Le puede pasar a cualquiera, de todos modos lo importante es que siguió jugando de manera correcta y sin ponerse nervioso, muchas veces después de algo así, los jugadores terminan con tarjeta roja o jugando para el traste.
Es para destacar que no dijo nada sobre el error de Carrizo al no gritarle que salía. Incluso los de Olé lo buscaron y no contestó sobre eso.
Parte de la nota:
“Cuando viene la pelota, primero la quiero parar. Ahí pienso que el delantero me va a encimar y se la quiero tocar a Carrizo, pero no veo que se adelantó. Creo que la pelota hizo patito y se metió muy rápido en el arco”, explicó, y se lamentó, Tuzzio. Un minuto después de su gol en contra, todos los hinchas de River le regalaron la primera ovación de las tantas que recibió durante el partido.
—¿Carrizo te gritó?
—Se dio así… Pero como te decía, pensé que me cerraba el delantero, por eso la toqué para atrás. Después me dijeron que estaba solo.
—¿Te sorprendió el apoyo de los hinchas?
—Me dio tranquilidad y confianza. Quiero agradecerles a mis compañeros y a los hinchas por todo el apoyo que me dieron. Me bancaron en todo momento. Viste, a nadie le gusta hacer un gol en su arco…
—¿Qué te dijo Passarella en el entretiempo?
—Me dijo que son jugadas desafortunadas.
—¿Eso te tranquilizó?
—Yo siempre trato de hacer lo mejor, obviamente no hubo intención de hacer esa jugada desafortunada.
Eduardo Tuzzio no es amigo de los micrófonos. Sin embargo, consciente de su error, anoche se detuvo a repasar la jugada bajo una leve llovizna que lo acompañó a lo largo de su relato. De paso, el defensor analizó puntualmente el rendimiento de un River que volvió a ganar en el Monumental: “Tuvimos el control de la pelota en todo momento, pero debemos seguir corrigiendo cosas. En otros partidos quisimos hacer el segundo antes que el primero, pero esta vez manejamos mejor la pelota”, reconoció el central de la Selección. “Banfield mantuvo una defensa muy sólida, pero buscamos variantes y al final lo conseguimos”, insistió aunque sin poder sacarse el fantasma del gol de su cabeza.
Se equivocó y el equipo pagó caro el error. Los hinchas lo redimieron. El Kaiser lo bancó. Y él, autocrítico, se guardó una última conversación para el encuentro con su almohada.