A 15 años del asesinato a Rabin

El 5 de noviembre de 1995, el mundo entero se despertaba conmocionado por una de las peores noticias recibidas para el proceso de paz entre israelíes y palestinos a lo largo de su historia: un estudiante de derecho de 25 años de la Universidad de Bar-llán, Yigar Amil, le disparaba tres veces a bocajarro y por la espalda a Isaac Rabin, tras una concentración de 100.000 pacifistas en Tel Aviv en la que el primer ministro de Israel había defendido la paz con los palestinos y los países árabes. «Hay que darle una dijo oportunidad –dijo–, por la que hay que correr riesgos».

Yigar Amil durante el juició por el asesinato de Rabin
Él corrió esos «riesgos», siendo calificado por los militantes de los partidos de la derecha nacionalista israelí como un «traidor», «asesino» y «agentes de Arafat»… y lo pagó con la muerte. Fue trasladado rápidamente, con una bala en la columna vertebral, otra en el pecho y una tercera que le había atravesado el bazo, a la unidad de cuidados intensivos del hospital Ichilov, donde llegó en estado de muerte cerebral. «¡Asesinaron a Rabin!», decían llorando algunas personas en la puerta del hospital. «¿Qué será de nosotros, qué ocurrirá ahora?», se preguntaban otros.
Amil, el joven judío simpatizante de grupos de colonos de extrema derecha, disparó a Rabin cuando estaba a punto de subir a su coche blindado. «Sigo las órdenes de Dios», dijo tranquilo durante el interrogatorio policial nada más ser detenido, donde aseguró no arrepentirse del crimen que había planificado «en solitario» «con sangre fría y los dientes apretados».

El joven ya había planeado atentar contra el principal impulsor del proceso de paz en otras dos ocasiones. La primera, el 22 de enero de ese año, el mismo día en que un atentado suicida cerca de Tel Aviv sesgó la vida a 21 israelíes. Y la segunda, tan sólo unas semanas antes, mientras Rabin inauguraba un nudo de carreteras al norte de la capital. Pero en el último momento no se atrevió hacerlo.
En la tercera ocasión no lo dudó, cubriendo de sangre y malos augurios un proceso de paz que en aquellos días parecía ir por buen camino, sobre todo tras la Conferencia de Madrid en 1991, los acuerdos de Oslo –firmados 1993 y que daban a Arafat un gobierno autónomo con autoridad sobre la Franja de Gaza y Jericó– y el Tratado de Paz firmado con el rey Hussein de Jordania, en 1994.
«No matarás»
¿Continuaría el proceso abierto por Rabin con los palestinos y los árabes? ¿Sería capaz de superar la democracia israelí el trauma del primer magnicidio en sus 46 años de historia? El director ejecutivo del Congreso Mundial Judío, Elan Steinberg, manifestó optimista que «de una manera perversa, el asesinato terminará fortaleciendo el proceso de paz porque los israelíes desearán que la paz sea la herencia duradera de «Fui hombre de armas durante 27 años. Mientras no había oportunidad para la paz», dijo Rabin
Rabin».«Fui hombre de armas durante 27 años. Mientras no había oportunidad para la paz», dijo Rabin
Mientras, el que fuera embajador israelí en España y ministro de asuntos exteriores durante las conversaciones de Camp David, Shlomo Ben-Ami, escribía la Tercera en ABC, bajo el título de «No matarás», dos días después del asesinato, en la que se mostraba más pesimista: «Se han cumplido nuestros peores presagios, se han hecho realidad nuestras mayores pesadillas. Este asesinato es una muerte anunciada; es el fracaso de la educación, el fracaso de la política».
«Estoy triste y muy estremecido por este terrible asesinato, esta tragedia, y espero que isrealíes y palestinos podamos sobrellevarla para seguir el proceso de paz» declaraba conmocionado Yaser Arafat, que junto a Rabin recibió el premio Nobel de la Paz («Por honrar un acto político que requirió gran valentía de ambos lados, y que ha abierto oportunidades para un nuevo desarrollo hacia la fraternidad en Oriente Medio») y el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional tan sólo un año antes del asesinato.
En el discurso pronunciado en la Plaza de los Reyes, que hoy lleva su nombre, Rabin dijo: «Fui hombre de armas durante 27 años. Mientras no había oportunidad para la paz, se desarrollaron múltiples guerras. Hoy estoy convencido de la oportunidad que tenemos de realizar la paz, gran oportunidad. La paz lleva intrínseca dolores y dificultades para poder ser conseguida. Pero no hay camino sin esos dolores».

«Sigo las órdenes de Dios» - ABC.es

El 5 de noviembre de 1995, el mundo entero se despertaba conmocionado por una de las peores noticias recibidas para el proceso de paz entre israelíes y palestinos a lo largo de su historia: un estudiante de derecho de 25 años de la Universidad de Bar-llán, Yigar Amil, le disparaba tres veces a bocajarro y por la espalda a Isaac Rabin, tras una concentración de 100.000 pacifistas en Tel Aviv en la que el primer ministro de Israel había defendido la paz con los palestinos y los países árabes. «Hay que darle una dijo oportunidad –dijo–, por la que hay que correr riesgos».

Yigar Amil durante el juició por el asesinato de Rabin
Él corrió esos «riesgos», siendo calificado por los militantes de los partidos de la derecha nacionalista israelí como un «traidor», «asesino» y «agentes de Arafat»… y lo pagó con la muerte. Fue trasladado rápidamente, con una bala en la columna vertebral, otra en el pecho y una tercera que le había atravesado el bazo, a la unidad de cuidados intensivos del hospital Ichilov, donde llegó en estado de muerte cerebral. «¡Asesinaron a Rabin!», decían llorando algunas personas en la puerta del hospital. «¿Qué será de nosotros, qué ocurrirá ahora?», se preguntaban otros.
Amil, el joven judío simpatizante de grupos de colonos de extrema derecha, disparó a Rabin cuando estaba a punto de subir a su coche blindado. «Sigo las órdenes de Dios», dijo tranquilo durante el interrogatorio policial nada más ser detenido, donde aseguró no arrepentirse del crimen que había planificado «en solitario» «con sangre fría y los dientes apretados».

El joven ya había planeado atentar contra el principal impulsor del proceso de paz en otras dos ocasiones. La primera, el 22 de enero de ese año, el mismo día en que un atentado suicida cerca de Tel Aviv sesgó la vida a 21 israelíes. Y la segunda, tan sólo unas semanas antes, mientras Rabin inauguraba un nudo de carreteras al norte de la capital. Pero en el último momento no se atrevió hacerlo.
En la tercera ocasión no lo dudó, cubriendo de sangre y malos augurios un proceso de paz que en aquellos días parecía ir por buen camino, sobre todo tras la Conferencia de Madrid en 1991, los acuerdos de Oslo –firmados 1993 y que daban a Arafat un gobierno autónomo con autoridad sobre la Franja de Gaza y Jericó– y el Tratado de Paz firmado con el rey Hussein de Jordania, en 1994.
«No matarás»
¿Continuaría el proceso abierto por Rabin con los palestinos y los árabes? ¿Sería capaz de superar la democracia israelí el trauma del primer magnicidio en sus 46 años de historia? El director ejecutivo del Congreso Mundial Judío, Elan Steinberg, manifestó optimista que «de una manera perversa, el asesinato terminará fortaleciendo el proceso de paz porque los israelíes desearán que la paz sea la herencia duradera de «Fui hombre de armas durante 27 años. Mientras no había oportunidad para la paz», dijo Rabin
Rabin».«Fui hombre de armas durante 27 años. Mientras no había oportunidad para la paz», dijo Rabin
Mientras, el que fuera embajador israelí en España y ministro de asuntos exteriores durante las conversaciones de Camp David, Shlomo Ben-Ami, escribía la Tercera en ABC, bajo el título de «No matarás», dos días después del asesinato, en la que se mostraba más pesimista: «Se han cumplido nuestros peores presagios, se han hecho realidad nuestras mayores pesadillas. Este asesinato es una muerte anunciada; es el fracaso de la educación, el fracaso de la política».
«Estoy triste y muy estremecido por este terrible asesinato, esta tragedia, y espero que isrealíes y palestinos podamos sobrellevarla para seguir el proceso de paz» declaraba conmocionado Yaser Arafat, que junto a Rabin recibió el premio Nobel de la Paz («Por honrar un acto político que requirió gran valentía de ambos lados, y que ha abierto oportunidades para un nuevo desarrollo hacia la fraternidad en Oriente Medio») y el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional tan sólo un año antes del asesinato.
En el discurso pronunciado en la Plaza de los Reyes, que hoy lleva su nombre, Rabin dijo: «Fui hombre de armas durante 27 años. Mientras no había oportunidad para la paz, se desarrollaron múltiples guerras. Hoy estoy convencido de la oportunidad que tenemos de realizar la paz, gran oportunidad. La paz lleva intrínseca dolores y dificultades para poder ser conseguida. Pero no hay camino sin esos dolores».

«Sigo las órdenes de Dios» - ABC.es

Grande por sus constantes intentos de paz con los paises del Oriente, de modos muy criticables.

QEPD

No me creo ni un poquito que el asesino actuo solo,asesinado Rabin se construyo el muro,se invadio el Libano,Gaza,USA le sigue vendiendo decenas de miles de millones de dlrs en armas y se siguen derrumbando hogares palestinos.Es una pena que sus sucesores hagan prevalecer el dinero en detrimento de la Paz.