¡Tiembla Palermo!
Aunque River no tiene los problemas de Boca en la cueva, Astrada se paró como defensor en la práctica, exigió a Canales, Funes Mori y otros, y raspó como quieren que mañana lo hagan sus jugadores.
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El Negro es Astrada, Leonardo Rubén, el único (oscuro) defensor que quedó para bloquear los ejercicios de ataque de los delanteros de River como alguna vez lo hizo en su época de jugador. Si tuviera diez años menos…
No es común verlo a Astrada reírse como lo hace en esta práctica. El monocromático entrenador suele tragarse las sonrisas cuando está al frente de una práctica. Pero en esta ocasión contagia de buena onda a su tropa. Hasta Funes Mori y Canales, los que mañana van a atacar a la debutante y foránea dupla de marcadores centrales que eligió Alves, se animan a gritarle las poquísimas que pueden meterle en este test de definición. Es más que un síntoma de buena onda. Es una postura totalmente antagónica a la que se utilizó en el primer capítulo del superclásico. Si para el domingo la idea fue provocar las desgracias del rival, en este partido se apuntó solo a generar la gracia propia.
El Jefe ya se había mostrado sereno en la prueba del lunes, cuando por primera vez contuvo su pulsión al cambio (algo que no había podido lograr en las anteriores nueve fechas) y cuando evitó el roce fuerte de sus players (algo que en La Boca sumó dos lesiones, aunque Morel haya zafado). Por eso ayer, en la penúltima prueba, siguió trabajando de manera liviana. Optó por ejercitar lo que Manuel Pellegrini llama la sintonía fina de un equipo. ¿Cómo? Con un torneo en espacios reducidos entre equipos de nueve jugadores, pases, rotaciones y mucha circulación de pelota.
No hubo siquiera un movimiento táctico con los titulares. Todos se mezclaron en esos 40 minutos a puro ritmo sobre la mitad de la cancha uno. Vega, Sánchez, Juan Manuel Díaz, Galmarini, Barrado, Mauro Díaz, Funes Mori, Gallardo y Ortega se pusieron la pechera negra. Sí, los dos juntos por la misma causa, tirando paredes y barriendo ese talento que tanto se puso en cuestión en los últimos tiempos.
El Burrito jugó como si el día anterior hubiese encarnado una práctica cualquiera. Y transformó la tardanza del lunes en un trabajo encendido de martes, y el desgano de un día en la catarata de ejercicicios -que realizó por propia voluntad- del otro. Astrada, en tanto, se transformó en el Negro. Volvió a raspar como en las viejas épocas. Es lo que pretende de los 11 que mañana saldrán a dejar la ropa en La Boca.
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