Esteban Schmidt- Declaración de Montevido

Quería compartir esta columna del periodista de la Rolling Stone sobre Víctor Hugo Morales, la forma en que caracteriza a lo que a mi modo de ver es el periodista del momento, y no necesariamente por ser el que tiene más llegada, bueno en fin:

Declaración de [COLOR=black]Montevideo[/COLOR]

Por Esteban Schmidt

Quiero escribir esta tarde palabras hermosas sobre un hombre hermoso, un papá, un jefe de bronce, un gladiador con termo que está siempre peinado para atrás. Que mira a los ojos, que mezcla las palabritas como un poeta, que entra, incluso, en los salones y la gente se da vuelta diciéndose interiormente pero qué tapin, como el mismísimo Carlos Gardel, aunque se trata de un uruguayo, éste, posta, de Cardona propiamente, y ya saben quién es, alguien con arrebatos verbales extraordinarios, alguien bueno, alguien que, en mi humilde opinión, salvó a los argentinos que queremos lo mejor para los pobres, del trabajo tremendamente alevoso de los argentinos que quieren lo mejor sólo para ellos, aunque ya tienen sus camionetas, sus casaquintas con seguridad. Señoras, señores, por qué no lactantes, Víctor Hugo Morales es nuestro superhéroe inesperado, nuestro Hombre Araña enamorado del Carnegie Hall. Quien con el gran poder de su inmensa voz, su inteligencia, su acento en lo que es justo, asumió una gran responsabilidad: la de circular solito entre el infierno de los ricos y famosos para dar la batalla ideológica contra el grupo Clarín que no tuvo cómo contener, cómo lastimar a la voz más querida y respetada de la Argentina (ojo a la combinación), la de un uruguayo hermoso, y de Cardona. Bah, los tristes de Clarín, en el párrafo mil de una nota inusualmente larga para Clarín, donde los cinco párrafos ya son La crítica de la razón pura , una nota que no llevaba firma, una note cobarde y buchona, lo llamaron el locutor oficial . Nunca le pudieron hablar de frente. Y así, tan desacomodados como los colaboracionistas de Clarín que no supieron responderle, las personas, los ciudadanos, los consumidores, los hombres y mujeres de a pie, se preguntaban, calladitos, durante la batalla de la Ley de Medios qué a le pasó Víctor Hugo, como si les cayera una ficha interna a nuestros millones de indiferentes, que se deslizaba, aceitada, sin hacerlos hablar, porque eso los llevaría a diferenciarse en un campo vedado para ellos, el de la acción pública; pero, claro, cuando lo veían en la tele a Víctor Hugo argumentando, diciendo Clarín , las dos sílabas diabólicas, todas las letras, cargándose, a puro tiki tiki conceptual, al multimedios, se hicieron sus preguntas. El relator legítimo daba legitimidad a una batalla que, de este lado del río argumental, del lado de los buenos, sólo tenía personajes de poca monta, malos argumentadores o enviciados, como voceros, el sinfín de kirchneristas de cuarta. Y si Víctor Hugo, a quien hasta ayer las masas abastecieron de admiración, lo apoyaba, cuán malo podía ser el proyecto, y por qué, entonces, Clarín, el diario de los clasificados, no sería la porquería de la que se habla tanto, si Víctor Hugo los mordía y no los soltaba. Se dio, entonces, vuelta la taba en una conversación nacional empatada. Y no se asustó, nuestro superhéroe, eh. Cuando vio que quedaba solo en el ring, que eso podía dejarlo pegado con los políticos feos, sucios y malos; podría haber experimentado el vértigo que da el compromiso, la ficha interna otra vez, aceitada, cianúrica, recorriendo, amarga, las cavernas íntimas, y que es tan usual en el mundo de la famosidad, donde lo que devuelve el espejo es lo más importante, lo único. Y no, siguió Morales, se enlodó dulcemente en la música contracultural. Mi tesis es que el hombre esperaba el momento de coronar en su vida, que después de haber hecho todo bien, una carrera, una familia, los relatos que cruzarán el tiempo por generaciones, especialmente uno, luego de que cada salida al aire, de un millón de salidas al aire, salió magnífica; con recursos, además, con su famoso departamento en Nueva York, con

una red grande y cómoda donde caer si la aventura salía muy mal, con tiempo, además, para disfrutar la coronación, en uso de su gran elocuencia, y sin interlocutores a la altura de esa elocuencia, podía hacer un gran testimonio público libre de rentabilidades materiales, puro ejercicio moral. Y no es que lo hiciera desprendido de resentimientos personales. No. Porque no es un héroe raro, no es un rosarino con plata que viaja a Cuba en moto a tirotearse por la propiedad de los cañaverales. Víctor Hugo discutió de plata con cuadros del multimedios, le ofrecieron cosas, aceptó algunas, rechazó otras, pero se sintió, sin embargo, maltratado siempre. Es lo que cuenta. ¡Y un príncipe!, se siente maltratado por cosas que para un plebeyo no serían nada. ¡Vivan los príncipes que no toleran los malos tratos y que no maltratan ! ¡Mueran los plebeyos que se bancan todo! Aunque lo peor que le hizo el multimedios si seguimos la intensidad de su relato guerrero en los reportajes de los últimos m eses-- fue manipular el tiempo del directo que hacía Canal 13 y Torneos y Competencias de los partidos que transmitía Víctor Hugo por la radio. Torneos y Canal 13, ambos del Grupo Clarín, atrasaban o adelantaban segundos la transmisión de modo que ya nadie podía seguir la locución de nuestro uruguayo y mirar el partido bajando el volumen de la televisión sin frustrarse. Un crimen. Algo intolerable estética e históricamente considerado. Millones de nuevas familias no pudieron perpetuar la tradición de poné a Victor Hugo. Visto desde la mediana distancia de quienes lo queremos, sin tener que compartir el baño, Víctor Hugo no presenta fallas en su sistema operativo. Qué se le puede reprochar, entonces, a este genio del fútbol mundial. Desde nuestro rincón de Piacere, en Paraguay y Gurruchaga --donde se guarece, la minoría que resiste–, no podemos hacer más objetiva esta declaración de amor. Quién sabe tiene sus días malos, Víctor Hugo, como los tenía San Martin, del que se habla tan bien, que se levantaba y no saludaba a nadie hasta después de la tercera taza de opio y había que tolerarle al general media mañana de gruñidos, había que aguantarlo cuando afilaba la espada con las herraduras puestas de los caballos hasta hacerlos sangrar. Al respecto, indagamos pudorosamente en las inmediaciones del relator: decime algo que me lo relativice. Y cuando buscan en sus recuerdos, las fuentes, encuentran algo a lo que no le encuentran mayor explicación y que no les alcanza para un cuestionamiento, aunque no les cierre del todo: que el uruguayo nunca camina solo. Que una estela de colaboradores lo sigue en racimo llevándole papeles, auriculares y el termo. El famoso apéndice de la famosidad y el poder. Les pregunto a las fuentes si piensan que eso es algo naturalizado por tratarse de un personaje de esa envergadura, o si ven en Víctor Hugo la propia construcción de su condición noble, que no daña a nadie, es cierto, pero que le podría impedir situarse como par ante los demás. Y ahí se quedan mudos. Uhmmm, dicen. Vos sabés que no sé. Es una cosa que el tipo entra a la radio y todos se dan vuelta, qué sé yo carisma, no sé. Llegado el punto, no dan más y todos dicen no sé. Yo, lo vi una sola vez, en la cancha de River, en el palco de prensa, donde están todas las cabinas. Hace quince años. Había terminado el partido, el caminaba con Marianito Closs al lado, y cuatro anónimos atrás, y como que refunfuñaba con Closs --sin actuar, ya nadie lo veía, no lo escuchaba ningún oyente-- sobre la calidad del partido. Qué vergüenza estos tipos, eso le escuché. Esa virtud tiene, además. Le gustan en serio las cosas de las que habla. No es la trágica existencia de Nelson Castro que a los cincuenta y cinco años se va de vacaciones con la madre. Nelson hizo vestuarios durante el Mundial 78, mientras se recibía de médico y no le gustaban, sin embargo, ni el fútbol ni la medicina. Se recibió de las dos cosas igual, pobre, de

comentarista y neurólogo. Pero nunca pudo comentar las pasiones y los pánicos que orbitan en su cerebro. Completamente mudo para sus sentimientos y padeceres. Ambicioso, no obstante, cuando descubrió la libertad que le daba el dinero para mantener a raya a su mamá, se consagró a buscarlo y empezó a hablar de otro tema que no le interesa pero que bien llevado puede hacerte próspero, la política. Y renunció para siempre a comentarse. Nelson no habla, sino que es hablado por los anunciantes que le financian la soledad y las escapaditas. En otro rincón, digamos, de los contemporáneos victorhuguianos, Adrián Paenza, alguien no menos dramático, un chico índigo ya sexagenario que es hablado por sus lectores. A quienes les dice lo que ellos esperan que él diga. Que los entretenga con estadísticas, que los haga felices con las matemáticas, con fábulas que convenzan a los niños de lo hermoso que es levantarse a las seis para ir a la escuela. Morales, al respecto, no es boludo. Le gusta el fútbol, sabiendo que es un entretenimiento fenomenal que acompaña al capitalismo concentrador y explotador y empobrecedor, pero sabiendo también que es una suma de historias orales que se cuentan en bares, poné a Víctor Hugo, saberes preciosos que se hilan en las memorias y acompañan el largo canto del cisne que es una vida. No importa el fútbol, importan los lazos sociales creados en torno a los partidos, el idioma común, la misma bombilla. En El Hombre Araña 2, Spiderman lucha contra un malvado lleno de garras, tecnotrónico, con muchos medios para reventarte. En la escena cúlmine, el Hombre Araña debe ofrecer su cuerpo para que un tren le pase por encima y el pasaje no caiga al vacío. De más está decir que lo logra y ya del otro lado del abismo, los pasajeros, agradecidos, recuperan el cuerpo maltrecho de Spiderman para ser curado. Es una escena emocionante donde los ciudadanos se van pasando al superhéroe con los brazos y por encima de sus cabezas. Spiderman es inmortal, es su condición adicional. Victor Hugo envejecerá. Y un día, en fin. Ese día, dejenmé ayudar a llevarlo en andas a donde quiera descansar porque le estoy con mis compañeros de historia muy agradecido.-

Quería compartir esta columna del periodista de la Rolling Stone sobre Víctor Hugo Morales, la forma en que caracteriza a lo que a mi modo de ver es el periodista del momento, y no necesariamente por ser el que tiene más llegada, bueno en fin:

Declaración de [COLOR=black]Montevideo[/COLOR]

Por Esteban Schmidt

Quiero escribir esta tarde palabras hermosas sobre un hombre hermoso, un papá, un jefe de bronce, un gladiador con termo que está siempre peinado para atrás. Que mira a los ojos, que mezcla las palabritas como un poeta, que entra, incluso, en los salones y la gente se da vuelta diciéndose interiormente pero qué tapin, como el mismísimo Carlos Gardel, aunque se trata de un uruguayo, éste, posta, de Cardona propiamente, y ya saben quién es, alguien con arrebatos verbales extraordinarios, alguien bueno, alguien que, en mi humilde opinión, salvó a los argentinos que queremos lo mejor para los pobres, del trabajo tremendamente alevoso de los argentinos que quieren lo mejor sólo para ellos, aunque ya tienen sus camionetas, sus casaquintas con seguridad. Señoras, señores, por qué no lactantes, Víctor Hugo Morales es nuestro superhéroe inesperado, nuestro Hombre Araña enamorado del Carnegie Hall. Quien con el gran poder de su inmensa voz, su inteligencia, su acento en lo que es justo, asumió una gran responsabilidad: la de circular solito entre el infierno de los ricos y famosos para dar la batalla ideológica contra el grupo Clarín que no tuvo cómo contener, cómo lastimar a la voz más querida y respetada de la Argentina (ojo a la combinación), la de un uruguayo hermoso, y de Cardona. Bah, los tristes de Clarín, en el párrafo mil de una nota inusualmente larga para Clarín, donde los cinco párrafos ya son La crítica de la razón pura , una nota que no llevaba firma, una note cobarde y buchona, lo llamaron el locutor oficial . Nunca le pudieron hablar de frente. Y así, tan desacomodados como los colaboracionistas de Clarín que no supieron responderle, las personas, los ciudadanos, los consumidores, los hombres y mujeres de a pie, se preguntaban, calladitos, durante la batalla de la Ley de Medios qué a le pasó Víctor Hugo, como si les cayera una ficha interna a nuestros millones de indiferentes, que se deslizaba, aceitada, sin hacerlos hablar, porque eso los llevaría a diferenciarse en un campo vedado para ellos, el de la acción pública; pero, claro, cuando lo veían en la tele a Víctor Hugo argumentando, diciendo Clarín , las dos sílabas diabólicas, todas las letras, cargándose, a puro tiki tiki conceptual, al multimedios, se hicieron sus preguntas. El relator legítimo daba legitimidad a una batalla que, de este lado del río argumental, del lado de los buenos, sólo tenía personajes de poca monta, malos argumentadores o enviciados, como voceros, el sinfín de kirchneristas de cuarta. Y si Víctor Hugo, a quien hasta ayer las masas abastecieron de admiración, lo apoyaba, cuán malo podía ser el proyecto, y por qué, entonces, Clarín, el diario de los clasificados, no sería la porquería de la que se habla tanto, si Víctor Hugo los mordía y no los soltaba. Se dio, entonces, vuelta la taba en una conversación nacional empatada. Y no se asustó, nuestro superhéroe, eh. Cuando vio que quedaba solo en el ring, que eso podía dejarlo pegado con los políticos feos, sucios y malos; podría haber experimentado el vértigo que da el compromiso, la ficha interna otra vez, aceitada, cianúrica, recorriendo, amarga, las cavernas íntimas, y que es tan usual en el mundo de la famosidad, donde lo que devuelve el espejo es lo más importante, lo único. Y no, siguió Morales, se enlodó dulcemente en la música contracultural. Mi tesis es que el hombre esperaba el momento de coronar en su vida, que después de haber hecho todo bien, una carrera, una familia, los relatos que cruzarán el tiempo por generaciones, especialmente uno, luego de que cada salida al aire, de un millón de salidas al aire, salió magnífica; con recursos, además, con su famoso departamento en Nueva York, con

una red grande y cómoda donde caer si la aventura salía muy mal, con tiempo, además, para disfrutar la coronación, en uso de su gran elocuencia, y sin interlocutores a la altura de esa elocuencia, podía hacer un gran testimonio público libre de rentabilidades materiales, puro ejercicio moral. Y no es que lo hiciera desprendido de resentimientos personales. No. Porque no es un héroe raro, no es un rosarino con plata que viaja a Cuba en moto a tirotearse por la propiedad de los cañaverales. Víctor Hugo discutió de plata con cuadros del multimedios, le ofrecieron cosas, aceptó algunas, rechazó otras, pero se sintió, sin embargo, maltratado siempre. Es lo que cuenta. ¡Y un príncipe!, se siente maltratado por cosas que para un plebeyo no serían nada. ¡Vivan los príncipes que no toleran los malos tratos y que no maltratan ! ¡Mueran los plebeyos que se bancan todo! Aunque lo peor que le hizo el multimedios si seguimos la intensidad de su relato guerrero en los reportajes de los últimos m eses-- fue manipular el tiempo del directo que hacía Canal 13 y Torneos y Competencias de los partidos que transmitía Víctor Hugo por la radio. Torneos y Canal 13, ambos del Grupo Clarín, atrasaban o adelantaban segundos la transmisión de modo que ya nadie podía seguir la locución de nuestro uruguayo y mirar el partido bajando el volumen de la televisión sin frustrarse. Un crimen. Algo intolerable estética e históricamente considerado. Millones de nuevas familias no pudieron perpetuar la tradición de poné a Victor Hugo. Visto desde la mediana distancia de quienes lo queremos, sin tener que compartir el baño, Víctor Hugo no presenta fallas en su sistema operativo. Qué se le puede reprochar, entonces, a este genio del fútbol mundial. Desde nuestro rincón de Piacere, en Paraguay y Gurruchaga --donde se guarece, la minoría que resiste–, no podemos hacer más objetiva esta declaración de amor. Quién sabe tiene sus días malos, Víctor Hugo, como los tenía San Martin, del que se habla tan bien, que se levantaba y no saludaba a nadie hasta después de la tercera taza de opio y había que tolerarle al general media mañana de gruñidos, había que aguantarlo cuando afilaba la espada con las herraduras puestas de los caballos hasta hacerlos sangrar. Al respecto, indagamos pudorosamente en las inmediaciones del relator: decime algo que me lo relativice. Y cuando buscan en sus recuerdos, las fuentes, encuentran algo a lo que no le encuentran mayor explicación y que no les alcanza para un cuestionamiento, aunque no les cierre del todo: que el uruguayo nunca camina solo. Que una estela de colaboradores lo sigue en racimo llevándole papeles, auriculares y el termo. El famoso apéndice de la famosidad y el poder. Les pregunto a las fuentes si piensan que eso es algo naturalizado por tratarse de un personaje de esa envergadura, o si ven en Víctor Hugo la propia construcción de su condición noble, que no daña a nadie, es cierto, pero que le podría impedir situarse como par ante los demás. Y ahí se quedan mudos. Uhmmm, dicen. Vos sabés que no sé. Es una cosa que el tipo entra a la radio y todos se dan vuelta, qué sé yo carisma, no sé. Llegado el punto, no dan más y todos dicen no sé. Yo, lo vi una sola vez, en la cancha de River, en el palco de prensa, donde están todas las cabinas. Hace quince años. Había terminado el partido, el caminaba con Marianito Closs al lado, y cuatro anónimos atrás, y como que refunfuñaba con Closs --sin actuar, ya nadie lo veía, no lo escuchaba ningún oyente-- sobre la calidad del partido. Qué vergüenza estos tipos, eso le escuché. Esa virtud tiene, además. Le gustan en serio las cosas de las que habla. No es la trágica existencia de Nelson Castro que a los cincuenta y cinco años se va de vacaciones con la madre. Nelson hizo vestuarios durante el Mundial 78, mientras se recibía de médico y no le gustaban, sin embargo, ni el fútbol ni la medicina. Se recibió de las dos cosas igual, pobre, de

comentarista y neurólogo. Pero nunca pudo comentar las pasiones y los pánicos que orbitan en su cerebro. Completamente mudo para sus sentimientos y padeceres. Ambicioso, no obstante, cuando descubrió la libertad que le daba el dinero para mantener a raya a su mamá, se consagró a buscarlo y empezó a hablar de otro tema que no le interesa pero que bien llevado puede hacerte próspero, la política. Y renunció para siempre a comentarse. Nelson no habla, sino que es hablado por los anunciantes que le financian la soledad y las escapaditas. En otro rincón, digamos, de los contemporáneos victorhuguianos, Adrián Paenza, alguien no menos dramático, un chico índigo ya sexagenario que es hablado por sus lectores. A quienes les dice lo que ellos esperan que él diga. Que los entretenga con estadísticas, que los haga felices con las matemáticas, con fábulas que convenzan a los niños de lo hermoso que es levantarse a las seis para ir a la escuela. Morales, al respecto, no es boludo. Le gusta el fútbol, sabiendo que es un entretenimiento fenomenal que acompaña al capitalismo concentrador y explotador y empobrecedor, pero sabiendo también que es una suma de historias orales que se cuentan en bares, poné a Víctor Hugo, saberes preciosos que se hilan en las memorias y acompañan el largo canto del cisne que es una vida. No importa el fútbol, importan los lazos sociales creados en torno a los partidos, el idioma común, la misma bombilla. En El Hombre Araña 2, Spiderman lucha contra un malvado lleno de garras, tecnotrónico, con muchos medios para reventarte. En la escena cúlmine, el Hombre Araña debe ofrecer su cuerpo para que un tren le pase por encima y el pasaje no caiga al vacío. De más está decir que lo logra y ya del otro lado del abismo, los pasajeros, agradecidos, recuperan el cuerpo maltrecho de Spiderman para ser curado. Es una escena emocionante donde los ciudadanos se van pasando al superhéroe con los brazos y por encima de sus cabezas. Spiderman es inmortal, es su condición adicional. Victor Hugo envejecerá. Y un día, en fin. Ese día, dejenmé ayudar a llevarlo en andas a donde quiera descansar porque le estoy con mis compañeros de historia muy agradecido.-

Víctor Hugo Morales: “Este es un Gobierno que quiere ser progresista, pero no le da el timming”

Publicado por admin el 12 febrero 2010
Categorías: Actualidad

El periodista uruguayo se convirtió involuntariamente en el portavoz del ex presidente para justificar su compra de U$S2 millones, y en la última semana pasó de ser uno de los principales críticos del kirchnerismo a ponerse al frente de la pelea del Gobierno contra el grupo de medios. Sin embargo, mantiene críticas hacia el oficialismo al que califica como peronista con “espasmos progresistas”. En una charla con LPO cuenta cómo fue la comunicación con Kirchner, defiende el uso de reservas para pagar deudas y critica a la oposición.
Por: Francisca Valsecchi
Néstor Kirchner eligió a Víctor Hugo Morales para justificar la compra de U$S 2 millones. Lo hizo a través de un llamado. Un llamado que parece haber calada tan hondo en el relator de fútbol, que le dio un giro a su programa La Mañana de Continental. A partir del día en que tuvo al ex presidente del otro lado de la línea, cambió sus punzantes críticas hacia el Gobierno y se puso al frente de la pelea con Clarín.
“Le dije a Kirchner que me interesa cualquier denuncia contra Clarín”, confesó en una breve charla en radio Continental, donde de lunes a viernes conduce “La Mañana”. Programa que también produce y por eso llega religiosamente a las 8 en punto, pasa raudamente entre los escritorios sin dejar de decirle a cada uno de los periodistas del informativo su amable y efusivo “buen día” con el que comienza a transmitir a partir de las 9 en la AM 590 y se enfrasca en decidir qué temas tratarán y de qué manera en cada emisión. Así es que la semana pasada resolvió ser el portavoz de Kirchner para explicar la polémica compra de divisas en 2008 cuando el dólar estaba “planchado”, desmentir una tapa del matutino de Ernestina Herrera de Noble en el que informaba que el ex presidente se había ahorrado $300.000 con esa operación y llamar a la calma de los mercados a través de una entrevista con el ministro del Interior, Florencio Randazzo, en la que negó una corrida.
Esta vez, su rutina comenzará a las 8.15. “Tenemos 15 minutos para todo porque yo produzco mi propio programa”, apura la entrevista el uruguayo, pero abierto a debatir cualquier tema anticipa: “Preguntame lo que quieras”.
A cada pregunta, uno de los productores le alcanzaba un mate. Y dos sorbos eran suficientes para pensar la respuesta.
Fue un crítico feroz durante la pelea del kirchnerismo con el campo en 2008, pero se convirtió en el primer defensor de la ley de Medios y del programa “Futbol para Todos” y ahora de Kirchner, ¿qué lo hizo cambiar?
En el caso concreto de lo que pasó en esta última semana, donde Kirchner me llamó y luego me envió un mail explicando porqué había comprado U$S 2 millones en 2008, se trató de reparar una injusticia que cometí.
Hice una crítica terrible, durísima, y quise corregirla. Expliqué que no había tenido razón. Lo que vino después son las críticas del periodismo que dicen que él no puede tener esa plata. Pero ese es otro tema. Y en eso estoy de acuerdo. Dicen que Kirchner no debe hacer negocios mientras sea presidente. Y yo creo lo mismo. El o cualquiera.
Lo que no se puede hacer cuando se piden disculpas es decir “pero” para volver a tener razón. Lo que estaba en discusión es si Kirchner había comprado los U$S 2 millones para especular, lo que me parecía deleznable, o si era para pagar un compromiso que tenía, lo que me parece perfectamente lógico. Ese es el único cambio que tuve.
¿No le cuestiona que haya podido usar información reservada que sólo tienen hombres del poder para comprar dólares mientras el Gobierno lo mantenía “planchado”?
El no sólo no usufructuó la información, sino que perdió dinero con eso.
¿Cómo es eso? Si hubiera comprado los dólares en noviembre cuando hizo la transferencia para adquirir el Alto Calafate, tendría que haber gastado $180.000 más…
El compró dólares a $3,25 y cuando pagó el compromiso, la divisa estaba a $3,29, con lo cual la ganancia de él era de unos $100.000, que era la misma ganancia que hubiera obtenido si ponía ese dinero en un plazo fijo en el banco. Por lo tanto no sacó ningún tipo de ventajas, por lo que no usó información privilegiada. Ese tema rotundamente no existe. Cualquier cosa que se diga al respecto es desdeñosa, para mí. No tengo que recorrer un camino miserable para criticar a Kirchner. Ahora, si me preguntan si me parece lógico que él haga negocios. No. Me parece deleznable. Si hablamos de las tierras fiscales, seré el primer denunciante, como lo fui. Si se trata del incremento de la fortuna de Kirchner, me parece vergonzoso porque un presidente tiene que dar por satisfecho con el altísimo honor que significa llegar a tal distinción y no puede vivir siendo una persona enloquecida por la plata. Es un pésimo mensaje para la población.
¿Cómo fue la conversación con Kirchner?
Me llamó y me dijo: “Mire Víctor Hugo, yo le quiero aclarar a usted por su honorabilidad. Porque los demás no lo van a corregir, pero creo que usted con este dato va a pensar distinto. Yo no compré los dólares para especular, sino porque tenía una obligación en dólares que tenía que pagar en esos días. Los compré a fines de octubre, de manera legal, en blanco, y dando la cara que es lo que me imputa, porque se podrá imaginar de cuántas maneras una persona pública puede adquirirlos”. Y es cierto. ¿Quién sabe si yo, Víctor Hugo, compro dólares o no?
Después, como efectivamente él decía, el periodismo salió a cuestionarse cómo puede ser que él tenga ese dinero. Eso es otra cosa. Yo sólo quise rectificar lo que había dicho sobre la compra de los dólares creyendo que había especulado. Y eso es lo que corregí.
¿Sólo eso?
¿Te parece que una conversación de Kirchner conmigo puede recorrer otro camino que no sea las explicaciones de esa compra?
¿Tuviste más conversaciones con él?
Hablé una vez más porque él me dijo: “Fíjese que los que me acusan, como Clarín, compraron portafolios para sacar dinero del país”. Y me enumeró: En enero, tanto, en febrero, tanto, en marzo, tanto, y en junio, tanto. Y me prometió pasarme las cifras detalladas. No me las pasó. Le dije que una denuncia contra Clarín, a mí me interesa porque hace 15 años que estoy peleando contra la mafia del grupo. Eso fue en la primera conversación después de que me explicó la compra de los U$S 2 millones. La segunda ocasión fue cuando por radio se decía que lo que se había comprado (el Hotel Alto Calafate) no estaba a su nombre. Me llamó para aclararme que sí estaba a su nombre y que lo que se estaba informando era la integración del directorio. “El paquete accionario es 90% mío y 10% de mi hijo, pero las personas que figuran son quienes integran el directorio, que cambiaron al otro día de que compré el paquete”. Ahí le dije que no se olvidara de mandarme lo de Clarín. Todavía no lo hizo.
¿Te molestó ser el vocero del Gobierno en el tema de la compra de U$S 2 millones?
A mí no me molestó nada. No fui vocero del Gobierno. Sólo atendí una llamada de una persona que me dijo que estaba dando información errónea. Y la corregí como lo hice también recientemente de una información del diputado (de la Coalición Cívica) Juan Carlos Morán, a quien saqué al aire porque no estaba de acuerdo con algo que yo había dicho. Kirchner no me dijo de salir al aire y a mí no me gusta sacar notas improvisadas que lo único que se hace es discutir. Así que me vino muy bien que la conversación fuera así.
¿Es verdad que después de esa conversación bajó el rating del programa?
Eso en la radio se mide cada tres meses. La llamada de Kirchner provoca que haya gente que se enoje y otra que se alegre. El programa no puede depender de ser escuchado o no por esto. Es estéticamente distinto a todos los demás.
¿Te da miedo ser funcional al Gobierno?
No. Lo único que me da miedo es dejar de ser libre. Hace una semana estaba matando al Gobierno. ¿Qué funcional puedo ser? Ahora, ocurrió que lo estaba matando sin razón. Y corregí esto.
¿Cómo tomaron este giro en la radio?
No tengo la menor idea. Hace meses que no veo un jefe de la radio, ni un directivo. Nadie me jodería.
¿Es verdad que tuviste una pelea con Fernando Bravo porque él viene después que tu programa y se cayó la audiencia?
Con Fernando tenemos extraordinaria y cordial relación y se nota cada día al aire.
¿Creés que este Gobierno es progresista y de izquierda?
No. Tiene espasmos progresistas. Es un Gobierno que quiere ser progresista, pero no le da el timming. Serlo es muy difícil y le toca lidiar con una población muy de derecha como la argentina.
¿Qué críticas mantenés hacia el Gobierno?
El Indec me parece un mamarracho. El estilo de Gobierno, no lo comparto.
El uso de reservas para pagar deuda…
Estoy a favor (dice tajante). Hago este razonamiento. Una vez yo iba a comprar un departamento y tenía un dinero en el banco. A ese banco fui y pedí un préstamo para ir pagando de a poquito y que no me doliera. Pero el gerente, un amigo, me dijo: “Vos vas a comprar con el dinero que yo te presto y vas a mantener el tuyo depositado aquí. Por tu dinero yo te pago el 5% y por el que te presto, te cobro el 15%. ¿Por qué no te prestás vos mismo?”. Esto es lo mismo. ¿Por qué el país no se presta a sí mismo el dinero que le sobra, que es un excedente, que no está para sostener la moneda? La oposición dice que si lo gastan ya, el Gobierno va a hacer cosas, le va a dar felicidad a la gente. Y si le dan felicidad a la gente no los votan a ellos en la siguiente elección. Esto es tan elemental como argumento que no permite discusión.
Lo único que hay que tener cuidado es que el Fondo del Bicentenario pase por el Congreso. Estoy a favor del uso de las reservas y en contra del procedimiento.
Y te diferencias de Hermes Binner, uno de los políticos presidenciables, al que se sabe le tenés aprecio…
Tengo una gran estima por Binner, por (Pino) Solanas, tengo respeto por (Elisa) Carrió, cariño por (Margarita) Stolbizer, admiración por (Rodolfo) Terragno. Soy variopinto.
Pero que me caiga bien Binner, no quiere decir que tenga que estar de acuerdo con todo lo que hace y porque crea que están mal algunas cosas que hace el Gobierno, no significa que critique todo. Binner dice que hay una cláusula por la cual el Gobierno después podría avanzar sobre más fondos. Si esto es así, no está bien.
La cuestión debe ser que se le pregunte al Congreso si puede usar los U$S 6.500 millones para pagarle a los bonistas. Y la próxima vez que necesite tocar el fondo de reservas, que le vuelva a preguntar al Parlamento. Es la única manera.

¿Estas de acuerdo sobre cómo el Gobierno viene llevando el programa de “Fútbol para Todos”?
Sí. Lo está llevando extraordinariamente bien. Es una maravilla para la población lo que está ocurriendo, siempre y cuando el Gobierno pague esto con el dinero que antes se usaba para publicidad. Y creo que esto es lo que se está haciendo. Mientras no se demuestre lo contrario o el Gobierno no cometa un desliz de gastar otro dinero, me parece muy atinado. Publicitariamente al Gobierno le da mucho mejor resultado porque el fútbol llega a toda la población.
Estimaciones privadas hablan de un déficit de $180.000 y el propio jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, reconoció que el Estado tuvo pérdida en el Torneo Apertura, ¿seguís de cerca cuánto se gasta y cuánto ingresa?
No hay información todavía. Pero sería la peor traición que pueda hacerse el Gobierno. El periodismo no puede decir nada de lo que gasta el Gobierno en publicidad hasta 1.200 millones porque en la primera parte del año pasado, gastó 600 millones de pesos en publicidad. Lo que no estaba mal a junio del año pasado, no puede estar mal ahora. Creo que el Gobierno debe gastar toda la pauta en el fútbol porque es una vía extraordinaria que le llega masivamente a todos los target. El kirchnerismo debe volcar el dinero de publicidad oficial en los medios oficiales. Y chau. Lo que pasa es que hay una gran hambruna y una gran expectativa de los medios privados de vivir del Gobierno. Yo no tengo ningún interés de que alguien pueda apretarte porque tiene dinero, como ha pasado en la radio y en el informativo. No quiero ver un peso de la publicidad oficial en los medios, pero ellos sí quieren hacerlo. Cuando Clarín recibió 188 millones de pesos de enero a junio no dijo qué barbaridad, qué gasto de publicidad. Cuando ese monto va para el fútbol, y por lo tanto para el pueblo, sí lo dicen.

Fotos: Juan Carlos Casas
Fuente: La Política On Line

Buenas notas las dos.

Dos cosas me hizo acordar la nota de Alejo:

1- Mis tardes de adolescente noventoso escuchando con mi viejo a VH despotricar media hora, siempre la primer media hora del programa, sin repetir y sin soplar, en monologos larguísimos y hermosos, contra el aparato de TyC y Grondona. En esa época ya era un heroe. Un Quijote peleando contra algo más que molinos. Sin embargo, uno que lo escuchaba, tenía la sensación de que a nadie le importaba: no tenía repercusión, no se repetía en ningún lado, no le dedicaban lindas notas en medios como la RS… Nada de nada. Tal vez ese sea uno de los motivos por el cual aprecio este momento y la forma en que el poder político se ha metido hasta la nariz en el plato contra Clarín: hay, y había, que tener huevos para hacerlo.

2- El GRAN programa de radio que el GRAN Ruso Verea hacía con Schmidt y el Negro Fonzi llamado “El Opio de los Medios”

Me gusta mucho cómo escribe Schmidt. La nota que sacó hace poco para la Rolling sobre 678 es imperdible…

Buenas notas da siempre. Hojeando la revista Noticias, donde salió en portada como “El inesperado apoyo K” o algo similar, también mantuvo esa línea

Leete The Palermo Manifesto tambien, una gema de estos tiempos.

Si no estas convencido de gastar $40 podes ir viendo lo que escribia el tipo en una pagina que tenia con otros escritores/periodistas TP: daily.
A mi me vuela la cabeza el estilo que tiene, nadie en el periodismos politico escribe asi