El rincón de la escritura

Éste es viejito, y el verso inicial lo saqué de una novela de Gioconda Belli porque me pareció perfecto

Contarse la historia de otro modo
es ver las renuncias como puntos sorpresivos;
las fatigas evidentes
como conquistas en la pulseada al tiempo.

Contarse la historia de otro modo
es percibir los silencios como zarpazo amordisíaco;
el dolor de vientre de cada calendario
como el signo de sabernos elegidas.

Contarse la historia de otro modo
es interpretar el hastío como deseo eligiendo closet nuevo,
mutar lo perdido
en palabras que hagan génesis
cuando besen otros poros.

yo tengo un cuento… es medio largo… si a alguno le interesa leerlo despues me tomo el trabajo, lo paso a la pc y lo subo (sisi, por que lo escribi sobre papel… bien old school)

Siiiii, subilo!!!

Este cuento lo escribí años ha en un taller literario y lo dejé a la mitad; ahora lo saqué del cajón. Yo también lo tenía escrito a mano :lol::lol:

PREDECIBLE

Tenía esa tendencia; un cuasi ritual que se repetía en la misma época del año y en las derrotas aisladas.
Así era Celeste, central, precisa, predecible.
Aprendí a aceptarle el juego y lo extendí. En un punto, hablabamos el mismo idioma, salvo que ella sí sabía codificarlo. Recuerdo cómo me tejía en su cuerpo ausente, pidiendo licencia para más.
Nos conocimos en un viejo salón, especie de guarida que solía frecuentar en mis lapsus de hastío. Yo era figura repetida, un habitué de bajo perfil. Ella, en cambio, desde el día en que ingresó, tomó protagonismo inmediato.
Cuando la conocí, Celeste se encontraba avasallando deseos. Me miró, sonrió. En mi torpeza, sólo atiné a devolverle una mueca. Al parecer, ese gesto soso de mi parte le bastó para acercarse y acariciarme el pelo; un acto que hubiese definido como descarado o ligero en otra; me pareció, en Celeste, perfecto; la lectura exacta de mi necesidad.
No esperamos ¿para qué? Y fue central, precisa, predecible. Te quiero, me dijo al terminar y sentí fuego.
Comenzamos a frecuentarnos. Ella, fiel a su costumbre, se desvestía sola. Nunca lo hacía de manera completa, vedaba el ombligo. Ni siquiera en la oscuridad me permitía allanar esa parte. Nuevamente, en el épilogo, te quiero.
Una noche, se quedó profundamente dormida; yo nunca podía. Un ardor abusivo me impedía reposar. No le dije nada a Celeste. Lo soportaba estoico. Me levanté en busca de alguna pastilla que me adormeciera la panza. Y la vi dormir, en su desnudez perfecta. Pudo más, olvidé la molestia, me acerqué y empecé a besarle el pelo, la frente, la nariz, el cuello hasta llegar al sector prohibido, estratégicamente, cubierto con sus manos. Tenía el sueño tan pesado que no se daría cuenta. Levanté sus dedos y me sobresalté: una serie de yagas superpuestas le atravesaban el ombligo y la sangre negruzca había sellado los surcos. El movimiento que hice, producto de mi estupor, movió la cama. Celeste se despertó, me vio, se vio a si misma, vulnerada, y gruñó enfurecida. Me pateó, escupió, lloró; retorcida, avergonzada. Me sentí un completo imbécil; la tomé entre mis brazos y le dije que no importaba, era tan sólo una marca física ¿qué más da? Se acurró a mi lado, en posición fetal, respiró furiosa, odiándome con los sentidos, me desprendió de manera violenta y en medio de su temblor histérico, me sonrió. Te quiero.
Tras ese incidente, Celeste se ausentó un tiempo largo, sin aviso. Mi desesperación crecía a la par del dolor. El lugar de encuentro siempre fue mi departamento y era ella la que iniciaba todo. Pero esta vez decidí buscarla, la necesitaba de manera vital, incrustada en mí, a su modo, con sus reglas ¿qué más da?
Encontré la puerta de su casa abierta, y aunque dudé al principio, entré. Me sorprendió encontrar la habitación principal prácticamente vacía, sin esos adornos originales que ella decía tener, producto de sus innumerables viajes. ¡Celeste!. No respondió. Iba a esperarla igual, hablaríamos, sacaríamos todo, el pasado, el dolor y después, lo que ella quiera, mi cuerpo, su isla.
Pasaron horas, no regresaba, mi saliva era amarga y sudaba. Fue, entonces, que escuché un gemido; luego, un chillido bestial. Comencé a hurgar espacios para ver de dónde provenía aquello y di de lleno con el espanto: un cúmulo de hombres mutilados, escupiendo vilis, rebosados en su sangre coagulada. Imploraban ayuda, que los liberara. Como pude, intentando vencer el asco, las arcadas, me acerqué. Uno de ellos abrió la boca y alcancé a reconocer, en su labió inferior, la misma yaga que, multiplicada, atravesaba el vientre de Celeste.

  • Te quiero, me dijo.
    Grité trastornado.
    -Por favor, te quiero. Decilo que ella ya se ha olvidado, por favor, una vez más, ella se calla; te quiero, repetilo, por favor, destruime; te quiero.

Hoy duele menos, pero el hedor es insoportable. No quiero mirarla. Sé que está allí, preparándose para otro. No voy a mirarla. Quiero advertirle al estúpido, ver su aspecto ¿Se lo dirá? Era única cuando lo decía. No voy a escucharme. No quiero. Necesito golpearla arrastrarla conmigo a este infierno lento, central, predecible.
No voy a mirarla. Llora ¿por qué llora?. Se toma el vientre, me observa. Se acerca, soy consciente. Viene a borrar el pasado, el horror; es el útimo pedazo ¿qué más da?. Juega, camina hacia mí, me acaricia el pelo, se desnuda; ella, tan distante, tan voraz. Es el último pedazo ¿qué más da? . Ríe, dulce, infantil. Te quiero. Y es central, precisa, predecible.

esta muy bueno profe… ahora me da verguenza subir el mio jajajajja :oops:

NOOOO, SUBILO, DALEEEE :stuck_out_tongue:

Complejos de Asesino.
El sol citadino se coló por el ventanal despertándolo de la primera noche luego de matar, a pesar de sentirse extrañamente inquieto pudo introducirse en la rutina mañanera. Máximo Gracia hacía el suficiente hincapié en su higiene personal como para irritar a algún corto de paciencia. Disfrutó el café recién molido combinándolo con dos tostadas resecas, y luego de prestarle atención a las primicias de la radio, se forzó a salir para encontrarse con su empleador.
Al cruzar el portón del edificio se le instaló en la cabeza la idea de que tal vez el siniestro nunca ocurrió, sueños muy vívidos lo habían confundido en el pasado. Volvió al departamento ignorando la reunión acordada. De una caja de zapatos bajo la cama, tomó el revólver delictivo y revisó el tambor, tres balas habían sido disparadas. El alivio por el deber cumplido le duró un pestañar. Dejó pasar las horas, quiso entender si su situación era un simple retardo sentimental, pero la pasividad de cambios influyó en que la impaciencia ocupara un lugar estelar. Con mala predisposición bajó de la despoblada biblioteca una carpeta voluptuosa, desparramó su contenido sobre la única mesa capaz de soportarlo cómodamente a la vista. Recortes de diarios, documentos, apuntes hechos por él, todo hacía referencia al difunto Manuel Gaitán. Máximo, mediante esa especie de biografía, buscó mimetizarse en la vida de su víctima, pero como temía, los hijos, los fructíferos negocios, el amor de una mujer y de algunas otras amantes, no eran más que datos que le habían sido útiles.
Al siguiente amanecer su estado era más agudo, con desesperación subió al quinto taxi que intentó frenar, su aspecto ya no ayudaba. El escenario comenzó a poblarse de gente en telas negras, algunos todavía denotaban cauces de lágrimas. El día era más primaveral con los árboles y el césped a la vista, casi hacían olvidar las centenares de placas de piedra incrustadas en la tierra.
Reconoció a su objetivo por el porte adolescente que cargaba. Yo lo maté, Máximo le dijo por lo bajo, y estoy sufriendo porque no me afecta que llores no me afecta que extrañes, perdí mi capacidad para la culpa, y con ella mi humanidad. El chico no respondió, pero Máximo pudo notar que la satisfacción le invadía el rostro.

Esto es lo unico que pude terminar de escribir. Es lo que hay.

GENIAL ESA PARTE! :stuck_out_tongue:

Muchas gracias!

DE LO BELLO Y LO LOZANO
Me gusta la palabra belleza, en su costado concreto, en la percepción armónica de lo indescifrable, armada de secreto y paladar.
Elogio a la mujer que corre el “bellus” de todo signo, sin dejarse atrapar por nomenclaturas, y al hombre que calla obviedades desde su instinto no inscripto en lo obvio.
Celebro al hombre que entra en la esfera de lo cotidiano en cuotas aisladas sin interés y la mujer “gen-eros-a”, que construye mundos invisibles y es cita a ciegas en ese espacio.
Admiro a las que no hilvanan palabras para enredar, sino que conjuran desenredándose, y a los que burlan verdades estipuladas por otros en su nombre
Alabo al hombre que pierde rasgos prestados y rasga fronteras de sentencia, y a la que no esconde su piel entre retazos sino que acaricia piel entre certezas
Amo a la mujer que, con el fuego de su esencia, unge al otro, gota a gota, apagando cansancios y rutinas, y amo al hombre que no desea por ley o por precepto, ni ama a fuerza de pasos establecidos, sino que define piel escribiendo tacto, traza cintura y deja en la otra boca su dialecto.
Amo ese pacto de belleza , el secreto milenario que cierra círculos y abre universos.

[COLOR=green]Tenemos este secreto,
un pacto de ojos abiertos
y silencios cómplices,

Tenemos ese beneficio
tejido en el telón cuasi nocturno
que extiende lo no dicho

Tenemos[/COLOR] [COLOR=green] el sonido del tacto imperceptible,
palma y la huella de todas las pasiones
[/COLOR][COLOR=Green]de ayeres y presentes, hoy, sincronizados
[/COLOR]