuchó a  Elisa, le explicó que no tenía poder para retener a nadie sin orden  policial y aceptó llamar a la comisaría.
  Como si hubiera escuchado, el agresor se dirigió a una caja con  poca gente. Elisa comenzó a desesperarse: se iba a escapar. Una señora  se acercó, le puso la mano en el hombro y le dijo con afecto: “Está  apretando mucho al nene”. Nicolás lloraba y lloraba. Cuando el agresor  ya estaba pagando, el guardia del supermercado se volvió a comunicar con  la policía y recibió la orden de demorarlo. El hombre, todavía con la  cara colorada, ni discutió: giró y corrió por las escaleras que llevaban  a las cocheras. En ese momento llegó un patrullero.
  Minutos después, el agresor era identificado como Facundo Mazzini  Uriburu. Mientras varios agentes hablaban con él en la vereda, otro  intentaba que Elisa no hiciera la denuncia. “Piense en el papeleo,  piense que va a tener que ir a declarar ¿vale la pena?” Para la abuela,  no había dudas: “De ninguna manera. No voy a dejarlo así, yo no hice  nada y el amenazó a mi nieto”. Entonces, el tono cambió y Elisa, la  agredida, tuvo que aguantarse un interrogatorio sobre su status  migratorio que terminó en una discusión: los policías querían que los  acompañara a la comisaría y no entendían que el bebé, todavía llorando,  estaba primero. Finalmente, aceptaron identificar formalmente al acusado  y dejar la denuncia escrita para más tarde. Mazzini Uriburu no quedó  detenido, porque no había una denuncia en su contra.
  Elisa no sabía que el racismo puede ser un delito. “No conocía la  ley, pero él amenazó a mi nieto. Y yo tengo que defenderlo”, explica.  “Yo amo a mi familia y cuido a mis gajos.” Esa misma noche, unas pocas  horas después del incidente, abuela, hija, yerno y nieto llegaban a la  comisaría a hacer una denuncia por amenazas. Nicolás, apenas vio un  uniforme azul, rompió a llorar con fuerza: mamá se lo llevó a casa.
  Dos días después, asesorada por su hija, Elisa llamó al Inadi e  hizo una denuncia por discriminación. El mismo titular del Instituto,  Víctor Ramos, la llamó para respaldarla y asegurarle que se encargaría  de lo que ya era la causa B/075. Pero Ramos tenía los días contados, el  Instituto iba a pasar unas semanas virtualmente paralizado hasta que se  decidiera su reemplazo y la causa no avanzó. Fue entonces que Elisa se  enteró de que existía la Fundación Todos, que ofrecía asesoramiento  legal a víctimas de cualquier tipo de discriminación. Dos de sus  miembros, los abogados José María Monner Sans y Carolina Fernández  Blanco, impulsaron la causa ante el Juzgado en lo Criminal y  Correccional 2, por infracción a la ley 23.592 que pena el racismo.
  “Estamos convencidos de que una sociedad que aspira a convivir en  democracia no puede tolerar hechos como el que sufrieran la señora  Melgarejo y su nieto”, definió Monner Sans. La fundación, que tiene 40  miembros y 160 adherentes, se define como “un grupo de ciudadanos  preocupados por los actos discriminatorios que ocurren en el país”. Uno  de sus objetivos “centrales” es buscar “la denuncia pública de los  hechos que constituyen ostensibles o encubiertas discriminaciones por  cualquier causa”. Respecto de la causa, Monner Sans afirma que “no  sabemos si los hechos constituyen o no el delito que prevé la ley  23.592, eso le cabe decidirlo a la Justicia. Pero tales hechos deben ser  conocidos y valorados por la opinión pública para que sirvan de ejemplo  de lo que debe ocurrir”.
  El acusado eligió para su defensa a un conocido de su padre,  militar retirado: el abogado José María Soaje Pinto, que fuera letrado  de dos acusados de participar en el último complot carapintada, defendió  al neonazi Alejandro Biondini y representó al criminal de guerra Walter  Kutchsmann, que murió detenido esperando su extradición después de  varios años de vida argentina bajo el nombre de Pedro Olmo. Para Soaje  Pinto, todo el caso no pasa de ser “una maniobra que inició el  periodista Horacio Embón, para reflotar a Víctor Ramos y Zulema Yoma”.  Como prueba de su teoría, el abogado señaló que Embón hizo una nota en  su programa de radio respecto del incidente, en la que consultó a Ramos,  por entonces todavía al frente del Inadi pero ya en crisis política. Y  que, después de terminar de hablar con Ramos, sacó al aire a la ex  señora Menem, con la que comentó el caso. “Embón gestó este caso o lo  usó políticamente”, acusó Soaje Pinto, que lleva una causa paralela en  la que Mazzini Uriburu, “un muchacho de 30 años que es taxista, tiene un  campo y vende caballos de polo”, procesa a Embón por calumnias e  injurias.
  “El hecho no ocurrió”, definió el abogado defensor. “No lo acepto  porque no tuvo lugar. No van a poder probar los hechos, demostraremos  que los testigos son falsos y los dejaremos al descubierto. Este es un  caso armado para lograr un impacto de mala leche en el público. Lo  eligieron a mi cliente por el apellido tan ilustre que lleva. Es un  Uriburu, tataranieto de José Félix Uriburu, bisnieto de José Evaristo y  del presidente Quintana.” Para Soaje Pinto, un detalle en la historia de  esta familia demuestra que el acusado “no puede ser racista: su padre  tuvo una niñera morena, que murió en casa de su abuela a los 90 años. ¿A  usted le parece?”.

Es un Nazi de mierda,defensor de Biondini y de los Carapintadas.

Página/12

Hoy La nación publico esta nota sobre Moreno me quedo con el seguinte comentario abajo:

Moreno, retratado por El País de España como “el buen salvaje” de los Kirchner
El periódico madrileño se refirió al polémico secretario de Comercio Interior; “Su última proeza ha sido, supuestamente, liarse a sillazos con un abogado que le resultó molesto”, señaló
Moreno, retratado por El Pas de Espaa como “el buen salvaje” de los Kirchner - lanacion.com

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Ferliz2009
20.07.10
18:59
Que infantiles son señores de LN, quieren domonizar a Moreno, cuando en este entuerto los DEMONIOS así con mayúsculas son los representantes de LN y clarinete, que se han quedado con Papel Prensa a costa de muerte, tortura y sangre, a costa de arreglos espúreos con los genocidas militares, y todavía hoy a costa de obtener una materia prima mucho menor que la competencia a la cual abastecen. Quieren demonizar a una persona cuando ustedes han causado un daño irreparable, han sido parte y cómplice del genocidio más virulento de toda la historia del país. Además cuál es la fuente de información de El País (un diario de derecha por supuesto)? será clarinete? será LN? qué objetividad pueden tener los extranjeros cuando se los informa terjiversadamente como nos tienen aconstumbrados estos dos diarios que son parte del problema nefasto de Papel Prensa?. Todo lo que sale tanto de este diario como de clarinete hoy es cuestionable, todo, sin excepción.

En el país del boludeo, Néstor es Rey.

Da para un tema aparte lo de Papel Prensa, un hecho aberrante que relaciona dictadura y medios de comunicación, que nunca tuvo mayor difusión ni conocimiento en el común de la gente.