[i][b]El dictador con el 10 a la espalda
El tirano Messi y su clan, dicen, ha sido clave para que el Barça fiche al Tata Martino, un técnico que sólo pudo salir de Ñuls por la profunda admiración del padre de Messi, por la bienvenida edel hermano de Messi y por la recomendación expresa del propio Messi. Dicen que el señor Martino es el penúltimo capricho del absolutista con el diez a la espalda, autoerigido centro de gravedad de un club que dirige a sus anchas. Messi, dicen, es el pequeño dictador, el macho alfa de la manada. El dedo argentino que señala el camino que apunta qué entrenador se debe fichar, qué colegas deben renovar y qué compañeros deben ser traspasados. El déspota en miniatura que, dicen, tiene secuestrada la voluntad de la directiva y chantajea a un presidente que le rinde pleitesía porque, con el dictador en su contra, podría perder las elecciones. Así que Messi, que dicen que tiene alma de chantajista, obliga al presidente a complacerle con la continuidad de Pinto o con los traspasos sucesivos de Bojan, Eto’o, Ibrahimovic y Villa. El pequeño dictador, dicen, aplica el artículo 33: hago lo que quiero, como quiero y cuando quiero. Messi, dicen, es el presidente.La verdad, que vende menos que la propaganda, es que Messi tiene el poder que siempre tuvieron los grandes: su caudal de fútbol, un aval suficiente que le permite opinar y tener voz y voto, derecho a poder sugerir, pero en ningún caso imponer su capricho. Una versión más vieja que el propio fútbol, aunque menos literaria que la de sus inquisidores. Messi tiene el mismo poder, incluso menos, que tuvo Di Stéfano en el Real Madrid. El mismo que tuvo Cruyff en el Barça, Maradona en el Nápoles, Futre en el Atlético o Pelé en su Santos. ¿El fondo de la cuestión? Señalar a Messi como un déspota con ínfulas de presidente, como en su día pasó con Di Stéfano y Bernabéu o con Maradona y Ferlaino. Exclusiva: dicen que Messi es una amenaza para el equipo al que sus fiscales llevan años intentando despeñar. Por tierra, mar y aire. Más allá de la realidad paralela de los que dicen, está la verdad. Durante el último lustro, los trovadores del inodoro han repetido, como papagayos amaestrados, la cantinela de que Messi no era nadie sin Xavi Hernández y Andrés Iniesta. Eso sí, si el pequeño dictador marca 90 goles en un año, se quejan de que hay una galopante Messidependencia. Hay más. Dicen los que siempre dicen que Messi chantajea con inteligencia al club. Y lo dicen los que llevan años tachándole de limitadito, de ser más corto que las mangas de un chaleco y de tener menos palabra que un telegrama. Cabe preguntarse qué tipo de limitadito tendría esa mente preclara para obligar a tragar al presidente y chantajear al club. Aún hay más. Dicen que Messi, presidente de facto, decide qué entrenador se ficha y qué jugadores se traspasan. Lo dice el radicaleo que hace mutis por el foro cuando el Barça anuncia el fichaje de Neymar. Cabe preguntarse qué tipo de dictador permitiría que el club donde él manda, acabe fichando a uno mejores jugadores del mundo para hacerle competencia. Qué poder ilimitado debe tener ese dictador que traga con el fichaje del único tipo, junto a Cristiano, que le podría arrebatar el Balón de Oro. Caray con el dictador.
Rubén Uría / Eurosport
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