Un día estaba Adán en el Cielo, y Dios lo miraba, lo miraba.
El pobre Adán daba y daba vueltas, la soledad lo estaba matando. Entonces Dios se le acerca y le dice:
- Basta, Adán, así no te puedo ver más. Te voy a dar un compañero, o mejor dicho, una compañera.
Adán se lo queda mirando y le dice:
- ¿Y qué corno es eso?
- Y, mirá, va a ser como vos pero va a tener más de acá (señalándose el pecho) y de acá (señalándose el trasero). Te va a lavar, te va a planchar, te va a cocinar, te va a traer las pantuflas, nunca te va a hacer un problema, va a hacer absolutamente todo lo que vos le pidas…
Adán lo mira y le dice:
- Uh… y decime, eso… ¿me va a costar mucho?
- Y… para hacerlo, no es fácil. Te tengo que sacar el maxilar inferior, el brazo derecho, la pierna izquierda, el ojo izquierdo, la oreja derecha y el pelo.
Y el pobre Adán contestó:
- Ah, no, pero entonces eso es muy caro.
Se quedó pensando un rato, rascándose la cabeza, y le propuso a Dios:
- Y decime…
¿¿¿QUÉ ME DAS POR UNA COSTILLA???
(perdón, Rafa, pero amerita):
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