Fantasma en Paraná entre rios CHAN

Un chofer de colectivo asegura haber viajado con un fantasma en Paraná

				Publicado el 16 May 2010 
				 						[IMG]http://www.diarionogoya.com.ar/wp/wp-content/uploads/2010/05/lavictoria2331.jpg[/IMG] Fue el lunes a la noche: cuando había parado el coche dice que de la nada, del fondo, [b]apareció una mujer con aspecto “terrorífico”.[/b] Presenta como testigo a un hombre que cada noche viaja en la Línea Nº 20

La noche ya había caído sobre la ciudad, y ese frenesí que se insiste en llamar horas pico había acabado, dando lugar a la calma lúgubre de la nocturnidad paranaense. Una especie de toque de queda, pocos vehículos en la calle, poca gente en las afueras, una somnolencia urbana que empezaba a acentuarse.
H., un chofer de colectivo de 30 años, estaba en eso, apurando las últimas horas del día, dispuesto a concluir su último recorrido a bordo del interno 20 de la Línea Nº 20. Cerca de las 9 de la noche había salido desde las proximidades del hipermercado de Puerto Viejo, en Anacleto Medina y Larramendi, con pocos pasajeros, mucha ansiedad.
El coche avanzaba presuroso, deglutiéndose las últimas cuadras, llevando consigo poquísimos pasajeros, conocidos. Uno de ellos, JC –habitual en esa línea a esa hora de la noche– bajaría, pensó H, justo en el mismo punto de llegada donde termina su recorrido, en la estación de servicios ubicada en Jorge Newbery y ruta 12. La segunda pasajera que viajaba era una mujer, esposa de otro chofer. Conocida también.
¿Y ese ruido?
Esto pasaría, anticipó H. pensando en la vuelta a casa: el encuentro con su esposa, el bullicio del hogar, la rutina acostumbrada, el cobijo de lo conocido. Esto pasaría, se dijo, mientras procuraba ignorar ese sonido insidioso, molesto, crispante del “vigía” que le indicaba, de modo persistente, pegajoso, que algo funcionaba mal. Una falla eléctrica. Algo.
El coche iba en ese momento, alrededor de las 9 de la noche del lunes, en inmediaciones de la Villa 141, en cercanías de Walmart. “Empezó a sonar en forma pausada, indicándome que había una falla eléctrica. Pero las luces del coche no se apagaban, seguían encendidas, así que seguí, y no le di importancia. Yo seguía marchando. En el coche iba un pasajero que viaja todos los días. Después subió una chica, esposa de un chofer, que baja en Miguel David, llegando a la ruta 12”, contó H. En determinado momento, la mujer se sintió incómoda. Se levantó de su asiento, y se acercó al chofer para indicarle que algo no andaba bien.
“Esta chica se paró y me dijo: ‘¿Cómo podés seguir manejando con eso que suena constantemente?’. En cualquier momento le doy un garrotazo, a ver si así se apaga y deja de sonar le dije, sin darle importancia”, relató.
El coche siguió avanzando, y el “vigía” sonaba con más insistencia. Así iban aquellas tres personas, arriba de un colectivo, cruzando presuroso la ciudad, rumbo al destino último, final del día, final del recorrido. Nada nuevo, nada fuera de lo común: lo que todos aguardaban, llegar a casa, presurosos, concluir la jornada.
Visita inesperada
La chica se bajó del colectivo en Miguel David. Unos metros más adelante descendería el último pasajero, en Newbery y Miguel David. Se había sentado justo detrás del chofer, y en eso iban, hablando de vaguedades cuando el recorrido llegó a su fin. H. dice que apagó las luces –una forma de avisar que el coche estaba fuera de servicio, conclusión del recorrido– y se detuvo en la estación de servicio ubicada en el cruce del acceso a San Benito, conciente de que J.C. bajaría pronto, antes de que él emprendiera la vuelta a la ciudad.
Pero entonces sucedió aquello.
“No sé por qué, él esperó para bajarse. Estaba sentado al lado mío. No quedaba nadie más en el colectivo. Apagué las luces, y de pronto veo acercarse a esa chica. Hasta ese momento, no había nadie más que él y yo en el coche. Aparece así, de la nada. Y se para en el medio entre este muchacho y yo, de una forma tal que lo perdí de vista. Tenía los ojos color rojo sangre, como si lloraba sangre, de la boca le caía baba, tenía la cara horrible, como si se le cayera la carne, y en una bolsa que llevaba, tenía una cabeza humana. Yo vi la cabeza de una persona. El olor a podrido que tenía era impresionante”, contó, todavía turbado.
–¿Y el otro pasajero?
–Quedó blanco, me miraba nomás, paralizado, igual que yo.
–¿La chica te dijo algo?
–Empezó a hacerme preguntas, con una voz de mujer que parecía una voz de hombre. Que a qué hora salía de vuelta, y yo que estaba terminando el recorrido, que me cortaba, y ella que me decía que no había podido tomar el otro coche, y que a qué hora pasaba el otro colectivo, y yo diciéndole que en quince minutos, pasa otro, que lo espere.
–¿Y vos, qué hacías?
–Me asustaba la apariencia. Me miraba fijo. Era terrorífico. Me vuelve a preguntar dónde tomo el otro colectivo, y yo le digo acá, atrás del acoplado.
–¿Qué hizo la chica?
–Se bajó del coche, por la puerta de adelante. Se bajó del coche, y dijo algo que no entendí. Bajó despacio.
–¿Te quedaste, qué hiciste?
–Le dije al otro muchacho vámonos de acá, arranqué, y nos fuimos. Cuando volvía por Newbery, cerca de la Base (Aérea), me sonó tres veces el timbre de la puerta. Y no había nadie. (Fuente: El Diario)

Un chofer de colectivo asegura haber viajado con un fantasma en Paraná

				Publicado el 16 May 2010 
				 						[IMG]http://www.diarionogoya.com.ar/wp/wp-content/uploads/2010/05/lavictoria2331.jpg[/IMG] Fue el lunes a la noche: cuando había parado el coche dice que de la nada, del fondo, [b]apareció una mujer con aspecto “terrorífico”.[/b] Presenta como testigo a un hombre que cada noche viaja en la Línea Nº 20

La noche ya había caído sobre la ciudad, y ese frenesí que se insiste en llamar horas pico había acabado, dando lugar a la calma lúgubre de la nocturnidad paranaense. Una especie de toque de queda, pocos vehículos en la calle, poca gente en las afueras, una somnolencia urbana que empezaba a acentuarse.
H., un chofer de colectivo de 30 años, estaba en eso, apurando las últimas horas del día, dispuesto a concluir su último recorrido a bordo del interno 20 de la Línea Nº 20. Cerca de las 9 de la noche había salido desde las proximidades del hipermercado de Puerto Viejo, en Anacleto Medina y Larramendi, con pocos pasajeros, mucha ansiedad.
El coche avanzaba presuroso, deglutiéndose las últimas cuadras, llevando consigo poquísimos pasajeros, conocidos. Uno de ellos, JC –habitual en esa línea a esa hora de la noche– bajaría, pensó H, justo en el mismo punto de llegada donde termina su recorrido, en la estación de servicios ubicada en Jorge Newbery y ruta 12. La segunda pasajera que viajaba era una mujer, esposa de otro chofer. Conocida también.
¿Y ese ruido?
Esto pasaría, anticipó H. pensando en la vuelta a casa: el encuentro con su esposa, el bullicio del hogar, la rutina acostumbrada, el cobijo de lo conocido. Esto pasaría, se dijo, mientras procuraba ignorar ese sonido insidioso, molesto, crispante del “vigía” que le indicaba, de modo persistente, pegajoso, que algo funcionaba mal. Una falla eléctrica. Algo.
El coche iba en ese momento, alrededor de las 9 de la noche del lunes, en inmediaciones de la Villa 141, en cercanías de Walmart. “Empezó a sonar en forma pausada, indicándome que había una falla eléctrica. Pero las luces del coche no se apagaban, seguían encendidas, así que seguí, y no le di importancia. Yo seguía marchando. En el coche iba un pasajero que viaja todos los días. Después subió una chica, esposa de un chofer, que baja en Miguel David, llegando a la ruta 12”, contó H. En determinado momento, la mujer se sintió incómoda. Se levantó de su asiento, y se acercó al chofer para indicarle que algo no andaba bien.
“Esta chica se paró y me dijo: ‘¿Cómo podés seguir manejando con eso que suena constantemente?’. En cualquier momento le doy un garrotazo, a ver si así se apaga y deja de sonar le dije, sin darle importancia”, relató.
El coche siguió avanzando, y el “vigía” sonaba con más insistencia. Así iban aquellas tres personas, arriba de un colectivo, cruzando presuroso la ciudad, rumbo al destino último, final del día, final del recorrido. Nada nuevo, nada fuera de lo común: lo que todos aguardaban, llegar a casa, presurosos, concluir la jornada.
Visita inesperada
La chica se bajó del colectivo en Miguel David. Unos metros más adelante descendería el último pasajero, en Newbery y Miguel David. Se había sentado justo detrás del chofer, y en eso iban, hablando de vaguedades cuando el recorrido llegó a su fin. H. dice que apagó las luces –una forma de avisar que el coche estaba fuera de servicio, conclusión del recorrido– y se detuvo en la estación de servicio ubicada en el cruce del acceso a San Benito, conciente de que J.C. bajaría pronto, antes de que él emprendiera la vuelta a la ciudad.
Pero entonces sucedió aquello.
“No sé por qué, él esperó para bajarse. Estaba sentado al lado mío. No quedaba nadie más en el colectivo. Apagué las luces, y de pronto veo acercarse a esa chica. Hasta ese momento, no había nadie más que él y yo en el coche. Aparece así, de la nada. Y se para en el medio entre este muchacho y yo, de una forma tal que lo perdí de vista. Tenía los ojos color rojo sangre, como si lloraba sangre, de la boca le caía baba, tenía la cara horrible, como si se le cayera la carne, y en una bolsa que llevaba, tenía una cabeza humana. Yo vi la cabeza de una persona. El olor a podrido que tenía era impresionante”, contó, todavía turbado.
–¿Y el otro pasajero?
–Quedó blanco, me miraba nomás, paralizado, igual que yo.
–¿La chica te dijo algo?
–Empezó a hacerme preguntas, con una voz de mujer que parecía una voz de hombre. Que a qué hora salía de vuelta, y yo que estaba terminando el recorrido, que me cortaba, y ella que me decía que no había podido tomar el otro coche, y que a qué hora pasaba el otro colectivo, y yo diciéndole que en quince minutos, pasa otro, que lo espere.
–¿Y vos, qué hacías?
–Me asustaba la apariencia. Me miraba fijo. Era terrorífico. Me vuelve a preguntar dónde tomo el otro colectivo, y yo le digo acá, atrás del acoplado.
–¿Qué hizo la chica?
–Se bajó del coche, por la puerta de adelante. Se bajó del coche, y dijo algo que no entendí. Bajó despacio.
–¿Te quedaste, qué hiciste?
–Le dije al otro muchacho vámonos de acá, arranqué, y nos fuimos. Cuando volvía por Newbery, cerca de la Base (Aérea), me sonó tres veces el timbre de la puerta. Y no había nadie. (Fuente: El Diario)

jajajajaajaj


no es por nada pero la nueva generación de foristas de Entre Rios hace méritos para superar a la que hubo de mardel :lol:

lo lei en el heraldo creo jajajajaa

jajajaja

:lol:

sos de newells?

Siempre tuve curiosidad por jugar el juego de la copa

se


jaja, somos dos, pero mis amigos cagones no qieren jugar :frowning:

Por cómo lo describe, parecía un zombie más que un fantasma

La tienen difícil. :lol:

Jaja, que flash.
La cagada es que ahora(a esta hora) tengo que bajar las escaleras para lavarme los dientes y està todo oscurìsimo y silencioso, y me voy a acordar de la descripciòn de la porquerìa esa.

es horrible, a mi me pasaba cdo iba a lo de un amigo a dormir y se contaban historia, dps tenia 1 kgaso yo. dormia y tenia pesadillas

Jaja, bueno, pero cuando ya estàs en la pieza ponès mùsica, o apagàs la luz y te metès en la cama.
En cambio cuando tenès que andar por la casa desierta(vivo solo) y oscura boludeando bien tarde es una garcha despuès de una historia o un relato, y peor si viste una peli o un video.
Me acuerdo que cuando vi por 1ra vez el video de la nutria era bien tarde, y me agarrè tal cagazo que no bajè una mierda y me metì en la cucha, jaj, re cagòn.

Recuerdo cuando estaba de vacaciones en Santiago, en medio del campo. Estabamos con un primo mio, y mis tios empezaron a contar historias de fantasmas y esas cosas. La onda que mi primo se despertaba tipo 3 de la mañana, y escuchaba ruidos extraños, de alguien tirando algo al aljibe y ruido de huesos, y otros como de garras contra la pared…Encima tipo 3 de la mañana estaba todo oscuro, y solo él estaba despierto…

Un día nos despertamos con mi primo porque yo queria saber que carajo era…al final era que mi abuela se despertaba e iba a buscar agua, y los huesos eran los perros que se comian la comida que sobraba…:lol:

No disfruto un carajo las vacaciones mi primo con este tema de los “fantasmas”…:lol:

Parece que en Santiago pasan cosas raras. En un pueblo llamado Lugones mi primo dice que desaparecìan cosas de la nada. Èl estaba allà de vacaciones(la mujer es de ahì) y una noche èl se levantò porque escuchaba un ruido raro y se le cayò toda la colecciòn de cds al piso atràs de èl, asì de la nada. Yo me hubiese cagado y meado encima.

El pitufo enriquez no es de santiago o po ahi?

//youtu.be/rbGfasS7K0w&feature=related

:question:

Se, ese enano es de acà, de Banda de Varela, localidad cercana a Capital.
Resulta que “dicen” que en una comisarìa escuchaban ruidos que provenìan de afuera. Entonces los canas salieron a investigar y se alejaron un poco en los arbustos. Entonces les sale un enano corriendo. Despuès cuando vuelven a la comisarìa se encuentran con que el enano habìa hecho destrozos ahì. Dicen que tiene una fuerza increìble y salta muy alto.
Despuès mas gente de por ahì dice que salta los autos, les sale a los niños…boludeces incomprobadas.

No sabia eso. Deci que mi hermano esta viceando la play con sus amigos en la pieza que es aca nomas. Sino estaria re cagado. Igual a los costados mio esta todo oscuro, un toque de miedo da. jaajaj