Vos sabés que yo no lo quería decir, y sólo se lo conté a mi hermanito (por miedo a mufarla). Pero tanto en fines de 2018 como ahora a fines de este año, por estrés, nervios, demencia o vaya uno a saber qué, me agarró una alergia increíble. En ambas situaciones no podíamos perder, teníamos que ganar pase lo que pase. Y yo lo intuía, lo podía sentir, a ese “aura” que mencionas (y eso que no creo en cosas místicas). Porque si uno no se ilusiona, no se puede poner nervioso o sentirse enloquecido por algo que sabés que no puede pasar.
Todo lo contrario, sentía que iba a pasar, y sentí que pase lo que pase, igual que en la final del 2018, lo único que no iba a pasar era que nos ganen en actitud. Eso era imposible. Siempre íbamos a estar un paso por delante de ellos en entrega. Tanto a Boca como a Francia. Y eso repercutió en mi cuerpo y en mi salud mental. Dejé de entender las 2 veces lo que significaba el fútbol (quizás con un poco más de delirio en el 2018, lógicamente, sobre todo por lo que hubiese significado perder ese partido en Madrid). Y sin un antihistamínico dudo que hubiera podido sobrevivir, y lo dice alguien que nunca jamás ha tenido alergia a nada. Fue algo totalmente psicológico. Y en el caso del 2019 me duró unos 4 o 5 meses después de la final, como una especie de estrés post-traumático. La alergia de la gloria.
Ahora yo siento que futbolísticamente ya estoy hecho, que puedo morir tranquilo, que viví todo lo que quería vivir.
La vida me hizo argentino y de River, qué más le puedo pedir al Universo? Fuimos testigos, protagonistas y VENCEDORES de los 2 momentos más importantes del deporte internacional en la historia, tanto a nivel de clubes como a nivel de selecciones. Todo en un márgen de 4 años, y al menos en mi caso, con una edad de juventud ideal para enloquecerme con los festejos, pero lo suficientemente maduro intelectualmente para lograr realmente comprender lo que acabamos de vivir. Probablemente no terminemos de caer en lo que vivimos ni tomar real dimensión hasta que pasen un par de años. Pero no deja de parecer que todo fue guionado, por el escritor más maestro y torturante, capaz de someternos a la más profunda de las tristezas, para luego terminar con los finales felices más impensados.
Todo se dio en el momento en que tenía que darse. Quizás era el destino determinista, prefijado desde el comienzo de la existencia, como creía Einstein, que “Dios no juega a los dados”. O quizás por una cuestión de aleatoriedad cósmica probabilística se dio todo como se dio, y podría haberse dado distinto, pero nosotros, como verdaderos navegantes cuánticos, logramos de alguna manera, a partir de todo lo que hicimos o dejamos de hacer en nuestras vidas, terminar en esta, que es la mejor realidad de todas.
Le doy gracias a quien sea por eso. Gracias.