La mañana del 8 de agosto de 1969 era especialmente calurosa. Paul Cole había estado caminando por Londres desde temprano recorriendo la ciudad y visitando museos, en una típica jornada para un turista que visita una ciudad tan antigua por primera vez. Después de tantas vueltas y tantos recorridos, decidió que era hora de dejar a su esposa sola por un rato y abstenerse de seguirle el impulso de visitar cualquier lugar que a ella le resultara llamativo. Por esa razón decidió quedarse parado en la puerta, en la calle, charlando con un policía sentado en una camioneta estacionada y disfrutar de un atípico día de sol en Londres.
En ese mismo momento, cuatro de los mas importantes músicos de la historia estaban discutiendo apenas unos metros mas allá y en el interior de su ya célebre estudio de grabación qué nombre le darían al disco que estaban por terminar. John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr creían hasta esa mañana que llamarían al álbum “Everest”, pero de repente alguien tiró la idea de que apelen a algo mas simple, con menos necesidad de explicación. Ahí surgió la idea de llamar “Abbey Road” al último disco de la banda. Era, lo sabían, un homenaje a la casa que los había albergado durante tanto tiempo, en especial desde que decidieron cuatro años antes abandonar las giras, los hoteles, la locura, los gritos y los escándalos que la beatlemanía había generado. Ahí nomás McCartney agarró una hoja y un papel e ideó un concepto de tapa: los cuatro estarían, dijo, caminando, en la calle que le da nombre al estudio. Los otros aprobaron la idea, pero no con alegría, pues intuían que una vez mas él iba a jactarse ante ellos y el mundo de ser el creativo de una tapa beatle, tal como lo hizo con “Sgt.Pepper” un par de años antes.
Los cuatro músicos y el fotógrafo Iain McMillian con una escalera salieron a la calle. Eran las 10 de la mañana y lo que primero les llamó la atención no era que había poca gente circulando por ahí (casi nadie comparado con los que esa mima cuadra sería después), sino que el Volkswagen Beetle blanco patente LMW 281F estacionado no estaba cuando todos llegaron. McMillian y un policía intentaron empujarlo, sacarlo de escena. Ahí George se dio cuenta que estaba especialmente desarreglado en comparación de sus amigos, que parecían haber previsto que ese día se tomarían fotos oficiales.
Resignados a que era imposible mover el auto, McMillian se subió a una escalera y empezó a pedirles a los cuatro Beatles que cruzaran una y otra vez la calle. McCartney dio la nota otra vez, sacándose sus zapatos argumentando que tenía calor, como si fuese normal para cualquiera quedarse descalzo en la calle y en el último cruce encendió un cigarrillo y lo puso frente a la cámara, con su mano derecha, algo poco habitual para un zurdo. Lennon, ofuscado por casi todo en esos días pero especialmente por las salidas de Paul, decidió que a la sexta vez que cruzaran la calle sería la última, que tanto tiempo posando para una foto era demasiado para él.
Entre tanto, unos metros mas allá Paul Cole había dejado de hablar con el policía para ver a cuatro tipo llamativos por sus peinados y sus ropas cruzar una y otra vez la calle como, dijo él, “una mamá pata con sus patitos”. Luego éstos se fueron, él siguió en la puerta, esperó a su mujer que salió de donde estaba y siguieron recorriendo Londres unos días mas, antes de volverse a su estado de Florida natal, en los Estados Unidos.
Un año después, entró al living de su casa al volver de trabajar y encontró a su mujer tratando de sacar los acordes de Something, esa genial canción de Harrison con el órgano familiar. La tapa de Abbey Road estaba sobre la chimenea, en el centro del living hogareño. Ahí Paul Cole se dio cuenta que conocía esa imagen: era él quien estaba parado hacia al fondo, detrás de los cuatro músicos que cruzan una calle londinense y hacen con esa imagen una de las mas distintivas de la iconografía popular del siglo XX. Llamó a sus hijos, a los gritos, y les confesó que él, su padre, estaba en la tapa de un disco de Los Beatles. Paul Cole, de alguna manera, ya estaba inmortalizado.
Parado. Cole mira a esos cuatro ridículos cruzar la calle
La historia Beatle es tan fuerte que hasta los personajes secundarios, incluso los mas lejanos, son parte del relato oficial. Choferes de combis que los llevaban de gira, asistentes, grouppies, amigos y hasta colados que aparecen casualmente en la tapa de un disco. ¿Hablaríamos de Tony Sheriddan si no fuera porque él tuvo a los cuatro Beatles como banda para algunos de sus shows? ¿Valdría la pena ir a ver tocar al ex empleado municipal Pete Best que ahora viene a Buenos Aires? Todos pasan el resto de sus vidas profundamente tocados por ese momento que les tocó vivir, ese ser parte de una historia grande. Viajan a convenciones de fans o merecen notas el día de su muerte.
Después de ese 8 de agosto nada fue igual para los que retratados por Iain McMillian. El viejo VW se salvó de se ser chatarra y cada tanto aparece en subastas a precio de coleccionista. La hasta entonces tranquila calle londinense ahora tiene una webcam para que todos, desde cualquier parte del mundo veamos cómo miles de turistas a diario cruzan la calle queriendo imitar ese brevísimo instante beatle que Paul Cole vió en directo. Y Cole, que no fue el único presente casual pero sí quien supo reconocerse en la imagen, se convirtió en mas o menos una celebridad que se cansó de rechazar invitaciones a las convenciones de fans que se hacen desde hace años en todo el mundo.
Cole falleció el pasado 15 de febrero a los 94 años en Pensacola. Sus 10 minutos en la historia Beatle le valen unas mínimas palabras.